Javier Pérez Andújar
El escritor Javier Pérez Andújar. © Laura L.B.

Las psicofonías de un Javier Pérez Andújar confinado

El último ganador del Premio Herralde de Novela teje múltiples historias en El año del Búfalo, con personajes atrapados en un garaje de una tal Suburbia, episodios históricos que convergen en 1973 y notas al pie de página que toman la batuta narrativa

Con El año del Búfalo, Javier Pérez Andújar (Sant Adrià de Besòs, 1965) ha escrito el libro en el que llevaba pensando desde hace 25 años y la pandemia le dio la excusa para hacerlo. Su nueva novela explica cómo un escritor pierde el control de una obra cuando la termina o, más bien, le dan un golpe de estado narrativo en toda regla. Los que se sumerjan en su lectura se encontrarán atrapados en un garaje, confinados como le gusta repetir a Pérez Andújar para dejar constancia del momento en el que la escribió, con tres personajes que están ahí porque quieren, para no perder su condición humana.

También verán como el autor de esa historia, Folke Ingo, se ve desautorizado desde las notas al pie de página por cualquier interlocutor que considera que tiene algo que decir, desde el Ministerio de Humanidades que lo está editando, su propia madre, su traductora, los padres de los confinados hasta el Club de Amigos de Gregorio Morán y un cineclub de Santa Coloma de Gramenet. Un poco como la vida misma, por lo que hasta esa reacción tan actual como la de ofenderse por todo queda reflejada, con discusiones acaloradas por cualquier nimiedad, que se desvelan como diferencias insalvables.

Por si fuera poco, todo esto se entremezcla con episodios históricos, presentados en forma de psicofonías, con Franco, Mussolini, Agostinho Neto, Lumumba, Gadafi o Joselito como personajes verídicos, que Pérez Andújar ha escogido por relación afectiva, recordando las noticias que leía en los periódicos o veía en la tele cuando era un chaval. “Al libro le sucede lo mismo que se cuenta. Se está hablando de golpes de estado, guerrillas… Todos son caminos marginales del tronco principal de la política, que es la política parlamentaria. Y escribe un escritor marginal, que lo hace en una lengua marginal, porque es finlandés pero escribe en sueco, y habla de gente que vive en un barrio marginal, Suburbia. Está todo escrito alrededor de los márgenes”, explica Pérez Andújar en una entrevista con The New Barcelona Post.

Con un espacio físico poco definido, con saltos constantes de un país a otro, “como un atlas”, y una única mención a esa Suburbia en la que hay un garaje con tres confinados, el marco temporal está más claro. 1973 se erige como el punto al que los diferentes episodios recurren. “No me fue muy difícil elegir ese año, me iba la cabeza ahí”, señala. La crisis del petróleo, el colapso de los países que habían logrado descolonizarse y ser independientes en los sesenta, el atentado a Carrero Blanco… “Cambia el mundo, todo el optimismo que hay en la época hippie y en mayo del 68 es el último resplandor, luego ya viene la decepción”, explica. Javier Pérez Andújar ha querido dibujar “un mundo que no es que se haya perdido, existe, pero de otra manera, la respuesta y los actores son diferentes, pero la herida está ahí y es la misma: la pobreza y la explotación de unos países sobre otros”. 1973 era año del búfalo, según el horóscopo chino, como también lo ha sido 2021, año en el que su libro homónimo le ha servido para ganar el Premio Herralde de Novela, convocado por la editorial Anagrama. “Ha sido coincidencia”, asegura.

En contra de leer moralmente

Cansado de escucharlo, el escritor rechaza rotundamente que se pueda tildar a esta novela como rara. Se puede decir que no es una lectura habitual, pero eso no significa que no siga la tradición literaria. “No existen los libros raros”, sentencia. “Un libro puede ser divertido, entretenido, gracioso, largo… Pero no son raros. ¿Por qué decimos ahora que las cosas son raras? Porque los que nos estamos volviendo raros somos nosotros, somos incapaces de asumir el movimiento y la diferencia. Todo lo que se sale de la foto o de lo preconcebido lo tildamos de raro, pero eso es un problema nuestro, no de la cosa”, sostiene.

Pone ejemplos. Rayuela de Julio Cortázar, Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll o Don Quijote de Miguel Cervantes, ¿nos resultan raros? “La mayoría de los libros interesantes son raros desde el punto de vista actual”, remarca. “En El Quijote, de repente, a mitad del capítulo diez de la primera parte, Cervantes te dice que esto es un manuscrito que se ha encontrado yendo por el mercadillo de Toledo e interrumpe la acción, justo cuando un personaje le va a dar con un palo al Quijote, el vizcaíno. Cervantes corta y dice “No, no, esto son papeles que me encontré” y, luego, cae el palo. Eso es cinematografía pura”, expone.

Es por ello que condena “leer moralmente” y aboga por “volver a leer normal”, es decir, “coger un libro, empezar a leerlo, ponerte de su parte, seguir lo que dice y olvidarte de ti y estar con el libro”. Desconfía de aquellos que esperan que un libro les aporte algo. “Te aportará tu madrina el día de tu cumpleaños que te da 100 pesetas o un euro… No hay que ir al libro en busca de información, hay que ir en busca de lectura”, defiende. “Los libros no son una píldora que te tomas y te sienta bien o mal, y ya has aprendido. El libro es como andar o estar en el mar, es lo que va pasando, es inmenso y, al final, te ahogas”, añade.

El año del Búfalo de Javier Pérez Andújar
En El año del Búfalo se explica cómo un escritor pierde el control de una obra cuando la termina o, más bien, le dan un golpe de estado narrativo en toda regla.

El atlas de Javier Pérez Andújar

Si El año del Búfalo retrata muchos países, cercanos y lejanos, en la época en la que llegó el pesimismo, el atlas de Pérez Andújar está más acotado. Desde su casa en el Clot, va andando a todos lados y lo hace en dos direcciones. O hacia el centro de Barcelona o hacia Sant Adrià de Besòs, cuando va a ver a su madre y a sus amigos. “Mi frontera es Plaza Universidad, ahí se acaba mi mundo. Por el otro lado, la frontera con Badalona, a partir de ahí también es tierra incógnita para mí. De la calle Bogatell de San Adrián hasta Plaza Universidad. El resto es el extranjero. O sea, me da lo mismo ir a Moscú que a Badalona. Está muy lejos”, detalla.

El marco físico de Pérez Andújar se ciñe de la calle Bogatell de Sant Adrià hasta Plaza Universidad: “El resto es el extranjero”

El río Besòs, “ahora se llama paseo fluvial”, y la playa de Sant Adrià son de sus vías principales. “La playa me encanta, pero en invierno, no para ir a tomar el sol y bañarse, eso está muy bien que lo use la gente, pero a mí me gusta cuando no hay nadie y a los mejor hay cormoranes en los búnkeres”, una señal que evidencia la recuperación que ha vivido el río, como también la presencia de garzas reales, garcetas o patos.

De todo eso es de lo que acaba hablando Pérez Andújar en sus libros. “Yo escribo con lo mío y lo mío es lo que he leído, lo que he visto, la gente que conozco y las calles por las que ando”, indica. Para los amigos que introduce en sus historias, no duda hasta crear clubs de fans, como el de Gregorio Morán en El año del Búfalo, que acaba teniendo un papel muy destacado en la trama principal, aunque puede que el cineclub de Santa Coloma lo acabe rebatiendo. Pero, probablemente, eso sea lo de menos.