Àlex Ollé
Àlex Ollé. © Daniel Escalé

Àlex Ollé: “Modernizar La bohème sería estúpido”

Un furero en la corte del gran Liceu. Àlex Ollé inicia su asesoría artística en el Gran Teatre del Liceu coincidiendo con el estreno mañana, 14 de junio, de su versión de La bohème, una lectura fiel pero actual. Llega con una idea clavada: crear ópera del presente, permeable, que se nutra de todas las disciplinas artísticas y nos hable de lo que está pasando.

En el ángulo inferior izquierdo de la pantalla se cuela Tokio, el reflejo de sus rascacielos iluminados como una cuadrícula de luz. Àlex Ollé y su equipo llevan 14 días encerrados, cada uno en su cuadrilátero/apartamento, ni el pasillo les permite pasear la cuarentena. Encajonados en sus pantallas, instruyendo a los regidores que a través de dos cámaras en el teatro montan el estreno de su Carmen que, cuenta, “ha quedado como una partida de ajedrez” por la rígida normativa en el país nipón. Una Carmen sin tumulto arrabalero ni roces de pasión, poco concebible, “los personajes han de estar separados cuatro metros, se tocan con guantes de vinilo…”. Ni las más futuristas fábulas de aquella Fura de los 90 imaginaron una realidad tan poco probable. Àlex Ollé (Barcelona, 1960), director de escena, uno de los seis fundadores y directores artísticos de La Fura dels Baus en 1979, 40 años haciendo teatro, 20 dirigiendo y produciendo ópera. “Lo que hacíamos en La Fura, más allá del teatro, era espectáculo total: éramos un grupo de creadores contaminándonos continuamente unos a otros; pero no sabíamos que esto del espectáculo total ya lo había dicho Wagner, y claro, acabamos haciendo ópera”.

Mañana toca a fin su cuarentena oficial en Japón. Entre escenas de Carmen, Ollé ha trabajado otros proyectos, habla facetime con sus hijos y su familia por el mundo, atiende un estreno en streaming o, si le apurase la cosa, hasta podría practicar sexo: no seamos pazguatos, lo hemos vivido en el cine y tan normal.

Pero Ollé enclaustrado ha perdido la dimensión temporal de lo que acontece; me pregunta si tengo tiempo y empieza a enseñarme escenografías de algunas de sus obras anteriores y de La bohème que mañana lunes se estrena en El Liceu y que constituye su primera aportación como artista residente o asesor artístico en el gran teatro de Barcelona y, de pronto, “¡Solo nos quedan cinco minutos!”. Otras pantallas le esperan, otros cuadriláteros o mundos. Apuramos mucho la entrevista.

La bohème que Giacomo Puccini estrena en 1896, basada en la novela por entregas de Henri Murger, naturalista, verista,​ nos remite a la eclosión de las vanguardias artísticas (sueños, fantasía, abstracción, futurismo…) que nos acompañaron hasta las postrimerías del XX, revisitadas una y otra vez. La versión que Àlex Ollé recrea de la ópera de Puccini es absolutamente fiel al libreto, apenas se permite, por necesidad, contextualizar la escena en el tiempo presente. ¿Será que hemos vuelto al hiperrealismo, algo que parece estar sucediendo en literatura? “No necesariamente, hace falta diversidad, como en el cine, como en las artes plásticas. Ocurre que en esta ópera el protagonista es la cotidianidad, y Puccini es un excelente dramaturgo, el gran exponente del teatro musical que tanto ha inspirado al cine: basta con escuchar la música. Y algo tan excelente, tan bien contado, no se puede traicionar: sería un error garrafal. Cada proyecto hay que abordarlo desde el planteamiento de sus creadores, y si el lenguaje utilizado es abstracto, resulta fácil llevarlo al tuyo propio, como sucede con otras óperas que he adaptado del mismo autor, sin ir más lejos, Turandot. Pero ésta, no; sería una gran estupidez modernizar esta ópera”.

“Algo tan excelente, tan bien contado, no se puede traicionar: sería un error garrafal. Cada proyecto hay que abordarlo desde el planteamiento de sus creadores”

El título hace referencia a un grupo de jóvenes creadores, frágiles, inestables, hambrientos, nómadas, irreverentes, y de él surge el término “bohemia”, que vincula a los artistas con las tribus oriundas de esta región checa que no eran sino ciudadanos de etnia gitana, errantes por Europa, igualmente inestables e indiferentes a la convención social mayoritaria. Una traslación lingüística que ahora sería absolutamente inviable por incorrecta. Artistas urbanos que ¿dónde estarían hoy?, ¿dónde los sitúa Ollé? “En la banlieu, los suburbios periféricos de cualquier ciudad del mundo; en Barcelona, más allá de L’Hospitalet o El Bon Pastor. Ahí, en la urgencia, es donde surge el arte de verdad, mucho más auténtico que ese otro que se expone para la burguesía en Paseo de Gràcia o Consell de Cent. Y la protagonista, cuando muere, ya no es infectada de tuberculosis, sino por los efectos de una quimioterapia, claro, y así es como el grupo toma conciencia de la muerte, y entonces su juventud termina. Visualmente es muy espectacular. La estrenamos en 2016 en el Teatro Regio de Turín, el mismo escenario donde Puccini la había presentado por vez primera hacía entonces 120 años, y fue un exitazo; allí donde la hemos llevado, la crítica ha sido muy elogiosa”.

