A Bigger Splash

A Bigger Splash es una de las obras más conocidas de David Hockney (Bradford, Reino Unido, 1937). También es uno de los cuadros que más me gustan de este referente del Pop Art. Hockney pintó A Bigger Splash en 1967, justo después de instalarse en Los Ángeles. Forma parte de una serie de cuadros que tienen la piscina como elemento principal: The Splash, A Little Splash… El buen tiempo que casi siempre hace en California –sobre todo, comparado con el de su fría y lluviosa Inglaterra natal– fue una de las principales razones que le llevaron a cruzar el Atlántico. La otra, el hecho de que en la costa oeste de Estados Unidos se respiraba ya en los sesenta un ambiente mucho más liberal (recordemos que la homosexualidad todavía era ilegal en su país de origen).

A Bigger Splash (1967), de David Hockney. ©Tate Modern

A Bigger Splash es también el nombre de un documental de semi-ficción sobre Hockney, dirigido por Jack Hazan, en el que el artista se interpreta a sí mismo. Hace un par de años, tuve la suerte de poderlo ver en pantalla grande en el Phenomena, en el marco del Dart Festival de Barcelona, ​​muestra altamente recomendable que fusiona arte y cine documental. Uno de los atractivos de la película de Hazan es que acompaña Hockney por algunos de los escenarios de sus cuadros. Entre los cuales, por supuesto, las célebres piscinas de sofisticadas y elegantes mansiones de LA donde la vida transcurre lúdica, indolente y sensual.

La piscina tiene una poderosa carga simbólica. En plena canícula estival, es como un oasis en torno al cual florece la vida. También es un innegable símbolo de estatus: quien tiene una piscina privada es como si tuviera un pedazo de mar envasado para su uso exclusivo. Y, por supuesto, la piscina es un espacio propicio para el hedonismo, quizás por ello han ido adquiriendo formas caprichosas alejadas del clásico modelo rectangular, pensado ​​para la práctica de la natación.

La piscina tiene una poderosa carga simbólica. En plena canícula estival, es como un oasis en torno al cual florece la vida. También es un innegable símbolo de estatus: quien tiene una piscina privada es como si tuviera un pedazo de mar envasado para su uso exclusivo

Volvamos a Hockney. A Bigger Splash, visto detenidamente, es un cuadro un poco inquietante. Enigmático. No aparece en él ninguna figura humana, pero te imaginas que estaba ahí justo un momento antes de que el artista lo pintara, pues una gran salpicadura de agua sugiere que alguien acaba de tirarse a la piscina desde el trampolín. El protagonista del cuadro, sin embargo, no es este bañista que Hockney, como he dicho, ni siquiera pinta sino nosotros mismos porque A Bigger Splash es, o al menos a mí me gusta pensarlo, una maravillosa invitación a tirarse a la piscina. Es decir, a vivir la vida al máximo.