La palabra miedo es la que más se repite en el Macbeth de William Shakespeare. No solo el miedo de Macbeth y Lady Macbeth a ser descubiertos por su crimen, sino también de no saber llegar hasta el final, de perder aquello que tienen o pueden tener. Muchas inseguridades que les hacen atacar y autodestruirse, ahondando en una ambición y una desdicha que les acaba envenenando. No son los únicos que tienen miedo, todos los personajes de la tragedia lo tienen, heridos después de una guerra, sea cual sea.
“El miedo es uno de los grandes motores de Macbeth“, defiende Pau Carrió, el encargado de adaptar y dirigir la versión que se puede ver estos días en el Teatre Lliure, hasta el 17 de marzo. Conoce muy bien el texto del dramaturgo británico: la primera lectura la hizo de adolescente, acompañada con el visionado de la adaptación de Orson Welles. “Con 14 años, me cogió una obsesión con Shakespeare”, reconoce el director, quien ya ha llevado a escena otros tres textos suyos, Noche de reyes, Hamlet y Enrique V.
Sabiendo hasta qué palabra se repite más, Carrió ha medido cada decisión en su Macbeth para que sea fidedigno, arriesgándose a que incluso estéticamente resulte excesivamente asfixiante. En el texto, el miedo está presente en escenas que se viven en rincones de castillos, con nocturnidad, por lo que Carrió tenía claro que el montaje debía acompañar esa sensación que se tiene leyendo a Shakespeare, donde los adjetivos más frecuentes son oscuro y extraño. El escenario se tiñe de negro y niebla, con sus protagonistas vestidos también de negro, pero con una estética militar que recuerda de dónde vienen y cómo son. Hasta la sangre que brota de los heridos y mancha a los malhechores es negra.
El único punto de luz lo dan unas camas que gravitan, donde yacen las víctimas de la guerra. “La maldad flota y el aire está infectado, no se puede respirar, todo está corrompido por la mortalidad”, sostiene su director, quien se inspiró en las imágenes de la Primera Guerra Mundial y la mal llamada gripe española. Además, refuerzan el castigo que recibe la pareja protagonista, con Lady Macbeth (Laia Marull) convertida en sonámbula y Macbeth (Ernest Villegas) nunca más pudiendo conciliar el sueño, una cuestión que obsesionó especialmente a Jaume Plensa en su propuesta de la tragedia shakespeariana hace un año para el Liceu.
Camas y falta de sueño que casi son un personaje más en el montaje de Carrió, en el que se vuelve a ver un elenco variado, formado por 14 actores. Hace tiempo que costaba encontrar en los escenarios de Barcelona montajes así, acostumbrados a los monólogos o piezas con dos o tres actores después de la crisis. “Los teatros públicos tienen esta obligación. Empezamos a tener un talento numeroso de todas las generaciones. Para los espectadores, es un placer”, señala el director, haciendo una llamada para que esto se haga en montajes contemporáneos y no solo en adaptaciones de textos clásicos. Como símbolo de esta apuesta del Lliure, Carrió señala que uno de los actores de este Macbeth, Pep Cruz, probablemente una de las caras más conocidas, hace un papel breve, siendo él el desdichado Rey Duncan, muestra de que hasta los personajes pequeños tienen peso en una producción coral. Una propuesta que coincide en el tiempo con Los Watson en el Teatre Nacional de Catalunya (TNC), también rica en actores.
En este Macbeth se vuelve a ver un elenco variado, algo que hace tiempo que costaba encontrar en los escenarios de Barcelona, acostumbrados a los monólogos o piezas con dos o tres actores
No todo es miedo en Macbeth, con otras preocupaciones que asaltan a los espectadores, o lectores, viendo a sus protagonistas, un reflejo de qué es capaz de hacer cualquier persona por conseguir lo que quiere o no malograr lo que cree que merece. “¿Hasta dónde podemos destruir nuestro alrededor para preservar nuestros privilegios?”, pregunta Carrió, sabiendo que cuestiones como esta siguen estando presentes hoy en día, sin importar que el texto estuviese escrito a principios del siglo XVII.
Aquí no hay que olvidar a esos personajes de la tragedia conocidos como brujas, aunque nunca sean denominadas como tal, remarca Carrió, sino como “hermanas extrañas”. “Son las que dicen las palabras adecuadas, como los oráculos, entrando en ese juego entre la predicción y la provocación, ya que, sin ellas, ¿hubiera pasado lo que acaba pasando?”, reflexiona el director, quien las ha caracterizado como enfermeras, haciendo un guiño a la persecución que sufrieron muchas de ellas como si fueran brujas por aplicar unos conocimientos alternativos que se consideraban peligrosos.
Por cierto, Carrió ya tiene en mente un par más de Shakespeare que le gustaría hacer.