Albert Sánchez Piñol
El escritor barcelonés Albert Sánchez Piñol. © La Campana

Sánchez Piñol se enfrenta a Napoleón y otras criaturas en ‘El monstruo de Santa Elena’

Su última novela se va hasta el fin del mundo para poner a prueba el amor y los ideales, transformando lo histórico en fantástico

Cuando Albert Sánchez Piñol empezó a pensar en El monstruo de Santa Elena (publicado en castellano por Alfaguara y en catalán por La Campana), se imaginaba que escribiría un cuento, con el Amor, la Cultura y el Poder enfrentándose en una isla remota por un desenlace. Pero, entonces, apareció el Bigcripi, un monstruo marino, húmedo, enorme y hambriento. “Más terrible que Moby Dick y el tiburón de Spielberg”, advierte el escritor barcelonés. Y, claro, con un ser tan temible el relato crece y “ya no lo puedes reducir a diez páginas”. Es aquí cuando surgió la nueva novela del autor de VictusLa piel fría. “Me lo he pasado pipa”, confiesa Sánchez Piñol, quien no había anticipado que esta trama estaría entre las historias que escribiría a lo largo de su vida. “Es un regalo de la providencia”, sostiene.

Aunque ese Bigcripi recuerde a los anfibios que habitaban La piel fría, también ambientada en una isla remota e inquietante, Sánchez Piñol rechaza cualquier otra similitud. “Son temas diferentes”, insiste. En El monstruo de Santa Elena, se está hablando de la contrarrevolución que podría haber devuelto al poder a un Napoleón Bonaparte desterrado, encerrado y embrutecido, cuando algo inimaginable, y muy temible, trastoca el orden establecido y la respuesta pasa por abstenerse de los ideales y “escoger entre muerte o tiranía”.

Pese a que todos los personajes que aparecen en la novela existieron, como acredita las imágenes que preceden la narración, así como también sucedió el encierro de Napoleón en Santa Elena, Sánchez Piñol remarca que “no ha querido escribir una novela histórica”, menos aún si se tiene en cuenta que la figura del militar francés protagoniza un sinfín de biografías y ensayos cada año.

Aunque ese Bigcripi recuerde a los anfibios que habitaban La piel fría, también ambientada en una isla remota e inquietante, Sánchez Piñol rechaza cualquier otra similitud

Empieza pareciendo una novela histórica, reforzando esa sensación con la elección de un diario como forma de narrar lo que sucede, pero muy pronto se descubre la trampa. Los malos modos de Napoleón, especialmente en la mesa; las locuras de los acompañantes que se han ido hasta el fin del mundo con él o la admiración que despierta su figura entre los habitantes de la isla son detalles verídicos. También lo son la multitud de ratas que hay en Santa Elena, casi unas protagonistas más del libro. Se construye así un entorno completamente fidedigno, hasta que llega el Bigcripi y todo lo transforma, devolviendo al autor a ese entorno más fantástico en el que se desenvuelve con facilidad.

Pero antes de que emerja de las profundidades marítimas el Bigcripi, Sánchez Piñol tiene que reunir en una misma sala al Amor, la Cultura y el Poder. Para ello, recurre a un desencadenante tan antiguo como lo son las pruebas de amor. La marquesa de Custine, Delphine Sabran, quiere saber si su último amante, el aclamado literato François-René de Chateaubriand, le quiere de verdad. Piensa que la mejor forma de comprobarlo es irse hasta Santa Elena. Ella se presentará ante el que ha sido el hombre más poderoso y verá si, cuando esté a punto de perderla, Chateaubriand luchará por ella o no lo hará.

La resolución no pasa solo por la aparición de ese monstruo y es que en la isla hay otros monstruos, algunos de los cuales revelan su verdadero carácter antes de que llegue el Bigcripi y otros que lo demuestran cuando tienen que combatirlo. “La monstruosidad se contagia”, señala el autor, haciendo que “ningún personaje salga ileso”. Los personajes son arquetipos y Sánchez Piñol subraya que “no se expresa a través de ellos, son ellos los que se expresan a través de mi”. “Yo pasaba por aquí…”, defiende.

“La monstruosidad se contagia”, señala el autor, haciendo que “ningún personaje salga ileso”

El monstruo de Santa Elena se posiciona con el Amor, la Sensibilidad o la Belleza que representa la marquesa de Custine, siendo ella la narradora de toda la historia. “Tenía que ser ella quien lo explicase”, asegura el autor, ya que también es el personaje que, con el agravio, se convierte en el más lúcido y acaba siendo concluyente.

Pero Sánchez Piñol tampoco quiere dar un sermón sobre quién tiene que ganar, si la marquesa, el literato o el antiguo emperador. “Los libros están hechos para ser leídos y divertirse”, expone. Por ello, ante contextos actuales que pueden hacer pensar en su Bigcripi, como el ataque de Rusia a Ucrania, el escritor no sabe qué papel tiene que jugar cada uno de esos arquetipos. Él solo quiere “explicar historias, no ofrecer soluciones”. “El Bigcripi tiene muchas formas. La menos destacable sería la de la novela”, concluye.