Cap i casal, condal perla del Mediterráneo, que llegó a dominar el Mare Nostrum; que al derruir sus murallas explotó en un Eixample modelo urbanístico mundial. Ciudad puntera y modélica de España y puerta a Europa a finales del franquismo. Centro de atracción turística. El 42% de los barceloneses que quieren comprar vivienda lo quieren hacer fuera de la ciudad (24% en Madrid), ¿por qué? ¿A dónde vas Barcelona?
La locomotora ha perdido fuelle. Parece que la descentralización iniciada con la Constitución del 78 nos ha perjudicado. No sólo Madrid nos ha superado, sino que Málaga se está convirtiendo en una competidora a tener en cuenta. Cierto que la capital tiene mayor superficie para crecer y que “gente llama a gente”. Y que falta inversión en infraestructuras. Pero también influyen las políticas económicas del ayuntamiento (oposición a la ampliación del aeropuerto, no al hotel Four Seasons, Hermitage…). La millor botiga del món tirada a la basura por el actual gobierno municipal, partidario de desescalar la economía para jibarizar la ciudad. Con un modelo de ciudad de pequeños pueblos, como era en el siglo XIX: Gràcia, Sarrià, Sant Martí…. Y no podemos olvidar la barretina calada bajo la ceja al otro lado de la plaza Sant Jaume, que tiene una política fiscal que invita a ir a vivir a Andorra.
Pero el vaso se puede ver medio lleno. Barcelona tiene la Sagrada Familia, y el Paseo de Gràcia, escuelas de negocios como IESE y ESADE y un fuerte tejido asociativo. Es como un transatlántico: tiene una gran inercia y los movimientos son lentos. La visión a largo plazo (generacional) ha de mandar sobre las decisiones tácticas. Parafraseando a Clint Eastwood, qué ciudad queremos dejar a nuestros hijos es importante, pero más importante aún es qué hijos queremos dejar a nuestra ciudad.
Vienen elecciones y hay que recordar a Druker: planificar no es pensar en las decisiones futuras, sino en las consecuencias futuras de las decisiones presentes. El ayuntamiento es la administración más cerca que tenemos. ¿A quién votar? El liderazgo del alcalde/sa puede ser el decantador. Podemos parafrasear diciendo que cada ciudad tiene el alcalde/sa que se merece.
Debemos pasar página a las políticas restrictivas de la actividad. Todos estamos de acuerdo en tener una ciudad verde e integradora; pero trinchar la calle Consell de Cent abriendo en canal la ciudad es no tener en cuenta la economía. Pacificar la ciudad no es hacerla inaccesible. Tal vez vale más recuperar los interiores de las manzanas del Eixample como auténticos pulmones verdes de la ciudad. El skyline de Barcelona ha de incluir Montserrat para incorporarla en su área extra-metropolitana en el diseño estratégico con equilibrio territorial, no solo para que la Moreneta ilumine la tierra.
Hemos de recuperar el orgullo y la pasión para volver a ser ciudad referente. Hace falta una idea global de modelo de ciudad, con estrategias de movilidad (interna y de acceso), vivienda, seguridad (personal y de la propiedad —lo que más preocupa a los ciudadanos—), comercio (físico versus online como vertebrador de la ciudad), fiscalidad, cultura, tercer sector, sostenibilidad ambiental y social, tecnología, emprendimiento,… en definitiva un ecosistema de progreso; una imagen de ciudad como polo de atracción. Con proyectos tractores. Se ha de escuchar a los expertos, y mediante un diálogo público-privado sumar esfuerzos. La administración administra los recursos y ha de crear el entorno para que las empresas los puedan generar. Por ejemplo, se puede reducir el gasto político, y se pueden simplificar los trámites.
Pero no todo depende de los demás, si cada uno barriese la acera de su casa, qué limpia estaría la ciudad. Barcelona se ha de volver a poner guapa; y ser una ciudad abierta a la innovación, al mundo. La mejor ciudad del mundo, para comprar, trabajar, visitar y vivir. Tanto si la bolsa suena como si no suena, Barcelona ha de ser buena.