Uri trabajaba en el sector de los eventos antes del estallido de la pandemia. Poco después, su empresa lo puso en un ERTE y, al final, lo acabaron despidiendo. Con 10.000 euros, ahorrados del dinero del finiquito, los ahorros de toda una vida y un préstamo bancario, fundó su propia empresa: Kapio, una joyería artesanal made in Barcelona.
Kapio nace el 1 de marzo de este año con una promesa: hacer joyas que duren toda una vida. Para Capell, “lujo es poder decir: esto me acompañará siempre”.
El emprendedor quiere ser una alternativa a las grandes marcas y hacer un “producto de calidad para un bolsillo estándar”. El precio medio de su cartera son 130 euros, y solo trabaja con plata y oro como base. Las piezas de plata van desde los 55 hasta los 130 euros y las de oro de los 125 a los 800 euros. “Los precios son elevados porque los materiales son buenos”, dice Capell, y añade: “pero el margen del retail dista mucho del que hay en el mercado”.
Kapio apuesta, también, por el slow fashion como rasgo diferenciador. Solo producen artesanalmente y por encargo. “No quería alimentar todavía más al monstruo”, confiesa. Trabaja bajo demanda utilizando los recursos justos para hacer cada pieza.
Los clientes pueden o bien encargar un producto de su colección (con opción a personalización), o bien sentarse con Oriol, comentarle lo que desean y que él haga realidad su idea. Apasionado del arte y la escultura, presume de hacer él mismo los diseños de las piezas. “De pequeño, algunos practicaban fútbol, yo dibujaba”.
Además, se enorgullece de tener un proyecto “100% local”. Siempre ha tenido claro que Kapio tenía que ser una joyería barcelonesa. Con la pandemia “se ha parado el mundo y te das cuenta que solo tienes lo que hay aquí”, reflexiona. Por eso, el suyo, asegura, sí es comercio de proximidad.
Las joyas se producen artesanalmente y por encargo, utilizando los recursos justos para hacer cada pieza
La producción se realiza en dos talleres de artesanos en el barrio de Gràcia (Barcelona) y los proveedores están en el centro de la ciudad. Todo el circuito por el que pasan las piezas es barcelonés, excepto el packaging que es de Zaragoza. El centro logístico, dice, es su habitación. “Es la orquesta de un solo hombre”, ríe. Por ahora, no tiene previsto incorporar a nadie más al equipo.
Con 5 meses de vida, Capell dice que le está yendo “bastante bien, a pesar de que cuesta”. Las valoraciones que recibe son buenas. “La colección ha gustado bastante y esta era mi máxima preocupación. Si no gustaba, tenía un problema de base, pero no ha sido así”, explica a The New Barcelona Post.
Sus clientes van desde mujeres de unos 30 años que “tienen sus primeros sueldos, que les permiten darse un capricho”, hasta mujeres de unos 50 ó 60, que ya están “establecidas” y “se lo pueden permitir”. Capell está contento de haber llegado al “perfil de mujer independiente que no necesita que nadie le regale nada”, precisamente el que buscaba y el que le inspiraba para hacer los diseños.
Kapio es 100% local: la producción la llevan dos talleres de artesanos de Gràcia y los proveedores están en el centro de la ciudad
Oriol creció rodeado de mujeres. Dice que lo ha criado su abuela, su madre, sus cinco tías y su hermana mayor. “Tengo la suerte de poder estar rodeado de mujeres fuertes, empoderadas y trabajadoras que son una inspiración para sacar adelante proyectos así”, afirma.
Su objetivo a largo plazo es actualizar piezas antiguas. De hecho, este es el motivo por el que nace Kapio. Así, el proyecto empezó a tomar forma bastante antes de que a Uri lo echaran del trabajo. Hacía dos años que lo meditaba.
Empieza a darle vueltas cuando fallece su abuela y la familia se reparte sus joyas. “Había muchas que no eran útiles para el día a día”, comenta. Es entonces cuando empieza a buscar firmas que modernicen piezas antiguas, y se da cuenta de que “prácticamente nadie ofrece un servicio de confianza como este. Una cosa es encargar un anillo, el otro es llevar un anillo de tu madre o de tu abuela para que lo arreglen”.
Kapio se crea para ofrecer este servicio, pero con el nivel financiero con que se encontraba Uri tras la crisis de la Covid, no podía abrir un taller. “Hice un estudio de mercado y comprobé que con una tienda física es más fácil que te confíen estas cosas”, explica. Así que dio un paso atrás y decidió montar, primero, una tienda online que le permitiera ganarse la confianza de los clientes y conseguir más financiación para, después, tener la fuerza suficiente para abrir el anhelado taller.
La facturación prevista para este 2021 es de 5.000 euros. En el segundo año de vida, espera ingresar 15.000 euros y en el tercero, cuando estima que conseguirá el punto de equilibrio, 30.000 euros. Este 2021 el objetivo es desarrollar la colección y la infraestructura necesaria para sacar adelante el proyecto y, con la mirada puesta en 2022, hacer promoción.
En un futuro le gustaría abrir una tienda física, porque cree que es lo que “impulsaría más la marca”. Lo que quiere Oriol es “invitar al público a su casa” y poder conseguir su objetivo a largo plazo: “actualizar piezas y seguir con su legado”. Y sabe que la manera de hacerlo es de tú a tú.