Ha muerto el hombre de ochenta y un años que fue la segunda persona de Reino Unido, y el primer hombre, en recibir la vacuna de Pfizer. El difunto, y esta es la cuestión curiosa, se llamaba William Shakespeare. Supongo que en una familia con ese apellido es difícil no caer en la tentación del bautizo. Conozco a una Amaranta Buendía y a una Anna Franch, con ch final. Ésta última me explicó que en su pueblo, valenciano, el apellido Franch es muy habitual y que hay muchas Anas. Fue casualidad.
Supongo que si te llamas William Shakespeare te acostumbras a esperar algo siempre que dices tu nombre. Una sonrisa de complicidad, una pregunta o, claro, la indiferencia: alguien que no dice nada de nada, que no levanta la vista si le dices: “Me llamo William Shakespeare”. En el caso de este hombre, la concejala de su municipio, amiga suya, escribió en Facebook: “Me entristece mucho saber que nuestro amigo, el encantador Bill Shakespeare, ha muerto”. Este “Bill” tan lógico, ante el “Shakespeare”, sorprende. Es como tener por amiga a una Merche Rodoreda, a un Micky Cervantes o a una Emi Pardo Bazán.
El caso es que la presentadora del Canal 26 tuvo que dar la noticia en directo. “¡Ha muerto William Shakespeare!”, debió de gritar alguien de producción. Y le diría a ella por el pinganillo. “¡Ha muerto William Shakespeare! Espera a decirlo, que pido un carro de imágenes”. Porque siempre es mejor dar una noticia de última hora con imágenes. Y al cabo de nada le debió de hacer una señal de “Ok” con el dedo: “¡Tenemos imágenes!”. Y entonces, la presentadora anunció: “Vamos con una información que nos deja con la boca abierta ante la magnitud de este hombre. Hablamos de la muerte de William Shakespeare. Como saben, uno de los escritores más importantes, para mí, el más referente de la lengua inglesa”. Y añadió, quizá porque se lo estaban diciendo por el pinganillo: “Es el primer hombre de Reino Unido que recibió la vacuna”.
Se hace difícil saber qué le pasó por la cabeza. Si creía que el escritor William Shakespeare, el autor de Hamlet, estaba vivo hasta ese día, ¿cómo es que nunca, nunca quiso entrevistarlo o ofrecerle trabajo como tertuliano? Cuando con Quim Monzó trabajábamos en El Matí de Catalunya Ràdio, para Antoni Bassas, nuestra ocupación principal era entrar en su despacho, coger los libros de Rodoreda, Cervantes, Pla, Víctor Català… que tenía en los estantes y dedicárselos. “A l’amich Antoni ab admiració”, le “escribió”, creo, que Ausiàs March. Pero no lo hacíamos con la intención de que se lo creyera. Válgame Dios.