Cuando era pequeño y vivía en el pueblo, una de las cosas que más me gustaba de las fiestas navideñas era bajar a Barcelona a ver el escaparate de El Corte Inglés. Cada año, por estas fechas, instalaban un gran retablo con figuras animadas que ocupaba buena parte de la fachada de estos grandes almacenes de plaza Catalunya. Lo llamaban Cortylandia y dejaba boquiabiertos a grandes y pequeños.
La iniciativa había nacido en Madrid en la Navidad de 1979 cuando El Corte Inglés organizó un primer Cortylandia para promocionar su centro de Preciados, recién reformado. Puesto que la iniciativa fue un éxito, los años siguientes la idea se replicó en Barcelona y otras ciudades. Visto en perspectiva, los responsables de márketing acertaron de lleno con Cortylandia porque consiguieron convertir una iniciativa esencialmente comercial en una tradición navideña y un espectáculo de masas. Durante unos años, las fiestas de Navidad comenzaban cuando se inauguraba Cortylandia. Cientos de personas se congregaban cada día en plaza Catalunya para contemplar el espectáculo musical de las figuras animadas y esto, por fuerza, debía repercutir en la caja. Recuerdo especialmente el año en que Cortylandia giraba alrededor de Los viajes de Gulliver, con una impresionante figura de 18 metros de altura que te hacía sentir realmente liliputiense. La instalación, inspirada en la célebre obra de Jonathan Swift, se estrenó en Madrid en 1985 y el año siguiente se pudo ver en Barcelona.
Supongo que tengo tan buen recuerdo de aquellos escaparates de El Corte Inglés porque en los años 80 y 90 era lo más parecido que había al mundo de fantasía de Disney World. Eurodisney no se inauguró hasta 1992 y Port Aventura no abrió puertas hasta 1995. Por lo tanto, en aquella Barcelona de los años previos al milagro olímpico, el escaparate de El Corte Inglés nos parecía mucho más espectacular de lo que seguramente era.
En aquella Barcelona de los años previos al milagro olímpico, el escaparate de El Corte Inglés nos parecía mucho más espectacular de lo que seguramente era
El escaparate de Navidad de El Corte Inglés quizás es lo más impresionante que se ha visto nunca en la ciudad, pero el pequeño comercio también se las ha ingeniado siempre para vestir de Navidad sus escaparates. A menudo, supliendo con ingenio e imaginación la escasez de recursos. Hay comerciantes que son auténticos genios creando espacios de fantasía que hagan lucir el género con presupuestos irrisorios: una tira de luces, cartulinas de colores, pintura en spray y poco más. En algunos barrios incluso se dan premios a los escaparates más bien adornados.
Hay comerciantes que son auténticos genios creando espacios de fantasía que hagan lucir el género con presupuestos irrisorios
Los escaparates de los comercios son parte de la Navidad. Contribuyen a vestir de fiesta las calles y nos recuerdan que el tejido comercial juega un papel importantísimo en Barcelona. Dejémonos de historias, navegar por Internet en busca de regalos de Navidad no será nunca como ir de tiendas ni la pantalla de inicio de una página web tampoco será nunca tan bonita y efectiva como un buen escaparate. ¡Felices fiestas!