“No, no es que triunfe un nuevo realismo, pero sí es imprescindible que el arte hable del presente. Yo personalmente estoy harto de versiones modernas de Shakespeare, de Beckett. Nosotros en teatro siempre hemos hablado de lo que ocurre en el presente, ¿por qué no crear ópera contemporánea también sobre lo que está sucediendo?”.

Presente colectivo. “En La Fura, que fue una magnífica escuela de trabajo colectivo, siempre decíamos: No hay creación sin fricción. Es decir, todo lo contrario a (pone voz de cursi) mira, vamos a hacer un Hamlet y me vas a crear una escenografía así y así, y… ¡Estoy harto! Hay que producir obras que nos hablen del presente. Al final, quienes sí lo hemos hecho, y aunque la crítica local no nos haya entendido, somos los que hemos salido por el mundo. Pradissa, Bieito, yo mismo… El resto se ha quedado aquí haciendo versiones modernísimas de los clásicos”.

La bohème
Escena de La bohème. © Yasuko Kageyama

— Ollé, esta generación de jóvenes y adolescentes postmilenio, a quienes hemos encerrado y colocado al borde del abismo, porque nada son ellos sin libertad y mismidad, ¿siguen teniendo hambre como aquellos bohemios?

— No lo sé, no soy un pensador, pero ¿por qué no crear en torno a ello? Nuestra generación fue muy privilegiada, recibimos la libertad de golpe cuando más se necesita, que es a esa edad; ya luego vinieron años de subvenciones y aquello fue otra cosa. Lo que están viviendo los jóvenes hoy, también es un revulsivo que generará un cambio, que no tengo ni idea a dónde va. Aunque solo fuese el cambio habido en las formas de comunicarse, esa forma de llegar inmediatamente a todo el mundo, que es una ventaja para ellos, ya supone que su vida será diferente. Y ¿cómo se gestiona toda esta sobredosis de encierro y pantallas, como la que estamos viviendo estos días aquí en Tokio? Pues mientras que para nosotros se cura con una inmersión en la naturaleza, nadie sabe por dónde saldrán estas ratas que en gran parte desconocen o no aprecian la naturaleza; estas ratas que ya no podrán bañarse en el Mediterráneo porque estará demasiado contaminado. Las ratas están saliendo de agujero y hay que hablar de ellas, yo en mis óperas hablo siempre de hoy hacia el futuro.

“Lo que están viviendo los jóvenes hoy, también es un revulsivo que generará un cambio, que no tengo ni idea a dónde va”

Ahí está el futuro, nos guste o no, queramos entenderlo o no. Y esto que Ollé responde, suena a nuevo proyecto. Y eso estoy pensando  preguntarle cuando me suelta lo de “¡Solo nos quedan cinco minutos! He quedado en conectarme con mis hijos, que andan por ahí, que nunca coincidimos, y esta vez lo he prometido (22 y 28 años)”.

Aprovechamos esos minutos para hablar de su aportación como artista residente o asesor artístico del Liceu, durante los próximos cuatro años, a un proyecto que su nuevo director artístico, Víctor García de Gomar, quiere llevar hacia el modelo de “centro de las artes” o “teatro líquido, del que han de salir infinitas preguntas”, del roce de unas disciplinas con otras: el espectáculo total que Ollé mencionaba, el artista total que declaraban los vanguardistas a principios del XX.

Àlex Ollé
Ollé será artista residente o asesor artístico del Liceu durante los próximos cuatro años. © Daniel Escalé

— ¿Qué intención trae un furero al gran teatre?

— Aportaré la mirada de creador de escena, mi mirada como director de teatro y ópera. El entendimiento entre los cuatro que nos sentamos a la mesa (García de Gomar; el director musical, Joan Pons; el director general, Valentí Oviedo, y él mismo como residente) es excelente. Primero queremos crear nueva cantera, descubrir nuevo talento, para lo que ya hemos empezado a sentar las bases con propuestas como (Òh!)pera, encargando micro óperas de media hora de duración a cuatro nuevos libretistas, directores de escena, compositores. He elegido a cuatro realizadores que trabajarán con las escuelas de diseño de Barcelona, para que experimenten la creación en grupo, permeables a las diferentes facetas artísticas que se dan en un espectáculo como es la ópera. Produciremos nuevas óperas contemporáneas. Segundo objetivo es educar a los niños, y también a los adolescentes y a la gente entre 30 y 40 años, que son muy desafectos a este género. Y por último, ampliar los gustos del público que ya es asiduo. En conjunto es un trabajo que ya viene de atrás, bajo la dirección artística de Joan Matabosch, y se trata de llevarlo más allá.

Pues le dejo pasar pantalla, buenos días y buenas noches en el más extremo oriente.

La bohème
La bohème de Àlex Ollé se estrena mañana en El Liceu. © Yasuko Kageyama