Alberto Guijarro
Retrato de Alberto Guijarro

Primavera, año 18

La agenda de los festivales musicales que llegan con el buen tiempo empieza con el Primavera Sound, un acontecimiento que según un estudio realizado hace un par de años tiene un impacto económico para Barcelona de más de once millones de euros. Donat Putx habla para TheNBP con uno de sus codirectores, Alberto Guijarro, sobre la edición de este año

Cuando los días empiezan a ser más largos, los melómanos de estos lares empiezan a estar pendientes de los grandes festivales al aire libre que decoran nuestro paisaje vital. Una agenda que comienza con el Primavera Sound, que ocupará el Fòrum barcelonés entre el 30 de mayo y el 2 de junio con más de 160 artistas en su cartel. Alberto Guijarro es uno de los cuatro codirectores del Primavera, que este año celebra su decimoctava edición y, por lo tanto, alcanza la «mayoría de edad».

Más allá de cabezas de cartel como Björk, The National o Arctic Monkeys, ¿qué otro gran vector destacarías con respecto a la programación de este año?

Seguimos esforzándonos por tener más música negra en el festival: más hip hop, más R&B, más neo soul… Creemos que vale la pena, porque por esta vía captamos a un público más joven. Desde hace tres años notamos que se incorpora gente en la veintena, aunque celebramos el festival en plena época de exámenes y eso es un problema para parte de este público: ¡lo notamos en las redes sociales cuando anunciamos el cartel del 2018, ja, ja, ja! Ahora tenemos un público muy repartido en lo que respecta a la edad: hay aproximadamente un 33 % de gente de 18 a 25 años, un 33 % de 25 a 35 y un 33 % de 35 en adelante. Creemos que es un equilibrio muy chulo.

La primera edición del festival, en el Poble Espanyol, convocó a 7.000  personas. Estáis en el Fòrum desde el 2005, y el año pasado registrasteis más de 200.000 asistencias. ¿Os estáis acercando al techo de crecimiento?

Este año todavía hemos aumentado el aforo en unas 5.000 personas por día, pero sí, por las características del espacio nos acercamos al techo. De hecho, en el 2012 empezamos a celebrar el NOS Primavera Sound en Oporto precisamente para desinflar un poco el de Barcelona. A nosotros no nos motiva meter gente por meter gente. Nos preocupa más la comodidad, y tener una programación en la que, al final, notemos que hay dos festivales: hay un segmento del público que se dedica sobre todo a los cabezas de cartel y otro que se mueve por escenarios más pequeños para descubrir cosas. Y también estamos provocando un tercer perfil, que llevamos potenciando desde el año pasado, que es el de la música electrónica.

Haciendo un poco de memoria, en el Primavera hemos visto conciertos de música africana, flamenco, canción catalana, música brasileña, experimental, contemporánea… No son géneros típicos de un gran festival.

Es verdad que nosotros partimos de una escena muy concreta, pero enseguida entendimos que no podíamos encasillarnos, que teníamos que abrirnos. Y creo que el público nos ha ido acompañando, aunque en algún momento también recibimos críticas. Recuerdo que el año que trajimos a Wilco y Devendra Banhart al Poble Espanyol alguien nos dijo que el festival «olía a vaca», que aquello era demasiado hippie, pero al final todo el mundo ha acabado escuchando a estos artistas. También hubo quien puso el grito en el cielo por traer a Lluís Llach. Yo creo que los festivales deben tener un punto de riesgo y de provocación. Y, como te decía, el público va respondiendo. Eso se nota sobre todo con las nuevas generaciones. La gente joven escucha unas cuantas canciones de pop rock, unas cuantas de hip hop… Han roto las barreras estilísticas y también las temporales: a veces escuchan a los Doors y, aunque no sepan de qué época son, les da igual y lo disfrutan.

Algo más de la mitad de los asistentes del Primavera son extranjeros. ¿Cómo os explicáis esto?

Pensamos que hay dos razones. La primera es la programación. Hemos notado que tiene mucho prestigio internacional entre los medios de comunicación, los profesionales del sector y los propios artistas. Una anécdota: este año traemos a Jane Birkin, y en una cola de correo electrónico que se le escapó a su oficina, leímos una conversación entre el agente y el mánager que decía «tenemos que ir al Primavera porque nos abrirá puertas». ¡Jane Birkin! Para muchos músicos es importante venir al festival. La otra razón, evidentemente, es Barcelona. Este no es un festival de acampada en el que te tiras tres días sin salir del recinto. Venir a un festival urbano en una ciudad amable, con buen clima, con posibilidad de pasear y visitar cosas, o de ir a la playa, también forma parte de este éxito.

¿Qué impacto deja el festival en la ciudad?

El último estudio que tenemos es de hace un par de años y habla de un impacto de más de once millones de euros, calculado a partir de la media de gasto que realiza cada asistente en alojamiento, restauración, transporte…

Seguramente también hay un impacto no tangible. Me pregunto si iniciativas que habéis ido lanzando a lo largo del tiempo, como Primavera als Bars, Primavera als Barris, Primavera a Casa Teva, conciertos gratuitos y otras, van por aquí.

Mira, nosotros empezamos haciendo todas estas cosas fuera del recinto para sentirnos parte de la escena de la ciudad. Para reforzar espacios pequeños, para dar salida a los grupos «maqueteros», para apoyar el trabajo que hacen los centros culturales de los barrios, para mostrar distintos puntos de la ciudad y distintas formas de disfrutar de la música… Eso nos hace sentir acogidos y, al mismo tiempo, acoger. Después podemos desarrollar un discurso social que está muy bien, pero el primer impulso fue ese.