Patricia Capdevila
La escritora Patricia Capdevila.
ENTREVISTA A PATRICIA CAPDEVILA

“Hay gente que nunca ha entrado en un piso del Eixample”

La autora barcelonesa publica 'No con un estallido' (De Conatus), una primera novela sobre el tiempo y la clase, con una Barcelona periférica como centro

Patricia Capdevila (Barcelona, 1980) se estrena como escritora con No con un estallido (De Conatus), una novela que radica en los bloques de un barrio sin nombre, con personajes que traspasan diferentes épocas, apegados a una incomodidad que les deslocaliza y les constituye. Múltiples tramas se mezclan con un devenir histórico que les determina, casi siempre sin ser conscientes, como una cascada continua de titulares que va escribiendo un futuro que ya está pasando. Y con la familia como origen de todo, con sus verdades a medias y silencios de fondo. De habitaciones compartidas con olor a sopa Gallina Blanca a pisos precarios sin bombillas.

No hay ningún detalle dejado al azar en la primera novela de Capdevila, licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura comparada en la Universitat de Barcelona (UB) y profesora de Narrativa en la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès. Después de años enseñando a escribir a otros, fue madurando en ella un sentir de qué podía contar, con la lectura de Submundo de Don Delillo como pieza clave en esa carrera de fondo que la ha formado como creadora. “Siempre hubo un deseo de escribir, pero no encontraba la manera de hacerlo”, cuenta la autora, quien vio la necesidad de rebatir cómo se ha querido ignorar la historia en la era neoliberal, dándole cuerpo para poder acercarse a las pequeñas cotidianidades de personajes que no saben dónde tienen que estar y cuál es su papel en el mundo.

— ¿Qué se muestra de la ciudad donde transcurre No con un estallido?

— Quería poder entrar en diferentes espacios de Barcelona para que se viera la complejidad social de una ciudad que no se puede leer en una única imagen. El centro, el Raval, Glòries… Es una ciudad compleja, desbordante, saturante, cargada de mil impresiones. Y me interesaba la periferia. Claramente está inspirada en un barrio de bloques, pero el nombre no se dice nunca. Quiero que sea una realidad estética y que pertenezca a ese imaginario. Creo que es más periférico al no estar arraigado a ningún lugar. Lo que importa es la imagen y la sensación, no que sea un barrio concreto.

— ¿Hay periferia en el mismísimo centro de Barcelona?

— Claro, esas pequeñas periferias en las que no reparamos porque la ciudad las invisibiliza y se lo traga todo. Quizá la periferia es como la imagen más clara del estar afuera, pero, al final, esa sensación se lleva a todos los espacios. Todos los personajes de No con un estallido tienen un cierto desplazamiento: o porque vienen de la periferia a la ciudad, o llegan desde las provincias o el campo. O porque son del Eixample y quieren ser obreros, es decir, también se da ese ensoñamiento burgués con la periferia, de querer pertenecer al barrio por la idealización de las clases populares.

— ¿Cómo se siente la protagonista?

— Carla se piensa a partir de las afueras y, al hacerlo, convierte la periferia en centro. Te puedes ir de tu origen pero, de alguna manera, va contigo. El espacio que realmente quería que estuviera y perdurara de una manera más clara eran los bloques y luego contrastarlo con los salones de la zona alta.

“Te puedes ir de tu origen pero, de alguna manera, va contigo”

— ¿Por qué ese viaje?

— Está la idea de las clases y los contrastes. De estar en entornos diferentes de hogar, que también tiene que ver con lo cultural, con la manera de concebir las casas. Un piso de Glòries con un intento de diseño sueco, el piso pequeño del extrarradio, el gran salón burgués. Hay un recorrido contrapuesto de varias caras de la ciudad. Cuando la protagonista va a un salón literario en el Turó Park, está en un espacio que le es muy, muy ajeno. Se enfrenta otra vez a la idea de la pertenencia o no y de si ha conquistado el desclasamiento. Pero cuando está allí realmente ve que no hay posibilidad del acceso, no porque la excluyan personas en concreto, sino porque no hay ningún lugar en el que integrarse. No va a encontrar donde llegar y conclusivamente decir, por fin estoy aquí, a gusto. Al final, piensa que es mejor la conciencia de la intemperie que un salón acomodado. Es un recordatorio de que la protección de un hogar o un salón es siempre una ilusión y de que no hay lugar donde cobijarse.

— ¿Cómo se refleja la diferencia de clases?

— No quería que la clase se cifrara solamente en lo económico, sino en cosas pequeñas, mucho más sutiles, como un gesto, una manera de estar, una comodidad. Hay una forma de ser pija concretamente barcelonesa. Hay cosas que se dan por descontadas si perteneces a ciertos ámbitos. Y esa tranquilidad de que las cosas están allí y lo están para ti. Ni siquiera ha supuesto un esfuerzo ir a ese sitio o una pregunta sobre si es adecuado que tú estés en él. Es una interiorización de algo que nadie te ha dicho. Está la comodidad o la incomodidad y, a mí, me gusta más lo segundo. Narrativamente, con personajes que no están naturalmente instalados en el mundo. Entonces, esa tensión de si pertenezco o no, de si soy o no, me interesa con respecto a pensar quiénes somos, cómo habitamos sin tener ese vivir tranquilo y convencido, estando más o menos desplazado.

