ALMA, una mirada a la

Los finales más felices se escriben con música

Aparece de repente. Se abre una puerta del largo pasillo y asoma una silla de ruedas cargada de objetos enfundados. En el lugar en que nos encontramos, una unidad de cuidados paliativos, la imagen provoca, inicialmente, desconcierto. ¿Qué pueden ser esos objetos? La evidencia se impone en unos segundos: se trata de instrumentos. Y la silla de ruedas la empuja Rochsane Taghikhani, la musicoterapeuta del Hospital Residencia Sant Camil, en Sant Pere de Ribes (Barcelona).

Rochsane cierra la puerta de la habitación en la que justo ha terminado una sesión de musicoterapia y se encamina a la 208. Allí, tendida en la cama pero con su mejor sonrisa, le espera Susanna Quincoces. Cada una con un instrumento, tocan al azar. Y lo que pueden parecer notas desordenadas acaban convirtiéndose en una melodía catalizadora de emociones. Serenidad, algunas veces. Melancolía, en otras. Alegría, tristeza…, y así hasta que termina el encuentro. Juntas consiguen “facilitar la expresión emocional utilizando la comunicación no verbal”, explica Olivia Giménez, trabajadora social de esta unidad.

La musicoterapia no es la única actividad que realiza Susanna cuando el dolor la  obliga a ingresar. También cuenta con sesiones de reiki que la ayudan a relajarse. “Estos espacios te hacen sentir más persona y menos paciente, es como poner un paréntesis en la enfermedad”, resume Olivia, a los pies de la cama, acompañándola. Y en pocos lugares el verbo acompañar cobra tanto sentido. Porque el acompañamiento al paciente a nivel médico, social, psicológico y espiritual es la piedra angular de esta unidad, que forma parte del Programa para la Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas de la Obra Social ”la Caixa”.

Mientras, Susanna, con voz firme, narra su lucha contra el cáncer y diferentes metástasis en los últimos seis años. Ahora, con 50 y una hija de 18, asegura tener más herramientas para afrontar su día a día gracias al equipo del Hospital Sant Camil. Explica que la suya es “una experiencia de crecimiento”. “Haré lo que sea necesario para seguir viviendo”, añade. “Es una mujer luchadora, que ha convertido la enfermedad en un reto”, cuenta Olivia.

“Bonito”. Es el adjetivo que más pronuncia Susanna a la hora de explicar la labor del equipo que la atiende. Son bonitas sus palabras, sus mimos y cuidados, su actitud al despertarla, su acompañamiento constante. Al frente de la unidad está Helena Camell, jefa del Servicio de Medicina Interna y Cuidados Paliativos del hospital. “Se trata de ayudar a morir sintiendo que has vivido”, cuenta. “El objetivo es humanizar los cuidados paliativos”.

Ella lidera este equipo multidisciplinar formado por médicos, enfermeros, psicólogos y trabajadores sociales, lo que permite la atención integral al paciente, así como a sus familiares. Profesionales de distintas disciplinas, cada uno con sus funciones y rutinas diferenciadas. Uno diría que son como las notas aisladas que tocan Susanna y Rochsane en sus sesiones de musicoterapia. Notas aparentemente inconexas que van conformando una melodía. Una plácida melodía que, si se escucha con detenimiento, es un canto a la vida cuando se acerca la muerte.

Texto: Neus Contreras
Ilustración: Belén Segarra

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