Avinguda de Gaudí amb l'Hospital de Sant Pau
La Avenida Gaudí con el Hospital de Sant Pau de fondo. © Clara Soler Chopo

La única avenida de Barcelona

Crónica de la conferencia "La Avenida Gaudí, un misterio por aclarar", pronunciada en el Hospital de Sant Pau, en el marco del año Lluís Domènech i Montaner

“La Avenida Gaudí es la única avenida de Barcelona”. Así de tajante fue el arquitecto y catedrático de Harvard Joan Busquets, en la conferencia La Avenida Gaudí, un misterio por aclarar celebrada en el Hospital de Sant Pau este pasado 19 de enero. En cuanto oyes esta frase el cerebro protesta: “¿Y la Diagonal? ¿Y la Meridiana? ¿Y Josep Tarradellas?”. Pero lo que vas entendiendo a lo largo de la explicación es que no es sólo el “misterio” de la avenida Gaudí, bastante interesante por sí solo, sino la dicotomía entre la filosofía de Cerdà y las concepciones urbanísticas más radiales, que Domènech i Montaner consideraba compatibles, pero que en verdad se daban considerables (y sonoras) bofetadas. Ahora que tanto se habla de defender el modelo Cerdà, ante las ocurrencias de las supermanzanas, aprender sobre el verdadero espíritu del Plan nos puede dar, además, una opinión sobre si se está respetando o no. La avenida Gaudí lo respetó, y no respetó, al mismo tiempo. ¿Cómo es posible?

La conferencia tiene lugar, claro, en el marco del año Domènech i Montaner, del que es comisario Lluís Domènech “sénior”, y es normal que se haga en el hospital que es a la vez obra del arquitecto (“el segundo del Modernismo”, según Francesc Pujols) y sede de la Fundació Domènech i Montaner. Quien habla son Joan Busquets y Lluís Domènech “junior”, que es arquitecto, alumno de Busquets y al mismo tiempo director de arquitectura de la estación de la Sagrera. Junior, pues, empieza citando a Johan Cruyff cuando decía que un buen jugador tiene una buena posición en el campo y al mismo tiempo sabe superar al contrario en la distancia corta. Como Messi, que juega sin mirar dónde están los demás pero teniéndolos en la cabeza, así como la portería, y de hecho chuta sin mirar hacia la red. Pues bien, Domènech i Montaner era un arquitecto urbanista y no sólo un arquitecto: “sólo” un arquitecto era Gaudí, que crea una Sagrada Família sin apenas límites, casi artesanal, obra de un genio. Domènech i Montaner tiene en cuenta el más pequeño de los mosaicos, pero también tiene en la cabeza la ciudad. Seguramente esto le hizo participar más en urbanismo que Gaudí, que tenía bastante trabajo siendo el Arquitecto del Universo.

Sin embargo, si escribes en Google la palabra “Barcelona”, te sale un mapa con el templo dibujado en medio. Y es que la Sagrada Família está en medio de todo. No la Plaza Catalunya, ni el Cinc d’Oros, ni las Glòries (como imaginaba Cerdà). No: la Sagrada Família, mirando el mapa entero de la ciudad, se encuentra a la misma distancia del mar que de la montaña y del Besòs que del Llobregat. Gaudí era un visionario y sabía que el templo quedaría eternamente ligado a la imagen (la “marca”) de la ciudad. Y si observamos la avenida Gaudí desde arriba, veremos cómo queda con el templo en los pies y coronada por el Hospital de Sant Pau, en forma de rombo heráldico. Y resulta que los tres elementos se realizan después de la aprobación del Plan Cerdà, en 1869: cuando se comienza el hospital, la Sagrada Família ya se estaba construyendo pero el plan de Barcelona todavía era un gran vacío. Un vacío vertiginoso, donde poder hacerlo todo, donde poder equivocarse del todo, un descomunal horror vacui. Domènech i Montaner ve la progresiva evolución de la Sagrada Família y se da cuenta de que está sucediendo algo espectacular. Y actúa en consecuencia.

Emplaçament Hospital
Mapa donde se ve el emplazamiento del Hospital de Sant Pau.

A Gaudí también le hubiera gustado poner el templo en dirección norte a sur, como el hospital, pero no pudo porque se halló la cripta ya medio hecha. Además, hubiera querido no tener que limitarse a ese solar marcado y encajonado por las cuadrículas cerdianas. ¿Qué hace Lluís Domènech i Montaner? Entender a Cerdà, pero mejorarlo. Antes de que le suceda lo mismo que a Gaudí decide sacarle partido a Cerdà, y le añade una nueva capa: en lugar de orientar el hospital en 45 grados, como lo estaba todo el Plan (que no va de norte a sur, como tampoco va la Sagrada Família), la orienta de norte a sur como si fuera un giro de caracol del cerebro (o los testículos, con perdón) de Cerdà. Y este giro es el que también vino con el Plan de Enlaces de Léon Jaussely, que de igual modo intentaba mejorar, por no decir corregir, digamos matizar por no ser demasiado bruscos, el plan Cerdà.

