Yo fui durante dos años voluntaria en la cárcel Modelo de Barcelona. Iba todos los martes a dar una clase de Periodismo. La clase la daba en un sótano sin luz natural, un espacio grande compartimentado por tabiques formando cubículos para las distintas actividades. A la mía (a mi clase) solían acudir unos 20 internos.
Lo primero que aprendí es que preguntarles por qué estaban en la cárcel era de pésima educación. O sea que nunca sabías con quién estabas tratando a no ser que el sujeto te lo contara espontáneamente. Si tengo que dar crédito a todo lo que espontáneamente se me contó, llegué a tener entre mis alumnos a un asesino a sueldo de la mafia italiana (ofendidísimo por haber sido condenado por falsificación de moneda, un delito que según él nunca cometió…), a una exmano derecha de Pablo Escobar, a un pobre muchacho de Terrassa que en un mal momento económico cometió el error de pasar droga en un avión y claro, le pillaron (me hizo quedar con su novia para consolarla y asegurarle que en la cárcel no se estaba tan mal…) y un multiatracador de bancos con no sé cuántos años de condena por delante, al que su mujer acababa de pedir que renunciara al hijo común para que pudiese adoptarlo y darle sus apellidos la nueva pareja de ella. Etc.
Fue una experiencia enormemente formativa, sobre todo para mí. Yo les trataba siempre de “caballeros”, algo que tenía la doble virtud de expresar respeto y de marcar distancias. Recuerdo un día que en plena clase falló la corriente eléctrica. Nos quedamos totalmente a oscuras en aquel sótano. Se formó un instantáneo silencio formidable. Roto a los pocos segundos por servidora: “no se me asusten, caballeros, en seguida volverá la luz”. Nunca olvidaré las risas que siguieron. Sus risas. Inesperadamente entrañables.
Visto en perspectiva, supongo que esto de tener una cárcel en medio del Eixample fue siempre una completa animalada. El patio era muy visible desde muchos balcones, lo cual exponía a los presos a cierta indignidad de monos de feria. Por lo demás de modelo, la Modelo no tenía nada: diseñada para 800 reclusos, casi en seguida triplicó aquella ratio. Era fea, sucia y deprimente, con esa estructura de panóptico que, ominosamente, han acabado copiando las redacciones de algunos periódicos. El ojo que todo lo ve y nada perdona. El hecho de que allí muriera ejecutado a garrote vil Salvador Puig Antich, y que fuese también en los 80 el escenario de un famoso motín liderado por el Vaquilla, bueno, pues añadía más leña al fuego de la leyenda…negra.
De modelo, La Modelo no tenía nada: diseñada para 800 reclusos, casi en seguida triplicó aquella ratio; era fea, sucia y deprimente
La noticia de que finalmente la Modelo se cerraba en 2017 provocó en mí, lo recuerdo perfectamente, sentimientos encontrados. Por un lado me alegré de que se cerrara aquel antro inmundo y de que los presos, si es que presos tiene que haber, fuesen reubicados en instalaciones más humanitarias y modernas. Por otro lado pensé que sacar los presidios de los núcleos urbanos para llevárselos a polígonos industriales remotos, o directamente a remotísimos descampados, no deja de tener un punto de prestidigitación social. De ocultación de la realidad. La gente que no ha pisado jamás una cárcel tiende a frivolizar lo que significa estar dentro, todo lo que puede llegar a ocurrirle a una persona que allí dentro está, no meramente privada de libertad, sino envasada al vacío. Metida en una olla a presión distópica.
Notable hazaña urbana será la anunciada recuperación del espacio carcelario, tan intensamente sufrido y vivido, para viviendas, equipamientos sociales…incluso un pulmón verde en toda regla, he leído aquí mismo, en The New Barcelona Post. Dice mucho de la vitalidad de una ciudad su capacidad de darse la vuelta como un calcetín, de regenerar sus tejidos más sensibles, de convertir plazas de toros y hasta cárceles en…otra cosa.
¿Se iría usted a vivir a lo que un día fue una celda de la quinta galería? Yo no podría dejar de preguntarme qué habrá sido de mis “caballeros” todas las noches, al apagar la luz…