La reapertura de los restaurantes en el turno de noche llena de optimismo al sector del vino, que empieza a ver cómo se van animando los pedidos, aunque todavía están muy por debajo de lo que era habitual antes de la pandemia. Las bodegas confían en que a partir de octubre, cuando la vacunación ya será generalizada, habrán vuelto a la normalidad y prevén cerrar el año por encima de 2020, aunque se muestran prudentes.
El mercado catalán es estratégico no sólo para los elaboradores de vinos catalanes, sino también para los productores de zonas como La Rioja, una denominación de origen que en Catalunya siempre ha estado muy bien posicionada y que, de hecho, sigue siendo la DO con mayor cuota de mercado, ya que vende el 21% de todas las botellas de vino que se consumen, por delante de la DO Catalunya, que tiene una cuota del 15,6%, según un estudio del Incavi.
Bodegas Muga, con sede en el emblemático Barrio de la Estación de Haro (La Rioja), es una de esas bodegas que sigue muy de cerca la evolución del mercado catalán y, de forma recurrente, elige Barcelona para presentar sus novedades enológicas. “Catalunya es una plaza muy potente para nosotros; aunque es una gran zona productora, tenemos todavía mucho potencial de crecimiento“, destaca Manu Muga, uno de los hermanos propietarios de la bodega, que agradece también la labor que realiza su distribuidora, Calidoscopi, propiedad del grupo Vila Viniteca.
Justo cuando la situación sanitaria lo ha permitido, Manu, Ana y Eduardo Muga han visitado la ciudad para dar a conocer su última creación: un vino blanco de alta gama que quieren equiparar en calidad a los grandes vinos tintos de esta histórica bodega y que debe servir también para demostrar que esta icónica denominación de origen española —que produce en un 80% vino tinto— también puede sobresalir por sus vinos blancos.
Con el nuevo Flor de Muga Blanco, la bodega quiere aprovechar el fuerte crecimiento que experimentan en general los vinos blancos en todo el mundo y, de paso, contribuir a recuperar y dar a conocer una variedad de uva blanca autóctona llamada Maturana y de la que hay muy pocas hectáreas plantadas. Ya en los años 70, Muga elaboraba un vino blanco, pero lo dejaron de hacer ante el fuerte crecimiento de los vinos tintos de Rioja. La bodega, sin embargo, volvió a apostar por este segmento en 1991 con la creación de Muga Blanco, un vino fermentado en barrica de las variedades Viura, Garnacha blanca y Malvasía.
Ahora, con el Flor de Muga amplían la gama con un producto de perfil mucho más gastronómico fruto de la vendimia de 2018 y con el que quieren posicionarse entre los mejores blancos de la denominación de origen. Elaborado con un coupage de Viura (40%), Garnacha blanca (30%) y la mencionada Maturana (30%), sale al mercado con una producción muy limitada, de 12.000 botellas, que se comercializan a un precio aproximado de 32 euros. Este vino, que ya tenía un hermano en versión rosado (Flor de Muga Rosé, 100% garnacha), se elabora con el denominado mosto flor, es decir, con el primer mosto que se obtiene tras una primera prensada muy ligera. El mosto se fermenta seis meses en barricas de roble francés y luego pasa tres meses más dentro de unos huevos de cemento con sus lías, un elemento que hace que el vino gane cuerpo, untuosidad y persistencia en boca. Flor de Muga Blanco ya ha obtenido una puntuación de 94 puntos en la guía Parker.
Muga ha presentado este vino, que ahora sale al mercado, maridado con un arroz con espardenyes del chef Marc Gascons, premiado con una estrella Michelin por el restaurante Els Tinars de Llagostera (Girona), y que en Barcelona regenta el restaurante Informal del Hotel The Serras. Para demostrar que Flor de Muga Blanco también puede acompañar a un plato de carne o en un guiso, Gascons también lo ha maridado con una espalda de cabrito deshuesada y glaseada. Quim Vila, copropietario de Vila Viniteca, ha acompañado a los hermanos Muga, miembros de la tercera generación de la bodega, integrada por cuatro hermanos y tres primos.
Muga posee 330 hectáreas en la DOC Rioja que le abastecen en un 65% de la uva que necesita; el resto procede de viticultores con los que mantiene una relación a largo plazo. El 50% de la producción se exporta, fundamentalmente a países de Europa, América del Norte y Asia. El buen comportamiento de las ventas en el mercado exterior ha permitido a la empresa compensar en parte la fuerte bajada de la hostelería en el último año.