Querido Terenci:
Eras el rey del mambo. Brillante, inteligente, divertido, mordaz, generoso, dicen que también cruel y manipulador. Una celebridad con miles de seguidores cuando aún ni siquiera se habían inventado las redes sociales. Un escritor pop que se embolsaba un dineral en premios y vendía novelas como si fueran churros. El columnista preferido de las chulas y famosas. El icono LGBT que proclamaba su homosexualidad a los cuatro vientos y al que no le guste que no mire, nena. El hombre hecho a sí mismo que habiendo nacido en una antigua lechería de la humilde calle Ponent moriría prácticamente convertido en un faraón. Porque, no jodamos Terenci, tú nunca quisiste ser un escritor maldito como Jean Genet, que se ganaba como podía la (mala) vida por las calles de tu barrio, el chino. No, tu modelo era Truman Capote, el hombre de los pijamas de seda que reinaba en el Upper East Side. Por eso, te gastaste medio Planeta en un abrigo de visón y te colocabas un peluquín que hacía mear de risa a tus amigas de toda la vida.
Sí, eras el rey del mambo, pero un día moriste y, salvo tus íntimos y un puñado de lectores y admiradores incondicionales —entre los que me cuento, por supuesto—, todo el mundo se olvidó rápidamente de ti. Sic transit gloria mundi, Terenci. Cierto que Barcelona se apresuró a dedicarte una plaza, aunque creo que no te hubiera gustado nada. Por el contrario, sí habrías aplaudido, desde el patio de butacas del Romea, la versión teatral del “Peso de la paja” que, un año después de morirte, estrenaron Lluïsa Conillé y Xavier Albertí para reivindicarte, con Jorge Manrique haciendo de ti. Tu hermana Anna Maria tampoco se resignaba a ver cómo tu figura se difuminaba a marchas forzadas, por esta razón, para mantener viva tu memoria, impulsó los Premios Internacionales Terenci Moix. Sin embargo, cuando la propia Anna Maria murió en 2014, nadie le tomó el relevo.
Han tenido que pasar dos décadas de tu muerte para que el gran público te redescubra. Hace días que en la presa se habla de ti, coincidiendo con el estreno de Terenci: la fabulación infinita, una serie documental dirigida Marta Lallana y escrita conjuntamente con Álvaro Augusto para Filmin una plataforma con buen cine y series que te habría encantado. Fíjate en este detalle: El día que murió Terenci, por decirlo a tu manera, Marta tenía nueve años y Álvaro, apenas tenía tres. Por tanto, ni te habían conocido ni te habían leído. Para descubrir quién eras, han tenido que hacer mucha arqueología y han desenterrado recuerdos, no siempre dulces, de Colita, Boris e incluso de Enric. ¿Te das cuenta de lo importante que es esto? Terenci: la fabulación infinita no es un acto de nostalgia sino una mirada, desde el futuro, hacia tu figura. Quizás, después de años enterrado bajo la arena, como uno de los faraones del antiguo Egipto que tan admiraste, tu legado te permitirá ganar la batalla contra el olvido. De momento, atiende que esto te habría encantado, el documental, que también tiene una versión cinematográfica, te acerca un poco más a aquellas estrellas del celuloide que, de niño, te dejaban boquiabierto en el cine de los sábados porque, estos días, también tú has dado el salto a la gran pantalla.
De ahí, a la eternidad, Terenci.
Y un consejo, a quienes lo hayáis descubierto recientemente: si os han dado ganas de leer a Terenci Moix, os recomiendo que empecéis por las memorias. En este sentido, estáis de enhorabuena porque Tusquets Editores acaba de reunir El peso de la paja en un solo volumen. Como decía la propia Colita en el documental que hace unos años le dedicó Ventura Pons, lo que quedará de la literatura de Terenci serán precisamente sus textos autobiográficos, un auténtico canto a la libertad y no solamente a ser quién eres sino también a quién quieres ser.