Hace años, Giulia Valle dejó una carta en la cocina dirigida a su madre. “En esa carta, yo le decía todo lo que iba a hacer: grabaré discos, haré la mejor música posible, estudiaré contrabajo como una posesa, enseñaré. Buscaré mi propia voz en la música, aunque esto vino solo gracias, entre otras cosas, a los grandes músicos con los que he podido tocar, tanto aquí en Barcelona, como en Nueva York”.
Rememora todo ello sentada elegantemente en una mesa del Bar, en compañía de su inseparable galgo, Balú, de expresión afectada, porte señorial y bostezo holgado, y paladeando un rico gintónic “de BCN Gin” tras haber degustado un par de raciones.
“Soy Giulia –explica–, mi vida está centrada en la música. Escribo, grabo discos, me dedico a la docencia y mi instrumento principal es el contrabajo, aunque para escribir utilizo básicamente el piano”. Habla una de las puntas de lanza y artistas con más proyección internacional del Jazz barcelonés, con amplia actividad sobre las tablas y discografía a sus espaldas.
Una carrera en la que, justo estos días, marca un nuevo hito a través de “un proyecto muy distinto a lo que estoy habituada a hacer, que es música más bien instrumental y vanguardista: Un homenaje al gran Carlos Cano, quien fuera gran innovador de la copla”. Este homenaje acaba de fraguar en varios directos y un disco, el noveno de la artista, Carlos Cano en Clave de Jazz (Satélite K).
“He tenido libertad absoluta, y he logrado, apoyada por magníficos intérpretes, llevar la música de Cano a mi terreno sin perder la esencia, aun habiendo temas completamente revisitados”. Santiago Auserón, encargado de las notas del disco, así lo define: “La alianza infrecuente de la mejor canción popular española y el jazz más innovador ha dado a luz un disco memorable”.
Disfuncionalidad y la muerte del ego
Como buena artista ya en su etapa de madurez, Giulia se siente especialmente orgullosa “de haber podido sacar adelante un discurso, de tener una vida en la música y de ser un referente para esas nuevas generaciones que admiro enormemente. Ayudarlas a encontrar su camino, a perder miedos, a priorizar el sentido común en la música antes que un virtuosismo porque sí, le da sentido a mi existencia”.
Y ahí es donde la artista marca la diferencia entre un alumno aventajado y un maestro: “Al final se trata de generosidad. El ego tiene que morir a partir de una cierta edad, y ahí es cuando empiezan a pasar cosas realmente trascendentes”.
Otra cosa de la que se siente muy orgullosa es “de que, pese a mi disfuncionalidad, he logrado llevar a cabo cada uno de los proyectos que he encarado. Por otro lado, como bien decía David Bowie, un artista no puede no ser disfuncional”.
Han pasado casi 20 años desde un verano, transcurrido con su tío en la Toscana, preparando frenéticamente Colorista, el que sería su debut como líder. En este punto, Giulia echa la mirada atrás con satisfacción, deteniéndose en momentos hermosos: “algunas de las muchas giras por Europa, Estados Unidos o Canadá con mis grupos. Conciertos memorables, algunos de los cuales se han inmortalizado en disco. Algunas críticas como una que recuerdo con gran afecto de Karles Torra, para La Vanguardia, cuando presenté Colorista en el Jamboree”. Y un amplio etcétera.
Una ciudad irreconocible
Insobornable vecina del Poble Sec durante las últimas dos décadas, la artista confiesa que, ahora mismo, su relación con Barcelona “es de decepción total y absoluta”.
“Recuerdo una Barcelona vital, de la que siempre amé el Raval y el Poble Sec. Siempre me entusiasmaba salir a pasear por el barrio o por el Raval cuando regresaba de alguna de mis estancias en Nueva York. Tenía mi ruta hecha: paseo por la Central, comer en algún vegetariano, carajillo en algún bar de esos, bien cañís… Ahora ya no me apetece hacer nada de eso porque ya no reconozco esta ciudad”, lamenta a propósito de la pérdida de un callejero físico y emocional, donde se han perdido los paisajes y paisanajes que dibujaron y definieron su percepción urbana.
A todo esto, la conversación ha transcurrido con un sacrosanto silencio de fondo, con que, cuando a Giulia Valle se le pregunta si quiere escuchar algo en la radio, ella, admirada compositora e intérprete, aplaudida en escenarios de medio mundo, brinda una respuesta más que sorprendente:
–Pues me encanta escuchar debates políticos, debates de fútbol y programas sobre fenómenos paranormales.
–¡No fastidies! ¿En serio?
–En serio, en serio–, sonríe divertida.