¡Volvamos a las petacas!

Camino por la ciudad a una hora en la que ya no se puede desayunar sentado en una barra o en una mesa de bar, por las cosas de la pandemia. Como ya hemos dicho en docenas de artículos, pasadas las ​​nueve y media, si quieres un café y un bocadillo tendrá que ser para llevar. De hecho, en la puerta de según qué bar ves trabajadores que se sientan en los bordillos, agrupados de la misma manera que si estuvieran en una mesa. Me encuentro con unos, cada día a las once (ya he adivinado que son repartidores de gas-oil) que desayunan tortilla de patatas y carajillo mientras critican a la recepcionista de la empresa, una tal Trini. “Yo ya se lo digo a la Trini: hazla tú, la ruta, hazla tú…”. Llevarse un café y un bocadillo por la calle es fácil, aunque provoca que se pierdan ventas de periódicos en papel, pero si eres de los que de vez en cuando suelen hacer “desayuno de tenedor” con vino o espumoso la cosa se complicará. Los bares y restaurantes, no abren hasta la una, hora de comer. Entonces, vuelve a ser legal entrar a tomar cualquier cosa. Todavía no nos han dicho que sea ilegal comer una copa de cava y una bolsa de patatas fritas.

John Cheever explica en sus Diarios que la hora digna para tomar el cóctel (para empezar a beber) son las doce. Antes, no. Pero se hace trampas y se pregunta si, al haber madrugado tanto, no podría adelantarse a las once y media o quizás a las once. De hecho, muchas coctelerías de Barcelona ya abrían, como muy temprano, a la una o a la una y media. En cambio, las vermuterías y los bares de tapas tenían abierto desde mucho antes.

Los fans absolutos del aperitivo, como yo, los de la parada de las doce, los que a veces nos tomamos un negroni y una “Gilda” (este invento que no todo el mundo hace igual, y que consiste en una aceituna, una anchoa replegada sobre sí misma y una piparra atravesadas por un palillo) o una copa de cava y unas patatas fritas, a la hora del Angelus estamos un poco perdidos. Reconozco, bajo la mascarilla, a los desconcertados del aperitivo, como yo. Vagamos por los alrededores de las vinaterías, coctelerías, vermuterías que frecuentamos, esperando que sea la una, pero pensando que entonces ya se nos hará tarde para el almuerzo.

Aprendamos, los que no sepamos mucho, a beber a chorro elegantemente, que es un sistema ideal para compartir bebida cuando no tienes vasos y que, además, oxigena el vino durante el trayecto aéreo del recipiente en la boca

Es por ello que propongo que si esto dura mucho volvamos a las petacas y a las botas, como las que llevaban los pastores. La petaca está muy pensada para ir en el bolsillo interior de la americana del señor (y de ahí esta forma no simétrica que tiene) pero ahora tendremos que crear unas (la mar de exclusivas) para el bolso de la señora. Aprendamos, los que no sepamos mucho, a beber a chorro elegantemente, que es un sistema ideal para compartir bebida cuando no tienes vasos y que, además, oxigena el vino durante el trayecto aéreo del recipiente en la boca. Me estoy imaginando unas botas Chanel, con bandolera ajustable, ideales para las damas que a las doce están en las calles de la ciudad hostil, y quieren hacer una parada en uno de los bancos del Passeig de Gràcia.