Portal de l’Àngel, la calle de la felicidad efímera

Estos días prenavideños la calle de Portal de l’Àngel se convierte en el portal de la Fira de Santa Llúcia, el río de gente que hay los fines de semana te arrastra hasta allí sin que te des cuenta. De hecho, este pack de tiendas y feria, era una de las visitas estrella de la infancia de los que vivíamos fuera de Barcelona o en los barrios periféricos, se hacía la excursión en sentido inverso a los barceloneses que huían de la ciudad. Llegábamos al centro, mirábamos el espectáculo de luces y música de Cortylandia en El Corte Inglés de plaza Catalunya, hacíamos las compras, comprobábamos la temperatura en el inmenso termómetro de Cottet y acabábamos en la fira, ante la catedral. Porque esta calle se hace prácticamente siempre de bajada y el ligero desnivel que tiene permite ver a la gente que te encontrarás. Hay también un efecto amplificador de la aglomeración, por eso es el lugar preferido por las televisiones para ilustrar el primer día de rebajas o los días de compras navideñas. Una masa de gente sólo diurna, porque de noche, la falta de vecinos, la ha convertido en un lugar fantasmagórico.

Es la tercera calle comercial más cara de España (sólo la supera Serrano en Madrid y Paseo de Gràcia, que encabeza el ránking), es el paraíso de las franquicias, de las compras de la clase media. En Paseo de Gràcia se va a mirar y aquí se puede comprar. Ahora hay 28 tiendas a la izquierda y 13 a la derecha, con un hueco significativo, El Corte Inglés, cerrado y tapiado. Entre las grandes cadenas comerciales sobrevive un pequeño estanco, un par de tiendas-portería donde venden turrones y una joyería, además de un hotel, la pensión Arosa y el Hostal Lausanne, y de un quiosco con pocos periódicos justo delante de las dependencias municipales de la Gerencia de Seguridad. Más allá de las plantas bajas, si se sube la mirada, hay edificios bonitos, como la antigua sede de Catalana de Gas, unas fachadas que pasan desapercibidas sobre los escaparates, allí hay oficinas de empresas varias o por ejemplo el ilustre Col·legi de Químics de Catalunya.

El ritmo de la calle es lento, hay una mezcla equilibrada de locales y visitantes, muchas personas con bolsas y la mayoría acompañadas. Si en la ciudad se hiciera una división entre calles tristes y felices, ésta estaría en el lado de la felicidad, aunque sea momentánea y artificial. Los expertos en consumo dicen que comprar nos provoca una reacción química en el cerebro que genera dopamina, es decir, felicidad efímera. Aquí, la gente planea sus compras mientras baja y piensa cuando las estrenará o regalará cuando sube. Es decir, que la mayoría de peatones están en pleno efecto dopamínico. Por eso también es fácil saber quién viene a comprar y quién a acompañar.

Pero Portal de l’Àngel no sólo tiene la etiqueta de ser una de las calles comerciales por excelencia e históricamente una de las puertas de acceso a Barcelona a través de la antigua muralla, también fue la primera peatonal. Hasta 1973 pasaban los coches, fue el alcalde, Enric Masó, quien los prohibió, ante la reacción airada de los comerciantes. La polémica se acabó pronto, cuando en las tiendas de Portal de l’Àngel y alrededores las ventas subieron un 30%. Y desde entonces, nadie se ha atrevido a volver atrás. A veces, la historia de la ciudad también ayuda a ver más claro el futuro.