[dropcap letter=”E”]
n estos días de incertidumbre y pandemia no es frecuente encontrarse con gente que explique abiertamente que es feliz. Entre los afortunados que viven sumergidos en este estado de ánimo se encuentra el cantautor Pau Vallvé, que acaba de publicar La vida és ara. Un disco que nació en días oscuros, y que está recibiendo una acogida formidable por parte del público. Vallvé presentará sus canciones los días 18 y 19 de noviembre en el Centre Artesà Tradicionàrius de Barcelona con todas las entradas agotadas.
— La historia de este disco empieza cuando pasan cosas bastante gordas…
— Sí. El mes de marzo del año pasado yo me separé de manera amistosa. Como tenía que ir a algún lugar, decidí instalarme provisionalmente en mi estudio, donde tengo un sofá-cama. Y unos días después llegó el confinamiento, de manera que me quedé en el estudio 75 días. Al principio fue heavy, porque estaba solo en un sótano sin luz natural, pero a la larga, y contrariamente a lo que hubiera esperado, fue bastante guay. Me fue muy bien parar, salir del río, y mirármelo todo desde fuera.
— El resultado de estos 75 días es La vida és ara, un disco donde haces cambios importantes en tu paleta sonora.
— Es que tantos días en un sótano dan para pensar mucho… Me di cuenta de que había determinados tics de mi música que no cuadraban mucho con mi manera de ser actual. A nivel de letras mis discos han ido evolucionando, pero a nivel musical se me habían quedado enquistadas muchas cosas del primer Pau Vallvé. Cuando en una canción pones el comodín del drama, o de la épica o del rock, es fácil que funcione. Me planteé qué pasaría si quitaba estos tics que ya no me representan, a ver si sabía hacer canciones planas que funcionaran bien sin todo eso.
— Hay menos densidad, menos envoltorio…
— Este era otro de mis tics, sí. Como tengo mi propio estudio y soy multiinstrumentista, yo siempre iba añadiendo cosas a los discos, un poco como el que añade salsa al arroz. Pero decidí que eso tampoco me representaba mucho. Yo soy más sencillo, más directo, más pim-pam, y quería reflejarlo. ¡También es difícil, eh! Hacer una canción que funcione con tres elementos, en vez de dieciséis, también es un reto.
— Siempre grabas tus discos a solas. ¿Por qué?
— Por una parte, porque es mi momento, cada dos años, de encerrarme y jugar: tocar instrumentos que me gustan, hacerme las portadas… Y, por otra, porque siempre he enfocado los discos como si fueran fascículos de un dietario que refleja todo lo que me ha pasado, sea de una manera más literal o más poética. Por lo tanto, me parece la cosa más natural hacerlo solo. Sería muy extraño que alguien escribiera un dietario a cuatro manos…
“Siempre he grabado mis discos a solas porque los considero fascículos de un dietario personal. Sería muy extraño escribir este dietario a cuatro manos”, afirma Pau Vallvé
— En el álbum destaca la variedad estilística. Incluso hay bossa nova (Què va, què va) y bolero (Com troncs baixant pel riu). ¿Eso también responde a esta voluntad de querer ser más tú mismo?
— Claro. Yo he estudiado jazz, empecé haciendo metal, escucho bossa nova desde los 18 años como un loco… Soy un apasionado de muchos estilos diferentes. Teniendo en cuenta esto, me hice preguntas. ¿Cómo puede ser que mi proyecto sólo sea un proyecto indie rockero, cómo he llegado aquí, a arrinconarme en esta esquina? Yo tengo casi más próxima la bossa nova que el rock. Pensé que era la hora de actualizarme, de abrir un poco más el abanico intentando llevar las cosas a mi sonoridad y a mi manera de hacer.
— Durante este confinamiento tan creativo e introspectivo cumpliste 39 años. ¿Eso también influyó?
— Yo siempre estoy nadando, y este confinamiento me ha servido para sacar la cabeza, ver si estoy yendo hacia la boya o me he desviado, y también mirar de dónde vengo y lo que he hecho hasta ahora. Todo eso me hizo ver que me había hecho mayor, que ya tengo bastante pasado, y que soy más feliz y más afortunado de lo que pensaba. Y también me he dado cuenta de que me he hecho mayor en otro sentido no tan positivo. Hay cosas de la vida que no se pueden cambiar y que antes me hacían estar muy cabreado, y ahora ya no. Hacerte mayor no es sólo alcanzar determinados objetivos, estar bien contigo mismo o tener un cierto éxito profesional. También hay una parte de la felicidad que se basa en haberte rendido en algunas batallas que no puedes ganar. Hay amigos que nos fallarán, cosas que no dan para más por mucho que las quieras exprimir, hechos que tienes que aceptar aunque no te gusten. Es lo que intento explicar en la canción Suposo que això és fer-se gran.
Yo siempre estoy nadando, y este confinamiento me ha servido para sacar la cabeza y ver si estaba yendo en la buena dirección, hacia la boya, o me había desviado
— Me ha llamado la atención el último tema del álbum, Tothom vol ser feliç. ¿Qué nos puedes contar al respecto?
— Aquí está un poco la gracia del asunto. El disco es como una especie de lista de todas las cosas que me han hecho ser infeliz o me han generado problemas en la vida, y cada canción es como marcar un ítem en este listado. En las dos primeras canciones se habla de la separación, y también está el cabrearse, el no disfrutar de las cosas, el miedo a la muerte, el dudar del sistema y querer cambiarlo… Son 12 canciones que hablan de mí. La número trece, Tothom vol ser feliç, es la única en la que le hablo a otra persona. Le explico que todo el mundo busca la felicidad, pero no es tan fácil. Como si después de esta lista de cosas que yo he tenido que ir tachando para llegar a sentirme bien, le pasara el relevo a alguien que todavía no lo ha conseguido.