“Barcelona Local”

No es ninguna asociación o movimiento oficial, sino un sentimiento que me temo que irá creciendo cada vez más entre los barceloneses que se sienten molestos, tensionados o al menos preocupados por la deriva enajenante de la ciudad. No, no creo que se trate tampoco siempre de la culpa del gobierno municipal, sino de una tendencia que afecta a varias grandes capitales y que tiene que ver con la gentrificación, pero también con la carencia de vivienda asequible, con la pérdida de espíritu de barrio (haber visto “the barrio is hot” como cartel es todo un hito simbólico en este aspecto) o con el cierre de establecimientos emblemáticos que simplemente no pueden pagar el alquiler. El proceso se ha acelerado en los últimos años, sobre todo, a raíz del agotamiento del modelo Colau, que ahora poco a poco da paso a un modelo que tendrá sus virtudes, pero que tiene un peligro importantísimo: la despersonalización de la ciudad.

Insisto, no se trata sólo de modelos políticos. Buena parte de lo que nos ocurre tiene que ver con una globalización que nos favorece en muchos sentidos, pero que necesita encontrar sus límites, y estos límites debe ponerlos tanto la administración pública como la sociedad civil organizada. Barcelona no puede considerarse una ciudad de éxito si expulsa a sus habitantes hacia los municipios contiguos, por mucha filosofía metropolitana que se nos quiera instaurar: si tan atractivos son los municipios del cinturón metropolitano, que se priorice o fomente que los recién llegados vivan ahí. Y que sean ellos quienes reivindiquen las carencias en transportes o los retrasos en Cercanías. Si Barcelona no es capaz de retener a su habitante de toda la vida en la ciudad, y a sus hijos, en ningún caso se puede considerar una ciudad de éxito. Es un fracaso clamoroso, el mayor de todos.

Hay una expulsión económica, pero también hay, cuidado, una expulsión cultural. Ya pueden vestir el America’s Cup de Regata Cultural con una foto de varios agentes en la Fundació Miró y con una idea sobre promover el “nostradísimo” patín a vela: el vacío que se observa al comprobar su concreción es de precipicio, de vertiginosa nulidad, de preocupante artificialidad disfrazada de acercamiento a la ciudadanía. La tendencia de considerar la cultura como un entretenimiento o como un ornamento que complementa las cosas verdaderamente serias, como un escenario lleno de colores que hace que las indigestiones se hagan más pasables, hacía gracia al principio, pero ahora ya enciende todas las alarmas. Es como los espacios interactivos de las casas modernistas, que al principio abren la curiosidad y después parecen sólo el esperpento del maquillaje escurrido. Barcelona expulsa cuando, de tan guay que quiere ser, acaba haciéndose fea y frívola. Ya sé, no se trata de imponer ningún elitismo ni ninguna cultura del aburrimiento: pero de aquí a las palomitas y a la purpurina, hay un trecho. Veremos qué ocurre con el Comedia.

Si Barcelona no es capaz de retener a su habitante de toda la vida en la ciudad, y a sus hijos, en ningún caso se puede considerar una ciudad de éxito. Es un fracaso clamoroso, el mayor de todos.

Los “locales” reclamamos poder sentirnos todavía identificados con nuestra ciudad, no desde la nostalgia y el folclore, sino desde el radical protagonismo. No es que Barcelona pueda acabar expulsándonos en exceso, sino que incluso puede acabar siendo poco atractiva para los visitantes si acaba parquetematizada, despersonalizada o una simple caricatura de sí misma. A los de aquí no nos gusta que sea tan cara (en relación con los salarios), ni tan superficial y obsesionada con la imagen, pero es que los de fuera no han venido a ver a la Barcelona “global” sino precisamente a la Barcelona “local”. No sólo son compatibles, sino que deben serlo. Y si no hay una filosofía ecologista con este tema, de preservación del ecosistema propio, la identidad propia, la manera de ser y de vivir autóctonas, no sólo cerrarán comercios de toda la vida o se irá gente de toda la vida: se irá el mismo concepto de la ciudad. Mientras tanto, si tanto les divierte, feliz regata.