A principios de la década pasada, cuando ya empezaba a despuntar la absurda obsesión por los ránkings, un bar clandestino ubicado en un principal del Eixample recibió el galardón de “mejor coctelería de Europa”. Aquel mítico speakeasy, fundado por Kim Díaz, se llamaba Mutis; y por su barra desfilaron clientes como Woody Allen, Robert de Niro o Russell Crowe.
Allí se bebía, se comía, se escuchaba música y se fumaba con el mismo furor del Chicago de los años 30. Pero un buen día, con la frialdad del padre que abre las cortinas para inundar de luz la habitación del hijo noctámbulo, la administración decretó el cese de la actividad por unos problemas de licencia. Ni los ránkings ni los premios pudieron salvar al Mutis, y los pájaros que ahí se congregaban tuvieron que abandonar el nido. La fiesta se había terminado. Todo el mundo a su casa. Ley seca.
Si empezamos hablando del Mutis, es porque el Nuts reencarna en parte su espíritu. Desde la tipografía del logo a los tonos rojizos de su interior, el homenaje es evidente. Pero esta vez, y para evitar sustos con las fuerzas del orden, el local tiene todos los papeles en regla.
Josep Maria Morera y Lázaro Rosa-Violán, los padres de la criatura, han convertido el Nuts en el club del cual les gustaría ser socios. Esta pareja de baile se conoce desde años, y ya había colaborado anteriormente en otros proyectos, pero siempre por encargo de terceros. Aquí, los clientes han sido ellos, y la libertad creativa que han tenido se traduce en un bar que sintetiza muchos años de patearse anticuarios, decorar locales y leer revistas caras.
Tanto Morera como Rosa-Violán son dos nombres vinculados al diseño que han dedicado su vida a transformar identidades corporativas y espacios. Ambos siguen en activo, pero puestos a tomar una copa al salir del trabajo, ¿por qué no hacerlo en tu propio bar?
Morera, el encargado de dirigir el negocio y quien ejerce de anfitrión, nos revela el improbable escenario en el que conoció a Rosa-Violán, su partner in crime en esta aventura. “Un día coincidimos en un telesilla de Baqueira-Beret, concretamente el del Dossau, que tarda lo suyo y da para ponerte a charlar un rato”, recuerda. De aquel encuentro fortuito surgieron diversas colaboraciones profesionales que han desembocado en este proyecto conjunto.
En el Nuts, todo tiene nombre y apellidos. Los ventanales que dan al chaflán de Rosselló / Muntaner pertenecieron a un castillo de Carcassonne, las cariátides de madera vienen de un local de Ámsterdam y los taburetes de la barra se han recuperado de un crucero desballestado de los años 60. Lámparas de Murano y tejidos parisinos visten un espacio, en el que, de jueves a sábado, se puede escuchar jazz, swing y blues interpretados en directo. Un aliciente raro en la ciudad.
Cobrar los cocktails a 20€ y las copas de vino a 15€ da pistas del tipo de público que busca el Nuts. “Nuestros clientes son sobre todo turistas y extranjeros instalados en la ciudad que buscan un concepto un poco exclusivo”, explica Morera. La persona que agita la coctelera del Nuts es Gerard Vaquer, un joven barman de Castellón que prepara pócimas como el Bloody Mary con Tío Pepe o el whisky sour con Macallan. Jerez, Escocia, Barcelona.
Si las mixturas alcohólicas nos despiertan el hambre, en Nuts también se puede cenar. La propuesta de la casa es una fórmula de cuatro tapas, postres y petits-fours. La calidad de los ingredientes empleados –foie trufado, salmón noruego, atún rojo de Cádiz, cangrejo real y dulces de la pastelería Faixat– guarda relación con los 75€ que cuesta el picoteo, en una ciudad en la que cualquier tataki de dudoso origen se cobra a veinte pavos. De la sala se ocupa Eddie Arola, un veterano de la hostelería barcelonesa, versado en las texturas de la noche y que sabe moverse bien en los interiores aterciopelados de esta nave felliniana.
El nombre del local, Nuts, va acompañado de las palabras Indulgence Club, lo que significa que, en este local, el hedonismo se articula por medio de una comunidad de socios. Si bien la coctelería es de libre acceso al público, convertirse en cofrade del club tiene algunas ventajas, como por ejemplo poder usar la aplicación exclusiva que permite reservar mesa.
El requisito para afiliarse pasa por desembolsar un pago inicial de entre 2.000 y 4.000 euros, dinero que, a diferencia de otros clubes, no va a fondo perdido, sino a la cuenta particular de cada socio, un crédito con el que podrá pagar las consumiciones en sus sucesivas visitas.
Explica Morera que, a mediados de los 70, descubrió la canción Nuts –interpretada per George Melly & The Feetwarmers– y que, después de escucharla unas cuantas veces, pensó que aquello de “Nuts” sonaba muy bien, que tenía flow, y que si alguna vez, de mayor, abría un bar, ese nombre le quedaría de lujo.