Mi idea de supermanzana preferida es la Plaza Catalunya. Ya sé que el concepto de “superilla” está desvirtuado, y que, algunos, hemos sido profundamente contrarios a la operación de Consell de Cent, pero es que, precisamente, no se trata de que la idea sea equivocada, sino, en todo caso, dónde se aplica: a todo el mundo le gusta la foto de una calle sin coches, pero no a todo el mundo le gusta, ni a los comerciantes ni a los conductores ni a los jueces (según sentencia firme), cómo se ha hecho ni, especialmente, haberse hecho en una de las calles céntricas del Eixample.
Me mantengo en esta posición, precisamente, porque conozco dos lugares donde el concepto de supermanzana tendría el triple de sentido: uno es la Sagrada Família, por exigencias directas del guion de Gaudí y por lógica aplastante de la dignificación de tan carismático templo, pero también porque Provença y Marina ya han sido casi peatonalizadas y porque ya hay dos parques a ambos lados que sólo habría que conectar eliminando el paso de vehículos por Sicília (ya no me atrevo a decir Mallorca, que es otro tema) y haciendo de toda la zona una sola continuidad en forma de parque. Pero la otra ubicación en la que creo que tendría sentido es la Plaza Catalunya. Una plaza que, además, admitámoslo, no acaba de brillar con luz propia por varias razones.
Picasso ya decía que era necesario rehacer la plaza de arriba abajo. Bohigas hizo la ampliación de El Corte Inglés, una de las muchas razones por las que nunca entenderé el gran aplauso que genera el arquitecto y urbanista. Subirachs le puso su monumento a Francesc Macià, inicialmente controvertido y hoy aceptado, y los niños juegan a tocar el culo de La Deessa de Clarà. El resto, como es sabido, son esculturas de Josep Llimona o Enric Casanovas colocadas en los accesos de esta icónica rosa de los vientos que señala el corazón preciso y cardinal de la ciudad. Afortunadamente, el corazón de Barcelona no es un eje, ni es una avenida. Ninguna de las calles que rodean la plaza es una arteria principal de la ciudad, se puede vivir perfectamente en Barcelona y bajar hasta la plaza dejando el coche en la Gran Via, en Urquinaona o en Universitat. En cuanto al parking de la plaza Catalunya, puede seguir existiendo perfectamente porque puede ser la forma de crear dos únicos accesos rodados a la plaza: desde Pelai o desde Paseo de Gràcia (sin mencionar la conexión con las estaciones de trenes y de metro, claro). El resto, imaginen, por un momento, un gran parque. No una gran plaza dura, no: un gran parque. Con la redonda en el centro.
La carencia de grandes parques en el centro de la ciudad no tiene excusa si pensamos en transformar su plaza más famosa, y más central, precisamente en un gran (y central) parque. La plaza se convertiría en un lugar de mucho más paso ciudadano, porque ahora mismo cruzar la plaza no suele venir muy bien para nada, y recuperaría posiblemente su espíritu de los años donde se hacía teatro (Buen Retiro, Eldorado, Barcelona…) o donde las terrazas de los cafés o de los restaurantes y los hoteles eran espacios de tertulia y encuentro (hoy sólo el Zurich puede decirse que obedece a esta definición). Incluso cobraría sentido recuperar la Avinguda de la Llum, con cine y galerías bajo tierra.
Se entiende que la plaza haya tenido una difícil solución hasta ahora porque no deja de ser un vestigio de los espacios que tocaban las murallas antes de ser derribadas y, por tanto, el primigenio choque de civilizaciones entre Eixample y Ciutat Vella cuando los coches apenas comenzaban a rodar (momento en el que, por cierto, la mente cuadriculada de Cerdà ni siquiera contempló la plaza como algo céntrico o verdaderamente importante). Ahora, sin embargo, los coches no necesitan llegar tan abajo: para llegar al puerto ya utilizan la Rambla o la Via Laietana (o Paral·lel o Picasso), nadie necesita la Plaza Catalunya para pasar del Eixample a Ciutat Vella sobre ruedas, ni para pasar de la derecha a la izquierda del Eixample (para cuyo objetivo ya está la Gran Via, Casp o Diputació). No se echaría falta en absoluto el tráfico rodado hoy existente, por ejemplo, en Rambla Catalunya esquina Triangle, ni en Paseo de Gràcia esquina Corte Inglés, ni en Ronda de Sant Pere esquina Apple. Como máximo se podría echar de menos el tráfico que va por el lado mar entre Rambla y Fontanella, para poder ir de Pelai a Urquinaona, pero yo me atrevo a decir que si nos hemos acostumbrado a no circular por Consell de Cent nos podemos acostumbrar a realizar este trayecto por las calles de más arriba de la plaza. Diría. En cualquier caso, admitiría el debate sobre este tramo concreto.
La carencia de grandes parques en el centro de la ciudad no tiene excusa si pensamos en transformar su plaza más famosa, y más central, precisamente en un gran (y central) parque
Cuanto más lo pienso, más convencido estoy: tiene mucho más sentido hacer un gran parque que comprenda toda la plaza Catalunya que poner adoquines peatonales en Girona o en Consell de Cent, como han promovido los gobiernos Colau-Collboni. En medio de la Plaza Catalunya no vive nadie, no trabaja nadie y no atraviesa ninguna arteria principal que se necesite fluida. Iríamos a pasear desde Paseo de Gràcia hasta Canaletes o hasta el Portal de l’Àngel caminando, nos estiraríamos sobre el césped o contemplaríamos las fuentes, charlaríamos en los bancos o en las terrazas vecinales, asistiríamos a los espectáculos o actividades de ocio que se pudieran acoger y tendríamos, por una vez, algo parecido a un parque en el centro de la ciudad. Que después caigan los esperpentos de El Corte Inglés, con o sin ampliación de Bohigas, ya sólo sería cuestión de confiar en el buen gusto. Los que vivimos en la Sagrada Família, por ejemplo, no tenemos este tipo de problemas.