A pesar de que la historia del ajedrez se remonta al primer siglo d.C., parece que no ha sido hasta 2020 cuando, gracias a la popularidad de la serie de Netflix Gambito de dama, se ha puesto de moda. La repercusión mediática, con más de 65 millones de espectadores, ha sido de las más importantes de la historia de este deporte, sólo comparable con el match Fischer-Spassky del campeonato del mundo en 1972 o la partida protagonizada por Karpov-Kasparov de Sevilla en 1987, que fue retransmitida por TVE.
Barcelona tiene una relación con el mundo del ajedrez importante, que viene de lejos, y que se sigue perpetuando hoy en día. Tanto si sois neófitos como apasionados de este juego, os vamos a mostrar, con los movimientos básicos de las piezas, como podemos movernos por la ciudad como en un tablero, y recorrer algunos de los lugares protagonistas de esta historia.
El primer club de ajedrez de España, el Club d’Escacs Barcelona, nació en la capital catalana en 1921. Como los peones, que en la primera jugada pueden avanzar dos casillas, y luego sólo una, fueron unos socios del club los que en 1925 fundaron la Federación Catalana de Ajedrez y, en 1928, la Federación Española de Ajedrez. Situado actualmente en el barrio gótico, también a ellos les debemos que en 1946 organizaran el I Torneo Internacional de Barcelona, que no sólo atrajo a los primeros jugadores extranjeros a la ciudad, sino que sentó las bases del que hoy es uno de los abiertos internacionales más importantes dentro de esta disciplina.
En los jardines de la Biblioteca de Catalunya, se puede jugar una partida de ajedrez con un tablero y unas piezas gigantes
Nos movemos dando tres pasos en forma de L como hacen los caballos, hasta la Biblioteca de Catalunya. Aquí se conserva la reproducción de un manuscrito del último tercio del siglo XV, desaparecido durante la Guerra Civil, llamado Scachs d’amor, un poema de 64 estrofas —tantas como casillas conforman un tablero—. Pero, además, la biblioteca tiene una amplia colección de libros y revistas de ajedrez, nutrida sobre todo en la década de los 40 del siglo XX, por la viuda de Josep Paluzie i Lucena. Editor y apasionado de este juego, no sólo escribió varios libros y artículos para revistas internacionales, sino que era el responsable de la sección de problemas de ajedrez de la revista barcelonesa La Ilustración Artística a principios de siglo. Con todo el material recopilado, que incluía manuscritos de obras y copias de textos, recortes de prensa sobre jugadas, concursos de ajedrecista y correspondencia, en 1943 se organizó en la biblioteca una exposición bibliográfica con los ejemplares de la colección Paluzie. Pero la relación de este centro con el ajedrez va más allá de la hemeroteca y mediateca que poseen sobre el mismo: atraviesa los muros para salir al jardín, donde desde 2010 encontramos un tablero y unas piezas gigantes para poder echar una partida en cualquier época del año.

Otro centro cultural de la ciudad, al que llegaremos trazando una diagonal imitando el movimiento de los alfiles, es la Fundació Joan Miró, donde el año en que Magnus Carlsen (actual campeón del mundo del ajedrez) se jugaba el título contra otro de los grandes, Sergey Karjakin, se inauguró la exposición Fin de partida: Duchamp, el ajedrez y las vanguardias. La pasión que sentía por este deporte el padre de los ready-made, le llevó en un momento de su vida a dejar de lado el arte para dedicarse plenamente al mundo del ajedrez e incluso, formar parte del equipo olímpico francés. Así la muestra se articulaba a partir de la cronología de Marcel Duchamp y su vinculación con el ajedrez como hilo conductor, para hablar de “la presencia constante del ajedrez en múltiples corrientes artísticas”, especialmente las vanguardias.
Salgamos ahora a la calle con un movimiento rotundo en línea recta como las torres. En Barcelona, hay actualmente 25 clubs de ajedrez, cuatro de ellos en División de Honor, que organizan junto a la Federació Catalana d’Escacs más de 100 torneos durante todo el año, especialmente visibles durante las fiestas mayores. Pero al igual que sucede en otras ciudades —Ámsterdam y su plaza Max Euwe, el Washington Square Park de Nueva York, o al lado de la playa en Zelenogradsk—, durante mucho tiempo la plaza Catalunya y sus alrededores fueron un lugar de encuentro improvisado de jugadores que bajaban sus tableros y sus piezas para jugar con todo aquel que se prestara. Pero como con tantas otras cosas, la pandemia les ha obligado a un cambio de planes que han sabido transformar, y así, aprovechando el único movimiento en el ajedrez en el que un jugador mueve dos piezas a la vez, se han enrocado hacia las supermanzanas de Sant Antoni, por un lado, y hacia Sant Martí, por el otro. Gracias a las mesas de piedra instaladas por el ayuntamiento, los domingos son los días señalados para encontrarse siguiendo todas las medidas de seguridad, y volver a sentir la emoción ante el tablero y el contrincante que no permiten las partidas online, a pesar del auge vivido en diversas plataformas.
En Barcelona hay 25 clubs de ajedrez que organizan junto a la Federació Catalana d’Escacs más de 100 torneos durante todo el año
Y al igual que en una partida hay dos reyes uno en cada lado, también en Barcelona hay dos grandes campeonatos abiertos internacionales: el Open Internacional de Sant Martí, organizado por el Club d’Escacs Sant Martí; y el Open Internacional de Sants, Hostafrancs y la Bordeta, organizado por el Secretariat d’Entitats de Sants. Su importancia es tal que en la última edición que pudieron celebrarse Sant Martí atrajo unos 300 participantes y en cocheras de Sants se llegaron a reunir la friolera de 500 jugadores venidos de todo el mundo, convirtiéndose así en el torneo más potente del país. Aunque en el pasado 2020 y en este 2021 no puedan celebrarse, su valor es como el de la pieza del rey: incalculable, hay que protegerlo ya que de ello depende toda la partida, a pesar que sus movimientos estén limitados a sólo una casilla sea en la dirección que sea.
Nos hemos dejado a la dama para el final, no por no ser la más importante sino por ser la más poderosa. Ella posee el mayor alcance de todas las piezas de ajedrez y puede moverse en cualquier dirección y tantas casillas como quiera. La influencia de la serie Gambito de Dama, como decíamos al principio, ha tenido el poder de esta pieza. “Ha llegado a muchas personas que han estado en contacto visual con el mundo del ajedrez. Es una promoción impagable en términos publicitarios”, apuntan desde la Federació. También nos hablan de cómo ha aumentado exponencialmente la participación en portales de juego virtuales o en la venta de juegos de ajedrez.

Pero si hay algo en lo que la serie haya contribuido muy positivamente es en la difusión del ajedrez entre las mujeres. El departamento Escacs i Dones de la Federació Catalana d’Escacs trabaja intensamente desde hace años en la captación de mujeres que quieran participar en este deporte. Tener referentes femeninos y tan mediáticos, más allá de las hermanas Polgar —Judit Polgar es considerada la mejor jugadora de la historia y es la única mujer que consiguió estar entre los diez mejores jugadores del mundo— en un deporte practicado mayoritariamente por hombres no sólo derriba muchos prejuicios, sino que abre puertas a todas aquellas chicas que quieran jugar.