Roger Mas es más un trovador moderno que un cantautor convencional. O, mejor dicho, es el cantautor de Verdaguer, de quien reivindica su espíritu contestatario, o de Maragall, al que en su último disco ha hecho subir el Parnaso. El autor de Solsona nos invita a explorar esta montaña griega, de connotaciones mitológicas y considerada la residencia de las musas, donde podemos encontrar letras maravillosas sobre nuestra tierra, la naturaleza, la tradición y las raíces. Es su décimo trabajo, veinte años después del primero, Les flors del somni (1997).
Como el mismo título evoca, Mas devuelve al mundo de los poetas, que tan bien conoce, adaptando textos de Joan Maragall, Miquel Martí i Pol, Eulalia d’Anzizu, Toni Gol i Roca y Amadeu Vidal i Bonafont. Uno de sus dones es la capacidad de recuperar textos antiguos y canciones tradicionales, pero que cuando pasan por su mano suenan absolutamente contemporáneos. De telón de fondo del disco, el escenario habitual: el país, sus tradiciones y contradicciones y el eterno conflicto con España.
En la canción de autor catalana hay una larga tradición de extraer la música de la poesía y él lo hace desde la madurez y el equilibrio, sin estridencias. “Cuesta mucho llegar a este equilibrio. Cuando empecé hace 20 años hubiera vendido mi alma por una buena canción, ahora sé que sólo quiero ser feliz haciendo lo que hago”. Y de momento lo ha conseguido, ya que es de los pocos músicos de nuestro país que puede vivir exclusivamente de su profesión y además lo hace disfrutando de los pequeños placeres mundanos y sin renunciar a ser él mismo: “hay que saber jugar entre el aceptación, que no resignación, y el impulso de hacer cosas nuevas”. Para el cantautor, “la vida hay que ir viviéndola y saber cuáles son los propios límites, para empujarlos de vez en cuando”. Disfruta esta lucha vital desde su Solsona natal, fuente constante de su inspiración y el lugar que más le pone los pies en sobre la tierra. Nosotros hemos conversado, para el The New Barcelona Post, en “Cal Trepat”, una antigua fábrica de maquinaria agrícola de Tàrrega, como símbolo de su arraigo al territorio.