Patricia Capdevila
Capdevila ha querido reflejar las clases sociales “en cosas pequeñas, mucho más sutiles como un gesto, una manera de estar, una comodidad”.

— ¿Con qué intención?

— No hay un reproche, cada uno está donde está. Para mí, simplemente, es la conciencia de que hay diferencias, no es lo mismo venir de un lugar o de otro. El mundo no es una tabula rasa, unos tienen facilidades y otros no. Hay que entender cuáles son tus privilegios y cuáles no tienes. Recordar esto favorece que algunos se puedan hacer cargo de sus situaciones y puedan defenderlas mejor. Pero también está la voluntad de pensar el sistema en el que estamos. Hay que desestabilizar la idea de que este marco capitalista, liberal, económico, competitivo e individualista, es el único y de que no hay alternativa.

“El mundo no es una tabula rasa, unos tienen facilidades y otros no. Recordarlo favorece que algunos se puedan hacer cargo de sus situaciones y puedan defenderlas mejor”

— La protagonista no encuentra ese espacio de protección, pero tampoco la verdad absoluta. 

— Acepta que no hay ese lugar, igual que no hay el conocimiento de la historia que está más presente, la de su padre, que no la quiere conocer, pero se la va encontrando. También llega a la idea de que no hay un saber conclusivo sobre los otros. Este desconocimiento no viene porque todo es malo, sino, simplemente, porque sí. Creo que pensarse desde esta debilidad es la manera de ir tirando. No vas a saber ni quién eres tú, ni quiénes son los otros, ni cuál es tu lugar en el mundo. Esta sensación, en términos literarios, a mí me apetecía por no reproducir las convenciones, sino más bien pensarlas, cuestionarse la propia identidad, el espacio, la posibilidad de conocer, y no escribir para confirmar cuál ha de ser el lugar de llegada, sino pensar que, al fin y al cabo, somos el ejercicio con el que nos relacionamos con esta duda: ¿Quiénes somos?

— Y, ¿cómo se traduce?

— Somos en relación a los otros. Por eso hay también tantos personajes en la novela, no simplemente por poner a gente de diferentes esferas, sino por entender que eres a través de los demás. También por contradecir esta pulsión individualista muy centrada en uno, que tiene que ver con el capitalismo. Pensarse en el marco de algo más grande es hacerlo en las relaciones con el resto de personas. El encuentro con los otros te constituye. Por ejemplo, Carla, la protagonista, conoce a una amiga que viene del Eixample y esa persona le da acceso a un mundo distinto. Hay gente que nunca ha entrado en un piso del Eixample, igual que hay gente que nunca ha estado en uno de barrio. Pongamos el polígono Gornal, hay quien que no tiene ni idea ni siquiera de dónde está eso.

No con un estallido Patricia Capdevila
No con un estallido, publicado por De Conatus, es la primera novela de la autora barcelonesa Patricia Capdevila.

— Todo esto, retratado con saltos en el tiempo que recorren las últimas siete décadas de la sociedad española.

— Quería que tuviera un efecto de viaje temporal para asistir a la manera en cómo se construye lo histórico. Con la idea de que mientras está pasando una cosa, están pasando muchas otras a la vez, de las que puedes ser consciente o no, pero que en algún momento te pueden afectar en tus deseos, temores, ideas. En los años 80, Carla llega a casa de la primera comunión de su hermano y está teniendo lugar el primer ataque yihadista en España. Diez años más tarde, hay un intento de atentado contra las Torres Gemelas. Todo está prefigurado y luego acaba pasando, porque ya estaba pasando. Es decir, no depende de protagonizar un momento único y determinante para estar en la historia, sino que estás en ella todo el rato. Aunque queramos vivir al margen del pasado y el futuro, está ahí siempre.

— Visualmente, el lector lo ve con todos esos números de bolsa y titulares de noticia que van apareciendo a lo largo de la novela.

— Son el recordatorio de que están pasando otras cosas que van a afectarte, tú ahora no lo sabes, pero quizás dentro de 20 años determina tu presente y tu visión del mundo. Refuerzo así el vínculo del presente con el pasado, y del presente con el futuro. Por ejemplo, en el principio hay números de la bolsa. No se tienen que entender, son solo una presencia. Y, luego, con el tiempo, todo lo económico, en lo que no te estabas fijando, de repente, con la crisis, se pone en un primer plano y todo el mundo empieza a hablar de conceptos económicos y se invade la vida de las personas. Pero es que siempre estuvo allí. Los números, los bloques de barrio, están todo el rato y nosotros estamos a nuestras pequeñas cosas, viendo o no, todo lo que está pasando. Quería transmitir esta sensación constante de no estar pendientes de cosas a las que habría que prestar atención porque, si estuviéramos atentos, quizás podríamos hacernos cargo de sus posibles consecuencias.