Alexia Putellas, Josep Carreras, Antonio López, Montserrat Caballé, Leo Messi, Antonio Banderas, Carlos Sainz, Rosalía, Marc Márquez, Jordi Alumà, Jaume Plensa, Andrés Iniesta, Joaquín Maria Puyal, Joan Roca, Carles Puyol, Joan Manuel Serrat, Rafa Nadal, El Tricicle, Kilian Jornet… El vídeo recopilatorio de todos los premios otorgados por la Fundació Sport Cultura durante estos años es suficiente para justificar su existencia, aunque, además de estos premios (que es por lo que son más conocidos), la fundación también participa en diversas tareas sociales como la elaboración del Estudio de Valores del Deporte, la organización de diversos torneos deportivos o la celebración de jornadas de innovación y emprendeduría para acompañar a entidades y clubes.
Sí es cierto que hay mucha flor y nata, sí es cierto que junto a entidades sociales históricas conviven en sus órganos algunos peces gordos empresariales, pero también es cierto que alguien debe hacer que nos conozcamos y nos vemos las caras. Y sí, fue Samaranch quien fundó los Premios Sport Cultura en 2004, pero no sé si nadie más habría podido montar una entidad que procurara unificar la voz y el diálogo entre el deporte, la cultura y las instituciones: el caso es que lo hizo él. De hecho, no hace falta que todos pensemos igual, pero sí que es necesario que, en Barcelona, nos conozcamos todos. De hecho, es inevitable, tarde o temprano. Pero, aparte de conocernos, una vez al año echamos un vistazo a nuestros protagonistas en estos dos ámbitos y podemos concluir con cierta chulería que somos bastante cojonudos. “Són molts anys plens d’afanys” y, este año, también.
Edificio RBA, 23 de mayo, un buen aperitivo de pie y un buen almuerzo posterior. Las conversaciones que enlazo van sobre música (Palau, Liceu, Auditori han venido como un solo hombre), sobre mecenazgo (la nueva ley, las entidades y fundaciones filantrópicas implicadas, lo que todavía nos falta por alcanzar), las elecciones (no han venido los candidatos, aunque estaban invitados: no lo habrán considerado lo suficientemente urgente dentro de su carrera desenfrenada) y más brevemente el negocio editorial. Como sobre deportes no sé hablar, a lo sumo me entretengo un rato con el jefe de deportes de RAC1, el recuperado Joan Lluís Garcia, y aventuro indicios sobre la vuelta de Messi o sobre la prematura añoranza del Camp Vell antes que lo derriben.
Este año celebramos Grant Dalton, en la categoría de deporte, y Carla Simon, en la categoría de cultura en los Premios Sport Cultura. El primero es un destacadísimo regatista neozelandés que ha dado varias vueltas al mundo a vela, protagonista de destacados récords mundiales. Recibe el galardón en manos del presidente del Real Club Náutico, Jordi Puig, y en su parlamento, aparte de referirse obviamente a la próxima Copa América, nos habla de recrear el espíritu olímpico de la ciudad. En cambio, Carla Simon recibe el galardón en manos de la presidenta del Consejo de administración del TNC, Neus Aranda (añoranza de la época Daurella, por cierto). Tampoco es exactamente que reciba el galardón, porque nuestra flamante embajadora cinematográfica no podía asistir a la ceremonia y, aparte de reivindicar en un vídeo la presencia de las mujeres en el cine, no se ha olvidado de mencionar la importancia que a nivel internacional se sepa de la existencia de nuestra lengua y de nuestra “región”. Más que embajadora, pues, podríamos hablar como máximo de una cónsul honoraria. Suspiro. Por no decir qué lástima.
El premio a la trayectoria es para el gran compositor y director Antoni Ros Marbà, que recibe el galardón de manos del presidente del Palau de la Música, Joaquim Uriach, y que nos ofrece el discurso más brillante de la comida: aparte de anunciar una próxima obra sobre Walter Benjamin a estrenar en el Liceu, parafrasea tanto a Einstein (parece ser que de él es la frase sobre no parar de pedalear para evitar que la bicicleta caiga) o Ravel: “Es mejor un buen cuplé que una mala sinfonía”. Y, al parecer, cada vez se siente más atraído por Beethoven que por su hasta ahora preferidísimo Mozart. Todo el mundo acaba tarde o temprano, entrando en razón y cansándose un poco del niño repelente que todo lo sabe hacer (dicen) bien.
Es la tercera vez en la historia de los Premios Sport Cultura (por cierto, bien presentados por el locutor de radio Aleix Parisé) que se hace una mención especial: el Hospital Sant Joan de Déu en 2018, Josep Lluís Vilaseca en 2020 y este año el exfutbolista y ex entrenador Juan Carlos Unzué, que carga con él toda la causa en favor de los enfermos de ELA. Y que ya no puede, al parecer, sostener un micro. Afirma que el premio que quisiera recoger es que los enfermos de ELA no quisieran, demasiado a menudo, morirse por no ser una molestia para sus seres cercanos. Nos habla de priorizar a las personas y de cómo, en este mundo que ve cada vez más inaccesible para su cuerpo, esta prioridad pierde posiciones de forma demasiado clara. Segundo suspiro. Por no decir qué miedo.
Otro año más, pero nos hemos visto las caras. Otro año más, pero la sociedad civil barcelonesa (las élites y las que no son tan élites) han compartido un espacio durante un rato y han hecho la cosa bonita de cada primavera. Otro año más, pero sólo en un pequeño pueblo como Barcelona, es posible que personas tan diferentes se puedan entender en algo. El deporte y la cultura tal vez sean sólo un pretexto. Quizás sí, de acuerdo. Pero bien pensado: ¿y qué?