Ciudad limpia y ordenada

Quizá este título sea un poco simplista para un artículo de opinión, pero recuerdo que cuando era alcaldesa algunos grupos políticos cuestionaban la partida del presupuesto municipal destinada a la limpieza de la ciudad por ser demasiado elevada. La concesión de la recogida de residuos y limpieza viaria era una de las más importantes y suponía aproximadamente un 7,5% del gasto corriente municipal. Siempre he considerado que el espacio público que compartimos entre todos debe disponer de un nivel de atención y cuidado muy elevado. De hecho, en la mayoría de ciudades una de las partidas que más peso tiene en el presupuesto municipal es la contratación de la recogida de residuos y la limpieza viaria, junto con las partidas destinadas a la eliminación de plagas, como las ratas.

Según datos de la Diputación de Barcelona, de 46 municipios participantes en un estudio comparativo en el año 2020 (Fuente: Círculos de comparación Intermunicipal 2020 Diputación de Barcelona) el gasto corriente por habitante, que incorpora el capítulo 1 (personal), capítulo 2 (bienes y servicios) y capítulo 4 (transferencias corrientes) y amortización de la maquinaria, supone una media de 45,56 euros por habitante gastados en limpieza de la ciudad. De los Ayuntamientos participantes en el estudio se concluye que el porcentaje del gasto para la limpieza viaria sobre el presupuesto corriente municipal estaría alrededor del 5% (4,7% para ser exactos).

Sin embargo, una dotación presupuestaria importante no es suficiente. Es necesaria una planificación y un seguimiento de las tareas de limpieza de manera continuada, y también hace falta que haya una inspección posterior y me atrevo a sugerir un tercer instrumento muy útil: el control de calidad a través de una evaluación conjunta con la ciudadanía. De la misma manera que valoramos la calidad del servicio de una empresa privada, debemos poder valorar la calidad del servicio de la empresa pública. Esto nos permitirá obtener un retorno del trabajo que se está llevando a cabo y definir los puntos de mejora.

De la misma manera que valoramos la calidad del servicio de una empresa privada, debemos poder valorar la calidad del servicio de la empresa pública

Es habitual que los consistorios tengan concesionado el servicio de gestión de la limpieza de la ciudad a empresas especializadas. No obstante, el Ayuntamiento debe realizar el control y seguimiento de la empresa contratista de la limpieza. Es el Ayuntamiento quien debe controlar que la empresa contratista y prestadora del servicio haga correctamente su trabajo, e incluso, adelantarse a determinadas situaciones. Por ejemplo, la caída de hojas de los árboles en otoño debe preverse en el pliego, ya que implicará más trabajo y concretamente una cuidadosa limpieza de los sumideros para que con las lluvias torrenciales no se generen inundaciones. Hay que prever también en el documento de licitación los refuerzos necesarios del servicio por causas tales como fiestas mayores, conciertos, cabalgatas de reyes, etc… y también hay que prever dentro de las partidas de eliminación de plagas una correcta periodificación y poder hacer frente a situaciones de emergencia. En el caso de plagas y salubridad hay que actuar de forma rápida y contundente al mínimo indicio.

Por este motivo me interesa especialmente la evaluación del servicio, establecer un sistema de evaluación es imprescindible para conocer con profundidad qué aspectos son más importantes para la ciudadanía y poder mantener, en todo momento, el control de la concesión también, a través de encuestas de calidad a los vecinos y vecinas. Según el mismo estudio referenciado anteriormente, en el año 2020 la valoración media de los ciudadanos de los 46 municipios participantes en el estudio era de 6,32. Es, por tanto, una valoración bastante positiva. ¿Por qué tenemos, pues, la sensación pospandemia de que las ciudades están más sucias? ¿Acaso estamos haciendo un uso más intensivo de la ciudad? ¿Podría ser que el cambio climático incida también en el control de plagas y éste requiera mayor frecuencia?

¿Por qué tenemos, pues, la sensación pospandemia de que las ciudades están más sucias? ¿Acaso estamos haciendo un uso más intensivo de la ciudad?

Seguramente somos más quisquillosos que antes con la limpieza y salubridad del entorno, pero sería muy interesante tener datos actualizados del gasto municipal al respecto, saber si ha habido incremento de las partidas presupuestarias municipales hacia esta cuestión y al mismo tiempo el nivel de ejecución de éstas. No sea que presupuestamos mucho, pero que no se esté ejecutando el servicio de forma adecuada. Por otra parte, hay que afrontar que las oleadas de calor inciden también en la frecuencia de la recogida de residuos (principalmente orgánicos) y en el servicio de control de plagas, cuestiones que deben preverse por adelantado. Del mismo modo que ya es una evidencia de que los tratamientos de limpieza viaria con agua se han incrementado y que en período de sequía no se podrá utilizar agua de red, habrá que revisar las frecuencias del servicio de control de plagas para obtener el aprobado y, si puede ser, ¡sacar buena nota!