Avanza, con paso elegante, hacia la barra y pide apagar la radio. “Lo importante para mí en un bar es la conversación. Tiene que ser un espacio de comunicación y, a menudo, los bares y restaurantes, con sus pésimas acústicas y su música omnipresente, acaban siendo espacios de incomunicación”. Y nadie, en su sano juicio, querría dejar de gozar de una plática con el que, posiblemente, sea el más importante cronista y conocedor de la Historia de la ciudad.
“Soy un periodista y escritor que ha llegado donde está tras varios cambios. Yo había cursado Derecho sin ningún interés más allá del hecho que Filosofía y Letras carecían de salidas laborales dignas. Terminada la carrera, quise ser diplomático para irme de este país, por entonces corrupto y dictatorial, pero la cosa no prosperó. A partir de ahí, empecé a trabajar en varias editoriales guiado por el amor que siempre tuve por la lectura. Una de estas editoriales era Destino, que editaba la revista del mismo nombre, entonces la más importante del país”.
En Destino, Lluís Permanyer empezó la que sería una imponente carrera periodística que sigue influyendo sobre legiones de periodistas y que suma miles de artículos y más de 80 libros, la mayoría escritos en catalán. “Fui el primer periodista de aquí en usar el cuestionario de las 31 preguntas de Proust, que había leído en su biografía, para hacer entrevistas. Esto me permitió entrevistar a grandes personalidades como Simenon, Rubinstein, Carner, Espriu, Miró o Pla”.
–Casi se puede decir que aprendiste de forma autodidacta.
–Yo nunca he dejado de aprender. De hecho, más que un trabajo, lo que yo hago lo considero mi diversión.
Y anuncia que, durante la pandemia, encerrado en casa, ha tenido ocasión de trabajar en dos libros de inminente publicación, un volumen del Eixample Desaparegut, para Efadós, y otro, para RBA, “sobre la relación entre cinco arquitectos modernistas, Sagnier, Puig i Cadafalch, Domènec i Montaner, Gaudí y Jujol”. Esta última, figura de aquel artista genial y absolutamente avanzado a su tiempo cuya reivindicación lideró el propio Lluís Permanyer años atrás.
Siempre independiente
Cuando Joan Clos era alcalde, al periodista y escritor quisieron investirle con la Medalla de Oro de Barcelona. “No acepté, claro”.
–¿En serio? ¿No aceptaste?
–No. Yo no quiero nada del poder. Soy independiente. Todo lo que he escrito ha sido por criterio propio, soy el responsable último y único de mis logros y de mis posibles errores. Nunca me han dicho sobre qué tengo que escribir y nunca he aceptado un encargo de algo que yo no quisiera escribir. Tampoco he aceptado cargos de responsabilidad, porque yo sólo quiero escribir sobre lo que quiero, y no mandar ni rendir cuentas.
Y rememora cuándo, estando en La Vanguardia en los años 70, “publiqué un artículo con el titular Honorable Tarradellas, sobre el president entonces en el exilio, que me costó que el que era director del diario me prohibiera firmar durante una temporada. Se lio un buen follón, porque aquel artículo hasta salió reproducido en la portada del Alcázar. Años más tarde, con la democracia, Tarradellas quiso que fuera jefe de prensa de la recién reconstituida Generalitat”.
Dijo que no, claro.
Barcelona del odio al amor
“Mi relación con esta ciudad empezó a ser de odio, porque había una dictadura que nos afectaba y convertía este lugar en invivible. De hecho, cuando entré en La Vanguardia mi idea era ser corresponsal porque yo me quería ir. La cosa no pudo ser, pero, al menos, pude estar 22 años en la sección de internacional que te permitía viajar y donde la censura casi no intervenía”.
El cambio tuvo lugar en 1988: “empecé a hacer crónica de Barcelona, siempre por mi cuenta y sin que del diario me dijeran nada. Ahí, empezó mi relación de amor con la ciudad, que culminó con cinco días inolvidables de octubre de aquel año, cuando hice de guía a Stephen Hawking. Era un hombre que nunca decía que no. Lo vio todo. Cuando acabó la visita, dijo que en ningún otro lugar le habían tratado así de bien. Su mujer no quería volver, estaba enamorada de aquí”.
Lo que está fuera de toda duda, es el amor por Barcelona que sus innumerables escritos han contagiado en un buen número de lectores y seguidores de su obra.
De la ciudad a Lluís Permanyer le duele aquello que se hace en su contra, “como el tranvía de la Diagonal o ese urbanismo táctico que mutila el Eixample”. Por eso, dice, nunca ha querido militar en ningún partido. “Yo milito siempre por Barcelona, la ciudad es mi único partido y es uno en el que sólo quepo yo”.
–A todo esto, ¿vas a tomar algo?
–Pues te diría que un Cóctel Permanyer como el que sirven, en honor a servidor, en la barra del Muy Buenas de la calle del Carme, pero quizás mejor una copa de vino tinto.