Daniel Craig
Daniel Craig en No time to die. © Eon Productions
LA PUNYALADA

Siempre habrá tiempo para morir

No time to die es una gran película sobre las palpitaciones de nuestro tiempo y una de las mejores obras maestras que nos ha regalado el feminismo en el último cuarto de siglo. Aviso: el artículo contiene spoilers monumentales.

Todos los cuñados del mundo saben que, en cada película de James Bond, se esconde un análisis geopolítico del presente histórico filtrado por el tamiz de los intereses y los complejos de Occidente. De entre ellos, los más leídos también entienden que el Zeitgeist de una determinada época no sólo se traduce en los movimientos tectónicos producidos por la guerra y las miserias de los grandes estados (o las grandes corporaciones empresariales), sino en cómo hombres y mujeres determinados gestionan los ideales que les han sido impuestos por la cultura de masas. No time to die insiste en estos dos ejes tradicionales de la saga Bond, pero dinamita el antropológico deconstruyendo el propio personaje y provocando el ocaso de la noción del héroe que se ha mantenido casi intacta durante 25 filmes que han determinado el deseo de poder de muchos países y los anhelos de masculinidad de los bípedos que algún día hemos soñado ser un 007.

La mayoría de críticos y fans bondianos han desestimado esta inteligentísima creación fílmica de Cary Fukugana (con un guión donde se intuyen pinceladas geniales de Phoebe Waller-Bridge, el alma de la serie Fleabag) porque desdibuja muchos leitmotiv de la serie: en efecto, la presencia competitiva de una nueva 007 (encarnada en la actriz negra Lashana Lynch) está metida ahí con calzador y el malote bien interpretado por Rami Malek es un pobre desgraciado con problemas freudianos for dummies de primero de guion. Lo que no han entendido la mayoría de espectadores de esta película fantástica es que los propios creadores han enfatizado la caricatura del feminismo interracial y nos han ofrecido un maligno freak para reírse de las cuotas, pues su intención es regalar al agente secreto la categoría de mito y, como tal, dejarlo luchando únicamente contra sí mismo.

De geopolítica se habla, faltaría más, y los creadores del film hacen bien al despacharse en un breve pero riquísimo diálogo entre Bond y M. Criado en el mundo de la Guerra Fría y los grandes bloques, el jefe de los servicios británicos lamenta tener que hacer frente a un nuevo tipo de arma que ha cocreado y que ahoga al enemigo cuando éste ha entrado en contacto táctil con la fuente de contagio (la referencia poscoronavirus está masticadita). El problema, reconoce M, es que Inglaterra no sabe muy bien contra quién cojones lucha ni qué quiere, y cuando Bond le insinúa que el maligno lucha contra el mundo libre, la democracia, lo de siempre y etcétera, los dos boomers acaban firmando una sonrisa cínica que los envía directamente a la cola de la prejubilación. No es que el enemigo tenga parte de razón en querer matarnos, sino que los buenos hemos prostituido tan alegremente nuestros propios ideales que ya sólo disparamos por inercia.

Daniel Craig Ana de Armas
Daniel Craig junto a la actriz cubana-española Ana de Armas en No time to die. © Eon Productions

Con esto ya bastaría para haber parido una película interesante, pero Fukugana y su equipo han querido rizar el rizo y contrarrestar el peligro de un arma vírica con una fuente de moral inesperada que hasta ahora Bond había escondido a las interioridades más bien improductivas de su entrepierna: su esperma. La mejor forma de matar el personaje y la masculinidad bondiana, en efecto, es provocarle al amigo James un pequeño contratiempo que a la mayoría de hombres se nos ha pasado por alto; a saber, que cuando perpetras eso tan simpático que ir follando a pelo por todo el mundo con mujeres estupendas… pues la cosa puede acabar derivando en un pequeño paquete de carne y hueso. La paternidad y la imposición de unos lazos genéticos que superan cualquier lógica de intereses es la última fuente ética del ser humano: Bond ganará a los malos cuando entiende que lo único que le ha hecho luchar de verdad y sacrificarse es saberse fuente de vida.

Resulta muy sintomático que el hecho de poner entre paréntesis la ética de masculinidad del personaje haya producido ataques de ira en el macho alfa plenipotenciario que todos llevamos en el estómago. Al salir del cine, abatido como si me hubieran dado una paliza, estaba cabreado como un toro con los cineastas por haberse cargado a mi héroe, convirtiéndolo en un puto padre de familia. Pero mi enojo era muy sintomático, porque si éste fuera un producto feminista mainstream en que los creadores hubieran aprovechado para machacar a James Bond haciéndolo más voluble y afeminado (como ocurre en las últimas películas interpretadas por Craig), la cosa no pasaría de un producto más del resentimiento. Pero No time to die explica perfectamente que, en este presente, la única salida de Bond resulta entender que todo aquello por lo que había luchado, incluso su falta de implicación emocional en los demás, era simplemente mentira.

No exagero al escribir que No time to die es uno de los productos más excelsos que ha dado el feminismo en el último cuarto de siglo y sus creadores, insisto, han obrado santamente en hacer creer que la clave de todo es que las competidoras laborales del 007, su amada y el producto de sus espermatozoides le sobreviva, cuando la profundidad de su transformación sacrifical es mucho más dramática. Bond sólo llega a ser un hombre como dios manda y a ganar cuando ama de verdad, y eso es lo que le hace fuerte, poniendo en un enorme paréntesis todo su imaginario anterior, una estética que los cineastas adoran como siempre, mimando las escenas de acción, pimplamenta de cócteles y seducción femenina habituales, pero que finalmente asesinan con el valor mucho más alto de la generosidad y el ataque de empoderamiento que nos pilla a todos cuando descubrimos que nuestros espléndidos ojos azules siguen vivos en otra persona.

Este es un mundo sórdido pero la vida, lo dice Bond cuando está a punto de enterrar a su amigo en el mar, tiene momentos espléndidos. Por lo tanto, siempre habrá tiempo para morir.

P.S.- Corred al cine, de verdad, que no exagero, y volver a la gran pantalla hace mucha ilusión.

P.S.1.- Por todavía había alguna duda, Daniel Craig es el mejor James Bond de toda la fucking historia. Querido Connery, a la cola.