Carles Estrada cantante Los Negativos
Carles Estrada, cantante, bajista i compositor de 'Los Negativos'.
EL BAR DEL POST

Carles Estrada: Un dandi entre basura

“Si me encontrase con el Carles que tocaba el bajo en Los Negativos y que cantaba Habitación realmente pequeña, seguramente me parecería un chaval lleno de ilusión, algo inocente, un poco cortado, muy tímido con las chicas, apasionado por la música y la lectura y muy soñador. Él seguramente pensaría que soy un tío que ya no se hace ilusiones, que ha perdido la inocencia, que disimula muy bien su timidez, compartiría mis gustos musicales y literarios y se sorprendería de que, a pesar de mi edad, siga siendo un soñador”, medita Carles Estrada a pie de barra, tras haber pedido un café con leche pues, confiesa, “lo mío es la cafeína con lactosa y azúcar”.

Cantante, bajista y compositor en el más bizarro, singular y colorido conjunto musical que el underground barcelonés de los 80 —y se podría decir que nacional— fue capaz de arrojar, Los Negativos, Carles esgrime una sonrisa rica en lecturas, vivencias e ideas.

“En este país —razona— ser underground nunca ha sido fácil y, con los años, me he dado cuenta de que todo lo que se me ocurre tiene cero opciones de vender. Estoy orgulloso de toda la gente que quiere a Los Negativos y los siente como algo suyo, me siento orgulloso de mi escritura, aunque sé que no soy escritor, ni siquiera músico. Jamás he dedicado demasiado tiempo a perfeccionar mi técnica como bajista, guitarrista o cantante. Debería haber escrito más. Leído más. Yo siento que soy una persona creativa. Necesito expresarme, decir cosas”.

Cosas que, además de en los discos y cancionero de Los Negativos, se reflejan en otros proyectos emprendidos por este barcelonés políglota, enamorado de la literatura y la cultura gala y del pop de los 60, como son Lestrade —alter ego musical centrado en el pop francés— y una faceta literaria que ha arrojado ya dos novelas.

Confiesa que no se le da bien pintar o dibujar. “Me encantaría dibujar cómics, por ejemplo. Pero me expreso como puedo y con la música o con la pluma creo que lo consigo”.

Pop francés y efectos estroboscópicos

En 1982, un jovencísimo Carles conoció a Valentí Morató en la línea 19 del bus. Aquel fue el principio de lo que terminaría derivando en Los Negativos, que en 1986 rompieron con todos los cánones del pop que se facturaba por estas latitudes con su debut, Piknik Caleidoscópico. A través del tiempo, el grupo fue muriendo y resucitando hasta que el ictus sufrido por Valentí en 2014, sumado a la trágica muerte aquel mismo año del guitarrista Alfredo Calonge, pusieron un inevitable punto final a la aventura que se cerraba con el sexto álbum de la banda, Duplexin. Toda esa historia la acaba de recoger el periodista leridano Àlex Oró en el apabullante ¡Bony es Dios!, una biografía oral que abarca y explica todo el fenómeno musical y subcultural creado alrededor de Los Negativos y el atemporal y vibrante mundo privado con el que siguen contagiando a oyentes de toda condición y edad.

A esta novedad bibliográfica se suma la recién publicada segunda novela de Carles, El Efecto Estroboscópico (Sílex), centrada en las aventuras y desventuras de una banda ficticia de los años 60. “Espero no defraudar demasiado a Ramiro Hernández, mi editor, y que siga confiando en mí después de este libro, porque voy a seguir escribiendo”. La anterior, un psicodélico Pulp en catalán titulado L’Afer Whitestone, era una carta de amor del parroquiano a la Swinging London.

Carles Estrada músic i cantant
Portada del libro El Efecto Estroboscópico (Sílex), la segunda novela de Estrada.

— ¿Y con Lestrade tienes alguna novedad a la vista?

— Con este proyecto vamos a intentar publicar el segundo EP. La idea es hacer un álbum entero. Si además consigo engañar a algunos músicos amigos, me encantaría tocar en directo.

Carles Estrada echa más azúcar a su café y, tras un breve y meditabundo silencio, retoma la palabra: “Soy de los que creen que mientras tenga algo pendiente por hacer, una novela por escribir, una canción por grabar, seguiré teniendo ganas de vivir. ¡Hay que comerse la vida a bocados!”.

La ciudad vista con los ojos de un enamorado

El parroquiano confiesa sentir un amor profundo por Barcelona: “Ya sé que no es tan bonita como yo la veo, pero es que yo estoy enamorado y el amor te hace perder la perspectiva. Yo he vivido mi juventud en el Carmel, un barrio con poco encanto y, en mis tiempos, mal comunicado, con calles sin asfaltar y su buena ración de quinquis. Sin embargo, echo la mirada atrás y sigo pensando que el Carmel me marcó en positivo. Ahora, hace muchos años que vivo en Gràcia y, como todos los de aquí, pienso que vivo en el mejor barrio del mundo. Ya sé que, como en todas las grandes ciudades, hay gente que lo pasa muy mal, pero eso no es sólo un problema de Barcelona. Me temo que no tenemos remedio. Creo poco en la bondad de la humanidad”.

Y prosigue: “Gente que no llega a final de mes, que no tiene una vivienda digna, que duerme en la calle, violadores, maltratadores, la vida tan cara y los sueldos tan bajos, los empleos tan precarios… todo eso no sucede sólo aquí. ¡Somos dandis entre basura!”, exclama Carles.

Apasionado por Barcelona cuando era la Rosa de Foc, al parroquiano le gustaría verse convertido “en un turista de aquel tiempo, protegido por un escudo de protones para evitar salir herido, si es que eso existe y, en cualquier caso, suena bien. Eran tiempos duros y yo no tengo madera de héroe, pero también muy creativos. Siempre he sentido una gran atracción por esa época”.

— ¿Qué imágenes te evoca aquel principio de siglo XX?

— Por ejemplo, me imagino a mi abuela con siete años y se me pinta una sonrisa en la cara.

Y, en pronunciar esas palabras mientras apura su café con leche, a Carles Estrada se le dibuja –en efecto– una plácida expresión de bienestar y alegría en el rostro.

Carles Estrada
El también escritor Carles Estrada se declara un auténtico underground.