Hace unos meses nadie sabía lo que era ser una motomami, ni se imaginaba que necesitase serlo. Barcelona ha demostrado este fin de semana que ahora hay muchos que se sienten interpelados, sabiendo que, además, se han incluido nuevas acepciones para que cualquiera pueda formar parte de este nuevo fenómeno. Motopapis, Motomaris… Rosalía ha vuelto a la ciudad en la que se formó y creció artísticamente coronada como una estrella mundial, emergiendo como una incontestable que sabe idear nuevos lenguajes constantemente, cambiando los códigos y creando estéticas que encajan con un público que aplaude y baila el flamenco, el pop, el trap, la música electrónica y cualquier estilo que ella quiera. Rosalía tiene el poder de todo y no defrauda.
Primero, porque, claro, una motomami entra al Palau Sant Jordi en moto. Sin derrapar, ella sabe perfectamente lo que el público espera —aún cuando ni lo saben—. “Chica, qué dices”, ha arrancado la cantante, “saoko papi, saoko”. Todo esto sin dejar de emocionarse por reencontrarse con los suyos. “Barcelona, muchas gracias. Quiero que sepáis una cosa. Para mí, hoy es un día en el que un círculo se cierra. Porque, si no recuerdo mal, el primer concierto al que fui cuando era pequeña fue aquí en el Sant Jordi. Fui a ver Estopa porque era muy fan y sigo siendo muy fan. Y hoy han venido el David y el José. Ya os podéis imaginar lo fuerte que es”, ha reconocido la artista del Baix Llobregat nada más irrumpir en el escenario, desatando la euforia entre sus fans y empezando un diálogo continuado con ellos, a los que ha dejado, para bien o para mal, hasta coger el micro y cantar.
Rosalía ha empezado el concierto apretando fuerte y no ha importado que lo haya continuado bajando revoluciones con Candy. Así ha hecho toda la noche, manejando de una manera magistral los altibajos, pasando del perreo duro, atreviéndose incluso con clásicos ajenos como Gasolina o Papichulo, a sentarse en el piano y deleitar con su íntimo Hentai o coger la guitarra y recordar la canción que regaló en pleno confinamiento, Dolerme, una de sus preferidas. Uno podía pasar de mover el culo “de lao’ a lao’ y otro lao” a emocionarse hasta el llanto con G3 N15, dedicada a su sobrino, o Como una G. Un ritmo trepidante que no le deja a una más opción que sentarse como si estuviera en la peluquería y asearse en los coros de Diablo, quitándose todo el maquillaje como quien no quiere la cosa y casi sin pestañear. Y no hay más músicos porque no cabrían entre tanto talento desbocado y un cuerpo descomunal de bailarines. Para los que no lo entiendan, “pa’ ti, nacky, chicken teriyaki”.
“Si yo digo moto, tú dices…”, ha continuado la cantante de Sant Esteve Sesrovires, inquiriendo retóricamente a un público completamente entregado que ha llenado este domingo el Sant Jordi por segunda noche consecutiva. La estética motomami había prendido entre los asistentes, con múltiples adaptaciones, cada uno a su manera, con el rojo y el negro predominando. Y no han faltado las mariposas ni el brilli brilli, ya asentado como un must. Hasta se ha permitido que algo tan flamenco como los abanicos hiciesen sombra al mar de móviles que copaba las cabezas de los asistentes. Con el cuero solo se ha atrevido Rosalía, que con este calor no hay ni quién se lo plantee para complementar la vestimenta. Y, cuando todos sabían qué venía cuando te dicen moto, ha llegado el himno de todo este movimiento trasnacional, Motomami, considerablemente corto porque ya está todo dicho.
Obviamente, por si había algún despistado en la sala, no ha faltado el abecedario motomami, siempre adaptado a la ciudad por la que pasa el Motomami World Tour. La B esta noche no ha sido “B de Bandida” y se ha convertido en “B de Barcelona”. Otro cambio ha sido el de la M, acostumbrada a ser “M de Motomami, Motomami, Motomami, Motomami, Motomami”. Le ha tocado ser “M de Milionària”, la única canción que Rosalía ha compuesto en catalán y que ha hecho que hasta el más perdido del público supiera qué tocaba corear.
La B esta noche no ha sido “B de Bandida” y se ha convertido en “B de Barcelona”
Toda esta energía que la cantante poliédrica y la bailarina exhaustiva muestra encima del escenario se está traduciendo en componer un sinfín de nuevas canciones en plena gira. Rosalía está expansiva —o “E de expensiva, emperatriz, enigma, enterada”— y se nota. Despechá se ha convertido ya en la canción de un verano en el que “esta noche se sale con todas mis motomamis”, aunque aún no se haya publicado la canción completa. Ni falta que hace. Nadie duda de que será de las que encenderán la fiesta, como hizo la artista en el Sant Jordi con la que fue la letra más esperada de la noche.
También lo fueron los ahora ya clásicos como La noche de anoche, Pienso en tu mirá —la cantante ha recordado que este domingo hacía cuatro años que se había estrenado—, De aquí no sales, Con altura, y el primero de todos, Malamente. Rosalía sabe cómo volver a los orígenes y sabe también cómo homenajearlos, especialmente con De plata, momento en el que se arma con traje de cola larguísimo y deja que el silencio hipnótico aplauda su arte. Motomami se hace, pero estrella se nace.