El escritor Julián Sánchez Caramazana.
EL BAR DEL POST

Julián Sánchez Caramazana: En la trinchera de la Cultura Popular

“A mis 60 años, quiero animar a la gente a que se acerque a la cultura popular, que consuma esas obras y espectáculos, esos conciertos y exposiciones, que aún existen”. El escritor Julián Sánchez Caramazana sabe muy bien de lo que habla, porque esa cultura es la que, siendo aún niño, le salvó.

“Además de enseñarme a leer y a escribir a temprana edad, mi padre cambiaba novelas de bolsillo, bolsilibros, en aquellas tiendas que ya no existen. Descubrí que leer es vivir vidas y escribir crearlas, y eso me salvó en ese seno de pobreza y de bandas de barrio y malos rollos, de acabar en el talego, o yonqui perdido como la chavalería de la época”. El joven Julián leyó de todo. “Me quedé atravesado por la poesía, el género fantástico y de terror y la metafísica”, y tras cursar BUP y COU nocturno en el Patronato Ribas en el Valle Hebrón, donde tuvo sus primeros contactos con la CNT y las redes de ateneos libertarios, colectivos, entidades, locales, asociaciones de barrio y culturales, se pagó la carrera universitaria con becas y trabajando. 

Degusta a pie de barra una Reptilian Lovecraft´s Loves Craft, cerveza artesanal dedicada a HP Lovecraft, su autor favorito del género del horror, uno de los muchos que toca con su obra. De fondo, la voz de su admirada Aurora Bertrán llena el ambiente.

Su vida profesional ha sido variopinta: “periodista, crítico musical, educador de calle, de piso o de prisiones y oficial postal”, entre muchas otras. Pero, antes de nada, escritor, narrador de historias que ha ido expresando y publicando, “mientras seguía leyendo, escribiendo, ganando premios, trabajando, cayendo en situaciones de extrema pobreza, practicando mail art, recitando poesía, haciendo programas en radios libres, estrenando espectáculos, viajando por España haciendo charlas, conferencias y más libros leídos y escritos, poemas, cuentos, relatos y microrrelatos”. De su amplia trayectoria destaca el trabajo de 35 años “en torno al culto a la sangre y la figura universal del vampirismo”, que ha dado pie a una de sus sagas más apreciadas: La desaparición del vampiro.

Cual cruce de caminos

En el parroquiano converge un profundo retaje popular. Un conocimiento que su labor de educador social ha conllevado en su desarrollo personal. “he conocido un barrio de Gràcia y una Barcelona ya muertos, asesinados, que ya no existen ni volverán a existir. También he conocido muy a fondo la cultura gitana, conviviendo con ella y trabajando en su seno. Asimismo, he trabajado también con mucha delincuencia”.

A ese patrimonio personal humano y cultural se suma, cual cruce de caminos, su militancia en el frente de la Literatura Popular o de género. “Estoy orgulloso de haber conocido a tantos autores y autoras de la cultura popular y el bolsilibro. Gente como Adolfo Quibus, Mercedes Gallardo, hija del gran escritor Juan Gallardo, conocido como Curtis Garland; Lem Ryan, Albert Cabrera, Ralph Barby, la firma tras la que se halla el binomio de autores formado por Àngels Gimeno y Rafael Barberà; el editor Pepe Cueto, gente del Pulp de todo el país y de otros”. En este remoto firmamento alternativo, el nombre de Julián brilla con luz propia. Ni que sea, por su hiperactividad. 

El clan de la frontera (Matraca).

Sólo por citar algunas batallas en curso: mientras se halla en conversación con varias productoras para una posible adaptación de su novela Mercancía, está trabajando en la transposición a cómic de su saga La mujer de dos corazones, en un proyecto de juego de mesa y cartas de Allan Quatermain y la Diosa Blanca, en la promoción de su reciente primera novela policial, Falsos espejos, y en el lanzamiento del novísimo weird western El Clan de La Frontera (Matraca).

Una ciudad casi espectral

Como tantos barceloneses, el escritor añora la Barcelona que fue: “la mezcla de culturas y el olor en las calles en el otoño, con la lluvia, de una ciudad que no volverá a existir, ese pasado de juegos en la urbe, de gente en sillas hablando en los portales, de fiestas populares de verdad, de horarios ahora imposibles”. Del presente, ama “que todavía haya espacios en los que se presenten libros, se den conciertos y se haga cultura”. 

–¡De eso todavía se puede hablar en presente! 

–Sí, pero son locales que, poco a poco, los vecindarios van denunciando para que se cierren y, así, seguir en su existencia de muertos en vida.

El hiperactivo escritor es experto en la figura universal del vampirismo.

Al parroquiano le duele “esa ciudadanía que ha tolerado que Barcelona haya sido casi aniquilada en lo popular, destrozando su cultura base y de calle, las fiestas populares, los barrios, permitiendo que fuera la ciudad-escaparate abominable, de puro consumo, que sigue siendo. Odio esta Barcelona agujereada, repleta de cemento, tocho, yonquis, delincuencia y hormigón, nacida de los planes de diferentes y aberrantes alcaldías. Hoy es casi una ciudad espectral”.

–Pues como consolación, nada mejor que nuestra opípara oferta gastronómica. Tenemos menú, raciones, carta, bocadillos, platos combinados. Todo muy rico.

Julián Sánchez Caramazana sonríe bajo su espesa barba blanca mientras sobre un trago largo de su Reptilian Lovecraft´s Loves Craft, y toma la palabra:

–Con esta cerveza hay que tener cuidado, porque tiene 14 grados de graduación, ¡así que hoy, entre la conversación y esta cerveza, se tercian unas raciones!