Barcelona, ¿ciudad Alfa?

Los datos nos dicen que el 55% de la población mundial vive hoy en día en zonas urbanas. Las ciudades representan pues una historia de éxito, son clusters de actividad humana: las personas vamos a vivir, a trabajar, a aprender, a comprar y consumir, a desarrollar nuestros proyectos vitales, en definitiva, a las ciudades.

Siguiendo las previsiones de la ONU, el éxodo del campo a la ciudad parece irreversible pese a las mejoras en las telecomunicaciones y las posibilidades del teletrabajo. La concentración urbana sigue ofreciendo ventajas como más empleabilidad, más servicios, más innovación, más intercambio comercial, social y de conocimiento, más oportunidades y más crecimiento económico.

El Global Power City Index 2024 realizado por la Fundación Mori posiciona las ciudades en función de su capacidad para atraer a personas, capitales y empresas de todo el mundo en función de seis vectores: economía, investigación y desarrollo, interacción cultural, habitabilidad, medio ambiente y accesibilidad.

Londres sigue liderando el ranking incluso después del Brexit, seguida por Nueva York, Tokio, Paris, Singapur y Ámsterdam, mientras que Berlín y Copenhague ocupan las posiciones 10 y 11 de la lista, y Madrid se sitúa en la posición 13. Son ciudades llamadas Alfa, megaciudades que han sido capaces de generar un magnetismo para el talento internacional a través de estos seis vectores.

Pero no es oro todo lo que reluce en las ciudades Alfa. Las megalópolis afrontan problemas graves de despersonalización, de acceso a la vivienda, de congestión y contaminación, de seguridad y de desigualdad.

Barcelona no es una megalópolis, aunque sufre algunos de los problemas comunes de las megalópolis. La dificultad de acceso a la vivienda, la contaminación o la congestión, entre otros, no se pueden afrontar únicamente desde la individualidad del término municipal.

Para avanzar hacia una Barcelona más competitiva y más sostenible es urgente e indispensable reforzar las decisiones metropolitanas

El mar Mediterráneo por un lado, y los ríos Llobregat y Besós y Collserola por el otro le impiden un crecimiento urbano desaforado. Esta orografía, en mi opinión, es una oportunidad: la oportunidad de construir una dimensión urbana y metropolitana más humana desde una perspectiva multilateral y coordinada, situando el gran pulmón verde de Collserola en el epicentro.

Para avanzar hacia una Barcelona más competitiva y más sostenible es urgente e indispensable reforzar las decisiones metropolitanas. Los retos urbanos son urgentes y las decisiones individuales pierden fuerza e impacto del mismo modo que uno solo no puede decidir para todos.

Dragui ha presentado el documento por una Europa competitiva y sostenible, y reclama menos decisiones individuales de los estados y actuar a escala europea. Apliquémonos la fórmula también nosotros a escala de ciudades. Actuando como uno solo tenemos más fuerza y más impacto.