Mónica Subietas
La escritora Mónica Subietas. ©Luis Lumbreras
EL BAR DEL POST

Mónica Subietas: En permanente construcción circular

“A los diez años quería ser escritora, a los veinte, periodista; a los treinta, diseñadora editorial; a los cuarenta, escritora otra vez. Fui todo eso y, cuando creí que por fin se cerraba el círculo, pensé: aquí me planto. Lo que no sabía es que una nunca termina de ser escritora, pues cada nueva historia implica abrir un nuevo círculo”. La escritora Mónica Subietas está de visita en la ciudad que la vio nacer y ha aprovechado para hacer un alto en el Bar, donde a punto ha estado de pedir un vino tinto, “no cualquier cosa”, antes de rectificar y optar por “una cervecita bien fría” para combatir el calor, mientras suena de fondo “Bruce Springsteen, por favor”, un artista de la que se declara devota desde los once años. 

“Escribir un libro no significa terminarlo. Terminarlo no significa publicarlo. Publicarlo no significa que se venda. Que se venda no significa que sea bueno. Que sea bueno no significa que el siguiente también vaya a serlo, si es que hay un siguiente. Sin embargo, te pones a escribir el próximo libro buscando eso, que sea mejor que el anterior. Si lo terminas. Si logras publicarlo. Si se vende. Si es bueno. Si es mejor, porque solo entonces el círculo puede cerrarse para volver a empezar”, prosigue. 

“Por eso digo que estoy en construcción permanente —concluye—, digamos que me construyo en círculos”. Un proceso de apuntalamiento constante del alma que se completa con un matrimonio y  una hija: “Algo que también me construye cada día e incluso logra que mis cimientos se tambaleen”.

Estos días, ve la luz su debut literario, El bosque en silencio (Roca), con una trama ambientada en la Suiza de 1942 que ahonda en el tráfico de arte expoliado y el origen del secreto bancario, y que es “un libro atípico, porque, a pesar de estar escrito originariamente en castellano, se publicó en alemán y en polaco antes que en su idioma original”. Algo comprensible habida cuenta de que, desde hace quince años, Mónica reside en Zúrich.

La maquinaria sigue, no obstante, a pleno rendimiento. “Ahora mismo estoy con la promoción del libro, pero también ando ultimando otra novela y un volumen de relatos. Además soy redactora en un portal de noticias suizo, trabajo un día a la semana con familias inmigrantes en un programa de fomento de la lectura, conduzco un club de lectura y participo en otros dos, doy talleres de escritura creativa y de lectura crítica, entre otras actividades. Quizá parece mucho, pero en realidad todo se complementa y, al final, todo está relacionado con la escritura o con la literatura”.

En el nombre de la hermana

Desde niña, la parroquiana alimentó el sueño de escribir. “Mi historia de amor con las letras fue bastante precoz, pues aprendí a leer a los tres años pero no con libros infantiles, sino con el periódico que solían leer mis padres”. Eso la llevó al periodismo y al diseño. 

Pero los reportajes no eran suficiente. “Escribiéndolos me di cuenta de que siempre me faltaba espacio y de que mi mente deseaba ir mucho más allá. Entonces regresó mi sueño infantil de escribir ficción y ahí me quedé a vivir”. No fue un arranque fácil. “Tuve infinidad de oportunidades para tirar la toalla y no lo hice”, explica, poniendo en valor “el tesón para avanzar, la humildad para aprender, la resiliencia ante el rechazo y mucha paciencia, pues la escritura es una carrera de fondo en la que una siempre se siente novata; pero es lo que me hace sentirme plena“.

Desde niña, la parroquiana alimentó el sueño de escribir

Esta sublimación del sueño hecho realidad tiene en parte un origen trágico. “El gran punto de inflexión en mi vida fue la muerte de mi hermana. Padecía síndrome de Rett y murió a los dieciséis años. Decidí vivir por ella, disfrutar de todo lo que ella no pudo. Desde entonces aprecio la vida y la salud como lo que son: un privilegio”. De este modo, la divulgación de este síndrome “muy cruel porque encierra a las niñas en sus cuerpos y sólo pueden comunicarse con la mirada” se ha convertido en uno de sus propósitos vitales. “Investigar es muy necesario, y requiere financiación”.

Otro gran momento clave, en esa obra circular perennemente en curso que es la vida de Mónica Subietas, llegó cuando decidió irse a vivir a Suiza: “Hasta entonces escribía, pero allí empecé a ser escritora”.

Mónica Subietas se convirtió en escritora cuando se mudó a Suiza.

La ciudad por la que todo pasa

“Nací en Barcelona y es el lugar en el que cargo pilas. Este es mi epicentro: mi gente, mis raíces, la mayoría de mis recuerdos… todo pasa por aquí”, explica la parroquiana, enamorada de todas las señas de identidad de la urbe: “El mar, la historia, la arquitectura, la gente”. Y, sobre todo, fascinada por la plaza de Sant Felip Neri. “Es increíble que un sitio tan pacífico esconda un episodio tan violento y tan trágico. Durante la Guerra Civil cayó allí una bomba que mató a 42 personas, la mayoría de ellas niños de un parvulario que habían ido a refugiarse bajo la iglesia. Esto hace que me plantee cuántas otras cosas desconocemos de cada calle, plaza o edificio que visitamos”.

“Nací en Barcelona y es el lugar en el que cargo pilas. Este es mi epicentro: mi gente, mis raíces, la mayoría de mis recuerdos… todo pasa por aquí”

Su anécdota favorita de Barcelona es, no obstante, muy personal: “Conocí a mi marido, un suizo de Zúrich, en el bar Zúrich. ¡Y terminé viviendo en Zúrich!”

No obstante, la escritora Mónica Subietas no oculta su disgusto con la suciedad que encuentra en la ciudad, según viene de visita. “Me desagrada el olor de orines, bastante habitual en calles estrechas. Tampoco me gusta la inseguridad: el otro día paseaba con mi hija y robaron el reloj a un hombre ante nuestros ojos. Era un anciano y le tiraron al suelo. A mi madre le han robado el bolso o la cartera varias veces, en la calle y en el transporte público. Continuamente oyes historias de este tipo y no se limitan a una zona, es algo generalizado”, lamenta, según da cuenta de su cerveza.

— En este Bar estás segura y a salvo. No huele mal y se come de maravilla por si la siguiente cerveza la quieres acompañar de un menú, un plato combinado, un bocadillo o unas tapitas…

A Mónica Subietas se le escapa una fuerte carcajada.

“¡Ahí me matas! ¡Soy muy de tapas! Pero para responder a tu propuesta te diré que: menú del día en España, plato combinado en Suiza”.

— ¡Pues en Suiza no estamos!

“¡Pues eso mismo!”, replica sin perder la sonrisa.

La escritora viene a Barcelona a cargar pilas. ©Luis Lumbreras