¿Qué era el plan Jaussely? Se trataba de aprovechar los caminos y canales preexistentes, desde la época romana, para romper (¿he dicho romper? Quería decir enlazar) con la uniforme cuadrícula cerdiana: los romanos hicieron cuadrículas también, sí, pero para los huertos que estaba fuera de las murallas, y no para los caminos o las canalizaciones y arroyos, que fluían todos ellos hacia la ciudad de forma natural, como un asterisco orográfico, como ramas que confluían de la montaña y los valles hacia el mar. El Eixample de Cerdà no respetó estos caminos naturales y lo transformaba todo, para entendernos, en terrenos “agrícolas”: cuadrados perfectos y orientados en paralelo al mar, es decir en 45 grados. Pues bien, Domènech i Montaner es de la escuela Jaussely, que es quien ganó el concurso por el Plan de Enlaces convocado por un Ayuntamiento donde ya había personajes como Cambó y Puig i Cadafalch (1905). Se proponen, en efecto, “matizar” a Cerdà. Hacerle compatible con una mirada más radial, más estrellada, más circular, más parisina. Mejorarle. Darle una vuelta (sí, a la idea y también allí donde más duele). De todos ellos, Puig i Cadafalch es quien más habría disfrutado retorciendo los cuadradísimos huevos de nuestro Ildsefons.

Ferran Romeu, finalista del concurso, es el primero que dibujó la avenida Gaudí. Alrededor de la Sagrada Família planteó una especie de estrella de vías, aunque Gaudí prefería la idea de una gran plaza estrellada. Jaussely adopta de Romeu la idea de la avenida, a pesar de la mencionada preferencia de Gaudí, que consideraba que el templo no quedaba suficientemente visible si no se vaciaban directamente algunas cuadrículas de Cerdà. El Hospital de Sant Pau no tuvo este problema, porque se cogió primero un gran solar y después se fueron haciendo los edificios (un “plan dentro del Pla”). El espacio cóncavo de la entrada del hospital ya invitaba a imaginar, de hecho, una calle que llevara hacia él. Como si fuera la entrada al Magic Kingdom, y que los Domènechs senior y júnior me perdonen.

Pues bien: la avenida Gaudí es la única avenida de Barcelona porque es la única que se proyecta para unir dos monumentos. Todas las demás tienen una función práctica (las geométricas Meridiana, Diagonal, Paral·lel) o bien imitan carreteras o canales (Tarradellas o Mistral). Ya Rovira i Trias tenía la idea de utilizar los caminos que llevaban hacia Gràcia, o Sarrià, para hacer avenidas radiales que llevaran hacia el centro. Pero se impuso el gran poder de abstracción de Cerdà, tremendamente racionalista (hay que tener poca alma para querer quedar en la esquina de la B con la 12), a la vez que tremendamente valiente: recordemos que no había nada. Nada. Imponer este ejército de cuadrículas era una gran osadía, y no olvidemos que, si miramos las islas desde arriba, observaremos que por fuera son geométricamente perfectas pero que por dentro son todas ellas irregulares y distintas: es el recuerdo del pasado. De los romanos. De la geografía. De la naturaleza. Los interiores de manzana deberían ser nuestra supermanzana natural, alcaldesa, en lugar de transformar las calles en plazas duras.

Pero se impuso el gran poder de abstracción de Cerdà, tremendamente racionalista (hay que tener poca alma para querer quedar en la esquina de la B con la 12), a la vez que tremendamente valiente: recordemos que no había nada.

Domènech i Montaner es de esta escuela, pues: cuando escribe “La reforma de Barcelona”, también plantea aprovechar las vías romanas y hacerlas entrar en la ciudad vieja. Hacer compatible el modelo cuadricular y el radial, de modo que el Plan Cerdà, tan radical y arrogante en el fondo, no ahogara las salidas de la ciudad antigua. Ahora bien: la Avenida Gaudí es otra cosa. La Avenida Gaudí es una excepción a tanta regla, a tanta escuadra y a tanto cartabón, una avenida que une un monumento y otro, como se haría si estuviéramos en París. Una avenida en diagonal, y no una Avenida Diagonal. Un subargumento de la película de Cerdà, quizás más auténtico, más espontáneo, más de barrio y ultralocal.

El proyecto de Jaussevy se llamaba Romulus, por alguna razón. No se acabó llevando a cabo del todo, especialmente por razones políticas: Prat de la Riba, Cambó y Puig i Cadafalch podían querer una Barcelona más bella y menos cuadriculada, pero ni ellos eran emperadores con poder ni Jaussevy era Haussmann (el gran urganista de París). Sólo se implantó parcialmente, y al cabo de un siglo, con distintos planes parciales.

La Avenida Gaudí no se inauguró hasta 1927, bajo el nombre de Avenida Primo de Rivera. La República la acabó bautizando como Dios mandaba. Es lo que tienen las avenidas con alma, que no son un número, ni obedecen a mentes cuadriculadas. Y todo el mundo se las acaba disputando, empezando por mí, que cada día puedo ver el hospital y el templo de un solo tirón. Y pasear, ahora ya puedo decirlo, por la única (¡la única!) avenida de mi ciudad.