Un escenario azulado, oscuro y minimalista, que tiene como elemento clave la taza de un váter, recibe al espectador apenas pasar las cortinas del Poliorama. Son las nueve en punto. Mònica López tarda unos minutos en salir. La sala está prácticamente llena y todo el mundo espera el próximo paso de la actriz con atención. Ella nos mira desafiante y, cargada de pasión, hace un speech inicial que acaba siendo una provocación en toda regla. Es la declaración de intenciones de una negacionista del cambio climático. El público aplaude. Tiene hambre de teatro.
Así empieza la nueva obra de La Calòrica, una compañía que ya hace once años que anda por los escenarios catalanes.
De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda. Quizá ahora que habéis leído el título, entendéis algo más el porqué de la taza de váter. Cómo diría Aitor Galisteo, “la gamba es clave en esta historia”, pero el váter, amigos, también es importante. No sufráis, lo entenderéis todo cuando veáis la obra. Yo solo pretendo daros algunas pinceladas para alimentar vuestra curiosidad y animaros a visitar el teatro.
Si por algo es conocida La Calòrica, es por hacer piezas de alta crítica social. Ejemplo de ello es Feísima enfermedad y muy triste muerte de la reina Isabel I, una tragicomedia sobre el hambre de poder con la que debutaron en los escenarios, o Los pájaros, una reescritura libre de la dramaturgia de Aristófanes centrada en el auge del populismo neoliberal que, por cierto, viajará a Madrid en marzo del año que viene. Como veis, la compañía destaca por tratar temas complejos (y de rigurosa actualidad), pero de forma amena. Huyendo del paternalismo, hace comedia con aquello que más nos importa (o nos debería importar). En este caso, de lo que hablan es del cambio climático.
De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda es, en el fondo, un espejo de nosotros mismos como sociedad. De nuestras acciones (e inacciones), de nuestras decisiones (y pasividades), de nuestras coherencias (y contradicciones) a la hora de poner fin al problema, o bien, de hacer la bola cada día algo más grande.
La obra narra dos historias, aparentemente independientes, pero con el mismo trasfondo. Por un lado, tenemos a un bloque de vecinos que se ven abocados a ponerse de acuerdo y solucionar un problema que amenaza su futuro como comunidad. Por otro, una famosa negacionista del cambio climático que nos hace partícipes de su enconada lucha en un mundo que, considera, inundado de fake news. Espectáculo asegurado.
Joan Yago es el dramaturgo que firma esta sátira política que os hará reír y reflexionar a partes iguales. Los textos son ingeniosos y la puesta en escena es increíble. Los calòrics no decepcionan. Son naturales, cercanos, divertidos y desenfadados. Júlia Truyol es simplemente maravillosa en todos sus personajes, porque sí, otro aspecto interesante de la obra es que los actores interpretan a más de un personaje. Todo, haciendo jaque mate (a veces) a los tradicionales roles de género. Tampoco puedo dejar de hablaros del tándem que forman Aitor Galisteo y Esther López, por quienes tengo una predilección especial. Id y juzgad por vosotros mismos.
También se tiene que reconocer el trabajo en el juego de luces de Raimon Rius, que te sumerge en la historia; el tratamiento del sonido de Guillem Rodríguez, que te atrapa, y los recursos visuales de Aharón Sánchez, que son, sin duda, la otra joya de la corona de esta pieza, que destila una cura infinita por cada detalle.
Esta obra que es, también, una oda al absurdo y a la banalidad, quiere ponernos a prueba. A nosotros, y a nuestros argumentos. Una sociedad que dice estar cada día más concienciada, tiene que decidir sobre cómo quiere que sea su futuro, si es que hay futuro posible. El debate está servido. Ahora os toca a vosotros decidir si queréis que los de La Calòrica sean los moderadores.
Para acabar, y porque la vida nunca es blanco o negro sino un juego de grises, un único, pero importante pero: el final. Y ahí lo dejo, esperando que esta pequeña provocación sea la excusa perfecta para que vayáis al teatro. Merece la pena. De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda estará en el Poliorama hasta el 7 de agosto, el día de la última función. De momento, el cuatro ya han hecho sold out, y el cinco y el seis van por el mismo camino. En esto de agotar entradas, tienen experiencia.