“Estudié comunicación audiovisual porque me apasionaba el cine, y luego trabajé durante tres años en una productora de documentales, una experiencia que me descubrió otras maneras de contar historias más allá de la utopía de la ficción. Pero llegó un día en el que decidí dejar mi trabajo de jefe de producción, porque necesitaba hacer algo más creativo. Entonces empecé mi aventura escribiendo sobre lo que me gusta: música, cine, arte, literatura y viajes”. Acodado sobre la barra, el periodista y agitador cultural David Moreu sigue las volutas de humo que se desprenden del té verde con menta recién servido, a la espera de que se enfríe mientras Ben Harper interpreta su Wicked man junto con los Blind Boys of Alabama para el paisanaje matutino del Bar.
Aquella decisión de escribir sobre lo que ama, haciendo frente a los claroscuros que ello implica, se cruzó en su vida junto con el periodista y también parroquiano Manuel López Poy. “Fue él quien me animó a hacer colaboraciones periodísticas, sin saber que aquel consejo lanzado al aire se convertiría en mi profesión. Entonces pasamos muchas mañanas en su casa, hablando de periodismo y de la vida en la carretera. Ahí aprendí muchas cosas que no enseñan en las facultades. Aún hoy reímos al recordar aquellas charlas y los caminos que han tomado nuestras vidas”.
Una vida en los márgenes de los caminos establecidos, “haciendo lo que me gusta, lo que es un pequeño gran privilegio en el mundo frenético y colapsado en el que vivimos” y cuyo rastro se puede ir siguiendo a través de multitud de reportajes para cabeceras como Esquire, National Geographic, Rolling Stone, El Periódico, Ruta 66 o el suplemento Cultura|s de La Vanguardia, además de colaboraciones habituales con los programas Sofá sonoro de Cadena SER y Els viatgers de la gran anaconda de Catalunya Ràdio.
Autor de los libros From a whisper to a scream y Un aplauso para el astronauta, su hazaña más reciente es la coedición de las tiras de Friday Foster en un impecable tomo publicado por Norma sobre las aventuras de esta heroína de la Blaxploitation creada por Jim Lawrence e ilustrada por el barcelonés Jordi Longarón, que lamentablemente falleció antes de ver esta obra restaurada y reeditada de forma tan lujosa.“Aún estoy liado con los últimos coletazos de la promoción de este libro gracias a la fabulosa exposición de las tiras de prensa originales que le dedica el MNAC hasta el 24 de junio”, anuncia. En paralelo, anticipa que está ya terminando un libro de conversaciones de blues ilustradas con el dibujante Jordi Vilella, que saldrá para Editorial Confluencias, y un libro de conversaciones de surf y contracultura, para Sílex. “También compartimos un huerto con unos amigos y sus hijos pequeños. Hoy nos toca regar a nosotros ¡y a mi hija le encanta!”, ríe.
Epifanías a varios kilómetros de aquí
En noviembre de 2007, el parroquiano viajó a Memphis con el encargo de una revista de hacer un reportaje sobre la historia de Stax Records. “Decidí llevarme una cámara de video y un micrófono para grabar todas las entrevistas y todas las cosas que se cruzaran en mi camino con el sueño de hacer un documental musical”.
“De aquel viaje salieron cuatro reportajes y un premiado documental titulado Down to earth, sobre la relación casi mágica que existió entre el movimiento por los Derechos Civiles y la música soul”. Aquel fue el primero de muchos viaje al profundo sur de Estados Unidos en busca de sus recónditas historias sonoras. “Sin duda, un sueño hecho realidad para un amante del soul y del blues”.
—¿Y cuál dirías que es el mejor sitio del mundo?
El periodista ríe, sabiéndose la respuesta al dedillo: “Nueva Orleans, siempre”, aunque su siguiente epifanía vital le iba a pillar bastante lejos de ahí. “En 2019 pasé una temporada en Indonesia como nómada digital donde revalidé mi contrato personal para seguir trabajando como freelance en un momento de dudas existenciales. Fue un viaje asombroso y una manera única de descubrir ese país y su cultura. ¡Aún sueño con el nasi goreng!”
La hazaña más reciente de Moreu es la coedición de las tiras de Friday Foster, en un tomo publicado por Norma sobre las aventuras de esta heroína creada por Jim Lawrence e ilustrada por el barcelonés Jordi Longarón
Pero, de todas estas vivencias existenciales, sonoras y gustativas, el parroquiano destaca las que ha vivido “en los márgenes del camino y que no aparecen en mis reportajes, porque me las guardo para mí, o las conversaciones con aquellas personas que he conocido a lo largo de los años gracias a mi trabajo y que, en muchos casos, se han convertido en buenos amigos”.
Cuando la calma ganó la partida a la intensidad
El periodista nació a media hora de Barcelona, en sus márgenes, “en un pueblo que ya no es pueblo, es decir, en el que la panadera ya no te conoce”. Desde la adolescencia, la ciudad estuvo en su punto de mira y el de sus amigos, “porque era el lugar donde pasaban las cosas que nos gustaban y queríamos estar en el ojo del huracán para asistir a conciertos, fiestas, festivales de cine y presentaciones de todo tipo”. Tiempo después, se estableció aquí “y durante diez años estuve dando vueltas entre Gràcia, el Guinardó y Arco de Triunfo”. Pero aquel amor por Barcelona “fue mutando a medida que la calma le ganaba la partida a la intensidad” y, aunque todavía hay días en los que se deja seducir por sus encantos, llegó el momento de irse. Y se estableció una distancia que, a veces, le llega a sorprender “porque debo confesar que nunca imaginé que me llegaría a sentir como un extraño en sus calles. Supongo que es el precio que pagas cuando te alejas de algo que has querido”.
Enamorado de “las historias de los lugares que fueron y ya no son, en una Barcelona gentrificada que está perdiendo su identidad”, le gusta visitar aquellos rincones, “donde puedes cerrar los ojos y soñar con lo que fueron”. Y pone como ejemplo la antigua sala Zeleste en la calle Platería, hoy convertida en tienda de moda de una gran marca, en un rincón por el que “pasaron todos los músicos de la onda Layetana de los 70 y artistas como Bill Evans, Stan Getz, Machito o Gerry Mulligan. Curiosamente, en la tienda todavía hay, o al menos hasta no hace mucho había, colgados carteles de esa época en una esquina medio escondida. Un detalle bonito”, y sonríe dando cuenta de su té verde con menta mientras Harper y los Blind Boys salmodian sobre su 11th Commandment.
—Lo que está lleno de detalles bonitos es nuestra suculenta oferta gastronómica, por si antes de ir a regar el huerto con tu hija quieres comer alguna cosa.
David Moreu estalla en una carcajada tras la cual pide echar un vistazo al menú. “Y si hay algo de chocolate de postre, también es una buena tentación”, añade con indisimulado apetito.