Caída libre Tibidabo
La nueva caída libre del Tibidabo, una panorámica a la ciudad y sus alrededores.

El Tibidabo pone en marcha una caída libre con vistas a toda Barcelona

El parque, ubicado en lo más alto de Collserola, completa su oferta con una atracción que se eleva a más de 50 metros y alcanza una velocidad de 80 km/h en el descenso

Uno ya sabe que cuando sube hasta el Tibidabo va a ver Barcelona de muy alto. Se empieza con su flamante funicular, la Cuca de Llum, en un ascenso que parte de la plaza del Doctor Andreu y que va dejando atrás la ciudad. Se está alto cuando se llega al parque, ni más ni menos que a 500 metros sobre el nivel del mar. Aun así, hay quien se sube a la noria o la atalaya para seguir desafiando al vértigo y tener unas vistas inmejorables de todos los barrios, integrados en un continuo urbano limitado por Montjuïc y el mar. Pero, desde este sábado, los más atrevidos sumarán una nueva manera de elevarse por encima de todo.

El Tibidabo acaba de estrenar su caída libre, una demanda de los visitantes a la que los responsables del parque llevaban tiempo queriendo darle respuesta. Hace cuatro años, en plena pandemia, arrancó el proyecto. Estaba en los planes del parque y el parón que supuso la covid no lo entorpeció. Hace dos años, se hizo el encargo para su construcción. Así lo recuerda su directora, Rosa Ortiz, quien era muy consciente de que los que van ahora a un parque de atracciones piden siempre imprescindibles como un tiovivo, una montaña rusa y, sin duda, una caída libre. “Son los clásicos”, subraya. Esta incorporación también les sirve para contentar a un tipo de público a quien se le podía quedar pequeña la oferta, las familias con los hijos más crecidos, así como a los grupos de amigos adolescentes.

A la elevación natural del parque de atracciones, ubicado en el punto más alto de Collserola, la caída libre suma una subida de 52 metros no apta para aquellos con miedo a las alturas. “Es como si fueras un astronauta, te sientes elevado con unas vistas maravillosas”, resume Ortiz. Además, el Tibidabo ha apostado por una caída libre con freno magnético, en lugar de una articulada con cables, lo que provoca una sensación de un descenso más rápido. Durante los 1,7 segundos que dura la caída, se alcanza una velocidad de 80 km/hora, llegando a los diez segundos de descenso con la frenada. Con capacidad para 25 personas, todo el trayecto que hace, subida y bajada, dura un total de dos minutos y diez segundos.

Una de las singularidades de la caída libre del Tibidabo es una parada intermedia antes de la rápida bajada. A unos 30 metros de altura, la atracción se para y da una vuelta de 360 grados para que sus pasajeros puedan ver todo lo que les rodea, no solo Barcelona, echando un vistazo, entre nervios, al Baix Llobregat, el Vallès y el Maresme. Con un diseño inspirado en una varita mágica, la nueva atracción se ha bautizado como Merlí. Aunque será un matiz que los que suban seguro que no notarán, la caída libre queda un poco por debajo de la mítica noria del parque, renovada por cuarta vez en la historia hace diez años.

Todos los trabajos para poner en marcha a Merlí han supuesto una inversión de 2,4 millones de euros, incluyendo la compra de la atracción y las obras de adecuación de la zona donde se ha instalado. Su inauguración se ha ido retrasando, prevista inicialmente para primavera. Según Ortiz, ha sido por la lentitud de los trámites para darla de alta como nueva actividad en el parque porque, a finales de mayo, ya estaba acabada. Se han contratado a tres operarios para encargarse de su funcionamiento. La plantilla total del parque se sitúa en los 250 empleados en temporada alta —los meses de verano— y en los 170 en temporada baja.

Alcalde Collboni caída libre Tibidabo
El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, junto con el teniente de alcalde Albert Batlle en la inauguración de la caída libre.

El parque espera volver a superar los 700.000 visitantes

La caída libre ha sido la gran novedad de esta temporada en el Tibidabo, que arrancó a principios de marzo. No obstante, no ha sido la única y también ha habido otras novedades recientes como el cambio de nombre del Hotel Krüeger a Hotel 666, tras incorporar una experiencia meet and greet con sus escalofriantes inquilinos. También ha renovado sus miradores y prevé estrenar nuevos espacios de restauración en agosto. El parque de atracciones, gestionado por la empresa pública Barcelona de Serveis Municipals (B:SM), prevé llegar a los 708.000 asistentes este 2024, siguiendo con la línea de crecimiento de ejercicios anteriores después de superar el bache por la pandemia. El año pasado, cerró con 681.000 visitantes, además de unos ingresos de más de 20, 4 millones de euros y un resultado de 353.000 euros.

La caída libre no ha sido la única novedad y también ha habido otras recientes como el cambio de nombre del Hotel Krüeger a Hotel 666, tras incorporar una experiencia meet and greet con sus escalofriantes inquilinos

Alrededor de la cifra de los 700.000 asistentes es con la que se sienten cómodos en el Tibidabo, expone su directora, ya que se traduce en unos manejables 4.500 usuarios diarios. Su récord lo consiguieron en 2018, con más de 732.000 visitantes. Más allá de crisis como la covid, la cifra varía según los días y los horarios de apertura, condicionada en función del calendario de cada año. El público se mantiene eminentemente local, con los turistas internacionales representando solo el 12%, un poco por debajo de las cifras previas a 2020, cuando se movían entre el 15% y el 17%.

Después de incorporar la caída libre, Ortiz no desvela pistas de futuras atracciones que puede sumar el parque. “Siempre estamos muy pendientes a las tendencias y somos pioneros”, remarca, poniendo como ejemplo que probaron tecnologías como la realidad virtual antes de que estuviesen tan en boga, incorporándola en el recorrido en tren de Tibidabo Express en 2017. No se olvida tampoco de su mítico avión, un simulador estrenado en 1928, un año después del primer vuelo entre Barcelona y Madrid. Durante mucho tiempo fue la primera experiencia aérea para muchos barceloneses y aún hoy, como señala Ortiz, hay padres que vienen con sus hijos a probarlo antes de subirlos a un avión.

Caiguda Lliure Tibidabo
La nueva caía libre, muy cerca de las sillas voladoras. © Norma Vidal/ACN