¿Qué sentido tiene que haya dos instituciones como el Palau de la Música y L’Auditori en una ciudad como Barcelona? ¿Hay suficiente demanda que lo justifique? ¿Hay relevo y suficiente proyección de futuro para un público que la percepción general apunta a demasiado envejecido? La respuesta a las tres preguntas es un sí monumental, que tanto Joan Oller como Robert Brufau, los directores de ambas instituciones, contestaron de forma entusiasta y con datos como aval, en una nueva edición de Moments Estel·lars en CASA SEAT, esta vez sobre las instituciones musicales como emblema de la capital catalana.
Oller, con sonrisa pícara, abrió diáfano: “¡Aún debería haber más!”. Y lo justificó con los cientos de miles de personas que pasan cada año por uno y otro equipamiento, así como con la apretadísima programación musical que ofrecen, con unos 600 conciertos al año, cada uno. La asistencia a las salas, además, suele presentar aforos bien rellenos y una media de edad, por ejemplo en el Palau, que se sitúa en los 47 años, una cifra nada provecta.
Además, Brufau añadía la complementariedad que describe la relación entre ambas instituciones, y que en el encuentro se reflejó en una fantástica sintonía entre los directores. Pero, complementariedad, ¿en qué sentido? Por ejemplo, en aquel que parte de la naturaleza privada de una institución y en la pública de la otra.
L’Auditori nació para dar sede a la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Catalunya (OBC), se inspira en modelos de éxito como la Cité de la Musique de París, y acoge a la Escuela Superior de Música de Catalunya (ESMUC). Además, tiene cuatro salas, no una. Así que, en pocas palabras, se puede ver dónde pueden y deben llegar unos y dónde otros.
El Palau, además, es una obra de arte como edificio que atrae también a diario a una multitud de turistas. Y quienes no acuden atraídos por su arquitectura e historia, lo hacen por una oferta musical que permite que esta institución y L’Auditori formen parte de la ECHO, es decir, la European Concert Hall Organisation, estructura de prestigio que sólo tiene dos ciudades que cuenten con dos miembros que se integran en ella. Viena es una. Barcelona, la otra, con las dos únicas instituciones musicales del Estado que forman parte de ECHO: el Palau y L’Auditori.
Esto singulariza, proyecta y prestigia a una ciudad en el mundo. Por eso, el Palau y L’Auditori son emblema. Porque impulsan Barcelona a liderar la orquesta de las ciudades del mundo, también en el ámbito cultural.