El FC Barcelona celebra elecciones este domingo.

Querer al Barça

El Barça necesita empezar una nueva etapa con un liderazgo fuerte en la presidencia y volver a los resultados deportivos del sexteto para recuperarse de esta gran crisis de reputación y volver a poner en valor el prestigio de su marca

Siempre he sentido cierta incomodidad cuando mis consocios se refieren al Barça con el lema “més que un club” y no porque me parezca descabellado decir que el FCB es, con toda probabilidad, la empresa multideportiva más importante del mundo ni porque resulte igualmente cierto que la historia de Catalunya no podría entenderse globalmente sin un extenso capítulo dedicado al club. Aunque sea sólo por su impacto en la economía de nuestra ciudad (casi un 3% de su PIB depende directa o indirectamente del ente) y por el hecho de constituir su primera marca de identidad comercial, el Barça debe de analizarse objetivamente como algo más que un simple equipo de fútbol. Sin embargo, la eterna adjetivación “de algo más”, esta especie de factor mesiánico, también ha provocado una complacencia por la que, demasiado a menudo, los socios han acabado excusando la mediocridad oceánica de sus gestores y también han perdonado al equipo que no alcance su primera y única obligación: que ganar forme parte de la normalidad.

El escudo del Barça en el césped del Camp Nou. ©Sandrine Néel

Los catalanes siempre hemos tenido una relación extraña con nuestras emociones y eso de querer (al país, a sus políticos,  a nuestras instituciones) siempre lo hemos entendido más bien como el arte de perdonar pecados y de excusar las miserias a nuestros capataces y no como el de exigirles el máximo de libertad para lo que dicen amar supuestamente. Esto nos hace tener también una convivencia difícil con la victoria; son demasiados años de cebarse en la ética del 1714 y de fornicar sádicamente con la derrota, demasiadas décadas en las que nuestros líderes nos han acostumbrado a la salmodia de bajar el listón de nuestras ambiciones para no ser acusados de falta de cordura, no sea que si nos pasásemos de hambre victoriosa y de alegría algún funcionario español se enfade más de la cuenta. En el caso del Barça, esto no son patrañas de quien suele pecar de metafísico; hasta la llegada de Cruyff y con Laporta, la historia del ente se resume en levantar recopas y ganar al Madrid en la liga como excusa para salvar la temporada.

Esta ética ha quedado perfectamente resumida en la figura de Josep Maria Bartomeu, al que los socios tendremos que agradecer el mérito de haber sido el peor presidente de la historia del club con un legado difícil de empeorar, una economía bajo mínimos y una crisis de imagen evidente y totalmente lógica, si tenemos en cuenta que desde el club se contrataba (fraudulentamente) empresas que tenían como noble objetivo ir en contra de la reputación de algunos de sus mejores jugadores. Si esta era tiene que servir para algo es para recordarle a la masa social que el liderazgo grisáceo tiene efectos directos en el césped y en el ánimo de los socios. En poco menos de una década, hemos pasado del Barça del sexteto a un equipo que sólo tiene sed de ganar partidos para que el mejor jugador de la historia recupere sus ánimos y no se largue a Manchester. El Barça de hoy, como se vio con el partido de Sevilla, es un equipo de fe, de remontada y pit i collons: y servidor no es muy de remontar, es más bien de arrasar al contrario.

Leo Messi, en el entrenamiento de este viernes. ©Miguel Ruiz – FC Barcelona

En un contexto de desprestigio y con una situación económica difícil de afrontar, pero también en un presente donde ser presidente del Barça puede llevarte a tener problemas con la judicatura española, hay que agradecer a Joan Laporta, a Víctor Font y a Toni Freixa su valentía para dar un paso adelante y mostrar su barcelonismo en esta época tan turbia. Son tres hombres valientes, con unos proyectos singulares y en algunos aspectos antagónicos, pero que no son fruto de la improvisación. Su gallardía se ha demostrado también en una campaña donde ha imperado un fair play que muchos políticos de la tribu deberían imitar, en la que la prioridad no ha sido desprestigiar al contrario sino intentar explicar lo mejor de cada visión del Barça. Caer tan bajo en la era Bartomeu nos ha servido, al menos, para que los tres candidatos nos regalen una campaña bien trabajada, esperanzadora y con visión de futuro. Insisto: hacerlo en este momento no era nada fácil y a los tres hay que agradecerles de verdad su crit valent.

