Madrid DF no es solo el título de un libro: es una provocación, una tesis urbanística y un espejo colocado frente a Barcelona. Fernando Caballero, su autor, ha conseguido abrir un debate sobre el papel de Madrid y, de paso, reactivar las eternas comparaciones con Barcelona.
Caballero explica por qué cree que el único gran relato sobre Madrid lo escribió Pasqual Maragall desde Barcelona, y por qué era hora de contestarlo.
— ¿Por qué crees que tu libro ha suscitado tanta controversia, especialmente en Barcelona?
— Por la portada y el subtítulo, sin duda. En la faja dice: “¿Por qué Madrid debe consolidarse como la gran ciudad del sur de Europa?”, y en la contraportada hablo de superar los 10 millones de habitantes y de convertirse en una metrópolis poderosa. Junto a la editorial, fuimos un poco macarras, y eso ha tenido dos efectos: mucho impacto y, a la vez, generar rechazo por quedarse en el titular sin ir al fondo.
— ¿Qué significa realmente Madrid DF?
— Es una etiqueta ambigua. Para algunos, es el centro que lo absorbe todo; para otros, un símbolo de centralismo político y económico. Pero esa ambivalencia es la que yo quería explorar. No defiendo que Madrid sea un aspirador de recursos. Lo que propongo es pensar una ciudad conectada, abierta y con capacidad de crecer.
— En el libro hablas de que Madrid ha recuperado su esencia. ¿A qué te refieres?
— Madrid fue, durante siglos, una ciudad con vocación global: administraba un imperio. No generaba: administraba. Pero eso se apagó. Con la globalización, Internet y las infraestructuras, esa esencia ha vuelto. Ahora tiene terreno para crecer, infraestructuras que la conectan y una dinámica metropolitana abierta, a diferencia de Barcelona, que es una ciudad acabada urbanísticamente.
“Madrid necesita que Barcelona funcione y viceversa”
— En el libro mencionas mucho a Barcelona, citas a Maragall, Tremosa, Bel… ¿Por qué ese espejo constante?
— Porque el único gran relato sobre Madrid lo había escrito Maragall desde Barcelona. Su artículo Madrid se va fue corrosivo e inteligente. Pero era un relato cínico, victimista, que servía para construir un discurso en Catalunya. Mi intención era responder a ese relato y ponerlo en contexto.
— ¿No crees que ahora Madrid está haciendo este relato victimista que criticas?
— Podría parecerlo, pero mi intención no es esa. En el libro explico cómo Madrid ha aprovechado su conectividad —infraestructuras, AVE, aeropuerto— para crecer. Lo que critico es que muchas de las acusaciones contra Madrid llegan tarde: por ejemplo, el AVE fue verdaderamente radial desde 2004, y hasta entonces Barcelona tenía ventaja. Y aún hoy, el Prat sigue siendo mejor aeropuerto que Barajas en muchos aspectos.

— ¿Madrid y Barcelona deben competir o colaborar?
— Ambas. Son sistemas que se complementan muy bien: tienen redundancias, estilos distintos, y eso es positivo. Un sistema metropolitano nacional con dos grandes polos en sinergia puede ser muy potente. Como decía: si Taylor Swift puede dar un concierto el viernes en Madrid y el sábado en Barcelona, ganamos todos.
— ¿Y qué relato puede construir Barcelona hoy para ser relevante más allá de su entorno inmediato?
— Ese es su gran reto. Barcelona debe preguntarse qué tiene que ofrecerle a Zaragoza, a Valencia, a Palma. Porque durante mucho tiempo, el sistema Barcelona fue cerrado, centrado en sí mismo, casi autorreferencial. Si no aporta valor más allá, solo se sirve a sí misma. Y eso se ha agotado. Su modelo industrial, cerrado y protegido, murió con la globalización. Ahora necesita redefinirse.
“Más allá de la rivalidad simbólica, el verdadero reto es lo que cada ciudad puede aportar a su entorno”
— ¿Barcelona ha sido un sistema cerrado? Desde el modernismo a los Juegos Olímpicos indican justo lo contrario, ¿no?
— Ha tenido élites abiertas, sí. Grandes eventos, empresas internacionales, modernismo. Es cierto. Pero su sistema socioeconómico ha funcionado muchas veces en clave de asimetría: lo mío, todo; lo tuyo, lo que pueda. Y eso, en tiempos de apertura global, ya no funciona.
— Entonces, ¿cómo resumirías la relación entre Madrid y Barcelona hoy?
— Como la del Real Madrid y el Barça: compiten, sí, pero se necesitan. Madrid necesita que Barcelona funcione y viceversa. Pero más allá de esta rivalidad simbólica, el verdadero reto es lo que cada ciudad puede aportar a su entorno. Madrid debe ser interesante para el resto del país. Y Barcelona, también.
“Lo importante es crecer siendo útil para los demás”
— Dices que Madrid no debe repetir los errores de Barcelona. ¿A qué te refieres?
— Barcelona actuó durante un siglo y medio como una metrópoli extractiva del resto del Estado. Eso funcionó mientras el mercado era cautivo. Pero ese sistema ya no existe. Y no es Madrid la que debe aspirar a convertirse ahora en esa aspiradora del país. Hay que crecer con una lógica distinta, abierta, colaborativa.
— Yo diría que hace tiempo que ya lo practica ¿no?
— Madrid está empezando a construir un sistema urbano complejo: clase creativa, sociedad civil, ecosistema económico independiente del poder político. Parece lógico, pero no existía. Pero si no se vigila, puede acabar siendo un sistema cerrado. Lo importante es crecer siendo útil para los demás.