Los vecinos y vecinas de Barcelona no saben cómo hacérselo para quedarse en Barcelona. Si el gran reclamo de esta legislatura son las Supermanzanas y los tranvías, no es extraño que buena parte de la ciudadanía se encuentre huérfana de soluciones efectivas a sus problemas (que, podemos convenir entre todos, no tienen nada que ver ni con Supermanzanas ni tranvías). Posiblemente se ha creado un orden de prioridades anestesiante por carencia de fuerza, o de capacidad, para abordar los dramas verdaderos y crecientes, que creo que son cuatro: el precio de la vivienda, los salarios, la seguridad y la accesibilidad. Creo de sentido común que la decisión sobre el voto en estas próximas municipales gire en torno a aquellos conceptos que, en resumen, “me hagan decidir (y me hagan posible) quedarme en Barcelona”. Esto. Y nada más que esto.
Sobre el precio de las viviendas ya es sabido que existen cambios legales a nivel estatal, pero al mismo tiempo todo el mundo admite que esto no va a revertir en el precio hasta que se promuevan inmensas inversiones en vivienda social (y esto ya no depende sólo del estado). En todo caso, la política de pacificación de las calles y de transformación de vías urbanas claves (como la Via Laietana, como Consell de Cent) en bulevares lo que es seguro es que incrementa el precio de las viviendas de la zona y de la ciudad en general. No se trata de estar en contra, sino de saber si es un lujo que podemos permitirnos en las zonas centrales de Barcelona.
Dicho de otro modo: pacificar todas las calles que rodean la Sagrada Família o el Barri Gòtic tendría mucho más sentido, tanto para los barceloneses como para los visitantes, que señalar arbitrariamente una calle de en medio del Eixample y decidir que allí pasearemos a pie. La pacificación puede llevar a una paz de los cementerios nada deseable en lo que es el corazón económico de la ciudad, en el centro de su dinamismo social. Expulsar locales comerciales, despachos de abogados o consultas de médicos por falta de accesibilidad cómoda en la zona es un lujo que, como decía, no sé si podemos permitirnos. Las ideas que parecen buenas porque el concepto es hermoso no siempre son las mejores ideas en su aplicación. Los comunistas saben mucho de esto.
Sobre los salarios, ya se escuchan propuestas sobre salarios mínimos en la ciudad, pero resulta que esto es competencialmente imposible. También es cierto que, sean salarios de 1.200 euros como de 3.000 euros, los precios de absolutamente todo se han hecho irrespirables de forma muy repentina. La fórmula que se podría buscar, respetando las actuales competencias de todos, es hacer que el Ayuntamiento no contrate a ninguna empresa para ningún servicio que no cumpla con las mínimas retribuciones legales para todos sus trabajadores y, de paso, hacer que tengan más puntos aquéllas que superan determinados tramos de retribución para sus empleados.
Se podría hacer lo mismo para aquellas que no utilizan el catalán con la mínima normalidad legal, en lugar de plegarse a las exigencias lingüísticas del Círculo Ecuestre. Aunque éste es otro tema, la praxis del incentivo es una vía inmensa para el municipio para amoldar la vida ciudadana a una idea más justa y esto puede incluir también los salarios. De hecho, puede incluir todo lo que haga que los barceloneses no tengan ganas de huir de Barcelona por patas.
La praxis del incentivo es una vía inmensa para el municipio para amoldar la vida ciudadana a una idea más justa y esto puede incluir también los salarios
Vivir en una ciudad es vivir en una ciudad, y no en un pueblo ni en un balneario. “Pretend it’s a city”, queridos políticos, y no intenten hacer de Barcelona algo que no es ni puede ser. Incluso la ciudad utópica de Cerdà tenía sus concesiones a la realidad, a las necesidades, mucho más que a los lujos. Tener seguridad no es un lujo, es una necesidad, como es poder tener una red de transporte que te permita ofrecer una ciudad accesible al resto de ciudadanos del país. Tener turismo de calidad es un lujo, tener ciudadanos que vengan a trabajar a Barcelona es una necesidad. Mutua.
Nos hemos distraído, por tanto, en debates que nos empobrecen tanto mental como económicamente y que sólo hacen que tratar de embellecernos las pupilas. Este mes de mayo va sobre estas cosas, y sólo sobre esto hay que escuchar a quienes harán tantas propuestas. Exclusivamente esto: “¿Cómo piensa hacer usted que me quede?”.