Caer tan bajo en la era Bartomeu nos ha servido, al menos, para que los tres candidatos nos regalen una campaña bien trabajada, esperanzadora y con visión de futuro

La situación económica del Barça volverá a mejorar cuando el equipo gane y vuelva a liderar el fútbol a nivel mundial. Esto no quiere decir que el club no tenga aspectos de gestión urgentes que van más allá del césped y de la contingencia de los resultados: reducir el gasto, refinanciar la deuda, incrementar las ganancias comerciales y mejorar la reputación de su marca en todo lo intangible que puede convertirse en ingresos tangibles. Todo ello es necesario pero en el mundo del fútbol actual aumentar la caja sólo puede vincularse a marcar más goles que el equipo contrario (de la victoria dependen un 25% de los ingresos en función de la clasificación en Liga y una progresión de 9,5 a 19 millones en el caso de la Champions). En este sentido, el campo sólo volverá a ser un clamor y el Barça recuperará el temple si el equipo resucita la filosofía del sexteto: hay que volver a hacer que ganar sea lo más normal, la tarjeta de visita internacional del ente, y no la excepción de la que uno debe disculparse.

De esta campaña resulta interesante que todos los candidatos hayan puesto de relieve que el gobierno del club no puede mantenerse anclado en criterios del pasado, que es harto delirante que todavía existan grupúsculos enquistados y de escasa transparencia como la Asamblea de Compromisarios y, a su vez, también es una buena noticia que el mundo de los referendos y de la democracia directa (¡¡¡hemos necesitado una pandemia para que los barcelonistas puedan hacer algo tan simple como votar por correo!!!) forme parte del ámbito decisorio de algunos aspectos esenciales de la vida gestora del club. También es una magnífica noticia, y hace pocos años hubiera sido impensable, que todos los programas electorales de los tres candidatos hagan menciones nada anecdóticas a los equipos femeninos de la entidad. De ser invisibles o un maquillaje para quedar bien, se ha demostrado que cuando la institución y los medios de comunicación ponen de relieve la labor deportiva de las mujeres del club (porque son mujeres, no “chicas”) la afición les responde con mucho interés y asistencia.

Se ha demostrado que cuando la institución y los medios de comunicación ponen de relieve la labor deportiva de las mujeres del club (porque son mujeres, no “chicas”) la afición les responde con mucho interés y asistencia

Después de este tiempo abyecto de mediocridad supina, sólo un liderazgo fuerte puede revertir la baja moral del barcelonismo y en eso el Barça no es la excepción de lo que necesitan las instituciones y las empresas del país (para cerciorarse de lo contrario sólo hay que prestar atención a la Plaça Sant Jaume y a la mayoría de partidos de nuestra mortecina vida política). En cuanto a esta campaña apenas concluida, Toni Freixa ha ido creciendo como candidato a medida que pasaban las semanas y su verbo afilado ha demostrado óptimo para alguien que quisiera dedicarse al oficio de tertuliano, pero su excesiva dependencia de juntas directivas de infausta memoria le inhabilita para ser un candidato con ilusión para liderar el Barça. A Víctor Font, contrariamente, tampoco le ha sonreído totalmente una campaña donde ha presumido de haber preparado un plan durante siete años del cual, más allá de la superficie y de contar con Xavi como referente (sin que el jugador nunca lo confirmase explícitamente), ha resumido sólo el esqueleto.

Gerard Piqué, protagonista de la remontada ante el Sevilla, que coloca al Barça en la final de la Copa del Rey. ©Miguel Ruiz – FC Barcelona

Superar la etapa Bartomeu será sin duda una buena noticia. Pero con todo esto no es suficiente. Mucho antes de que oliéramos la podredumbre del Bartogate, en un artículo premonitorio, Jaume Giró ya alertaba que la crisis más grande que tenía el Barça no era sólo económica, ni institucional, ni deportiva, sino sobre todo una grave crisis reputacional. “La reputación no tiene atajos”, decía el editor del The New Barcelona Post, y añadía: “el hecho de que el mejor jugador de todos los tiempos se plantee irse del Barça es la demostración de que el talento no es suficiente cuando no hay una misión, un modelo y un propósito que le dé sentido”. La clave de todo ello, decía al principio, es si querer al Barça implica una concepción del amor como acto de tolerar la imperfección y la bajeza o si, por el contrario, quererlo es sinónimo de ambición, de liderar y finalmente de ganar. Esta es la antigua excepcionalidad que tuvo el club durante unos pocos años gloriosos y que ahora es necesario normalizar.

En este sentido, en casa somos del 2 a 6, de las Champions ganadas sin bajar del autobús y de, cuando uno ha hecho el trabajo, regar las fiestas con mucho champán y alegría. Mi elección, como os debéis imaginar, es clarísima. Lo volveremos a hacer. Faltaría más.

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