Paul Holthus
Paul Holthus ha estado esta semana en Barcelona. ©Rafa Marín
ENTREVISTA AL PRESIDENTE DEL WORLD OCEAN COUNCIL

“Si somos el planeta azul, no tiene sentido pensar solo en verde”

Paul Holthus, presidente y fundador del World Ocean Council, representa aquello que entendemos (o vamos entendiendo poco a poco) como “economía azul”. Su función es coordinar un grupo cada vez más grande de empresas comprometidas con la sostenibilidad en los océanos, pero entendiéndola no solo como un valor abstracto, sino también como un factor de negocio. Ahora ha estado en Barcelona para liderar el congreso mundial sobre esta materia que se celebrará en capital catalana, ciudad también elegida como sede permanente de esta organización global de negocios e inversión de la economía azul.

Barcelona ha sido escogida para ser la sede mundial del World Ocean Council, que a partir de ahora organizará cada año en la ciudad su congreso anual. Del 17 al 18 de octubre, la capital catalana acogerá la Cumbre del Océano Sostenible (Sustainable Ocean Summit) y el 19 de octubre la primera cumbre mundial de finanzas azules (Blue Finance Summit-BlueFin 22).

Con experiencia en actividades de conservación medioambientales desde hace 30 años, y habiendo trabajado como asesor para empresas, instituciones, agencias y ONGs de todo el mundo, el estadounidense Paul Holthus, presidente de la asociación, nos explica por qué se ha elegido Barcelona, que quiere decir azul y, sobre todo, qué pinta la economía.

–¿Qué hace, aquí?

–Traemos el World Ocean Council a Barcelona, en asociación con el Puerto y el Ayuntamiento, para crear un gran hub mundial de economía azul. Barcelona es un lugar excelente para desarrollar esta actividad y estos negocios.

–¿Excelente por qué?

–Barcelona nos parece ahora mismo la ciudad más dinámica, junto con su puerto, en términos de liderazgo de la economía azul. Tiene los elementos clave para ser la capital mundial y socia principal del World Ocean Council.

–De acuerdo, pero, ¿qué quiere decir economía azul?

–Este término hace referencia tanto a la economía del mar como a la sostenibilidad de los océanos, y pretende involucrar no solo a los sectores que operan en los océanos (con actividad económica principalmente), sino también a toda la responsabilidad social corporativa de aquellas empresas que quieren demostrar que su actividad es sostenible. Es decir, que todas las actividades que se desarrollan en el océano (pesca, navegación, turismo, puertos, etcétera) se consideren reunidos en este concepto de responsabilidad porque su actividad sea sostenible.

–Y, ahora mismo, ¿el Port de Barcelona tiene un papel destacado?

–Aquí las cosas funcionan. Vuestro puerto es un claro ejemplo de showing by doing, a través de varias mejoras en sostenibilidad de sus operaciones. Tienen visión, son proactivos y, sobre todo, tienen la ambición de liderarlo, replicarlo y esparcirlo en todo el mundo. Evidentemente, siempre se puede hacer más, nadie es perfecto, pero hay una firme voluntad acreditada con hechos a lo largo de estos años.

“Vuestro puerto es un claro ejemplo de showing by doing, a través de varias mejoras en sostenibilidad de sus operaciones”

–¿Ser sostenible es un buen negocio?

–Nosotros creamos una gran cantidad de oportunidades de negocio y de puestos de trabajo allí donde la economía se liga a la sostenibilidad. Ser sostenible es más que un buen negocio: es un negocio inmenso y que crece de forma exponencial. Y se trata precisamente de comprobar que la sostenibilidad hace crecer todavía más.

–Usted ha mencionado el turismo. El crecimiento exponencial también puede tener desventajas o incomodidades.

–Ya no se trata solo de la investigación de nuevos combustibles para los cruceros, que ya se hace, sino de saber gestionar el éxito. La economía azul puede aportar a Barcelona elementos hasta ahora poco explorados como actividades bajo el mar, el submarinismo, el turismo ecológico… Podemos contribuir a espaciar los visitantes y no tenerlos visitando la Sagrada Família, creamos alternativas que ayudarán a gestionar mejor los flujos de gente. Pero es que además la economía azul desarrolla tecnologías como, por ejemplo, el carbonato de calcio en los rompeolas, donde el plancton marino se adhiere mucho mejor que en el granito o el hormigón. Nosotros pretendemos renaturalizar la costa, impulsar un turismo regenerativo. Trabajamos en términos de cambio de paradigma, no de parches.

“Podemos contribuir a espaciar los visitantes y no tenerlos visitando la Sagrada Família, creamos alternativas que ayudarán a gestionar mejor los flujos de gente”

–¿Qué otras ciudades destacan en economía azul, además de Barcelona?

–Pocas. Está Róterdam, Oslo, Lisboa… A nosotros nos corresponde coordinarlas todas, hacer una gran coalición. Y, evidentemente, en todas partes hay valor y oportunidades.

–¿Hacéis más tecnología, más responsabilidad social o más gestión?

–Cada empresa que se acerca a nosotros tiene necesidades e impactos diferentes y, por lo tanto, sus retos de sostenibilidad pueden variar. Piensa una cosa: todo el océano está conectado y, por lo tanto, lo que necesitamos son empresas de todos los sectores. Los problemas son similares y, por ejemplo, nos encontramos con fenómenos universales como el sonido del mar.

 Paul Holthus
Según Holthus, además de la capital catalana, Róterdam, Oslo y Lisboa son otras ciudades que destacan en economía azul, pero no hay muchas más. ©Rafa Marín

–¿El sonido?

–Sí, la contaminación acústica, que afecta a los ecosistemas marinos y especialmente a los animales. Ahora mismo tú y yo nos encontramos en un restaurante con hilo musical y la gente habla mucho a nuestro alrededor. Esto condiciona nuestra conversación, y nos tenemos que preguntar qué puede hacer la tecnología para bajar el volumen, pero también los cambios sociales y culturales, y la misma gestión del restaurante. Hace falta la colaboración de todos los agentes. Por lo tanto, nosotros intentamos que haya un análisis común, que se evalúe el problema de forma similar y resolverlo en común. Sobre todo, porque los inversores en una ciudad quieren saber que existe coordinación en las soluciones, antes que invertir en las mismas. En Barcelona haremos esto.

–Pero también a escala global.

–Por supuesto. En Barcelona, por ejemplo, contamos con proyectos como Seastainable Ventures, entre otros, pero precisamente el Mediterráneo es para nosotros un gran laboratorio. Como es un mar muy concentrado, contiene un microcosmo tan rico y una densidad tan grande de actividad humana que es como una réplica pequeña del océano. Estudiando el Mediterráneo podemos escalar resultados a nivel global, sois el “canario de la mina” de la economía azul.

“Los inversores en una ciudad quieren saber que existe coordinación en las soluciones, antes de invertir. En Barcelona haremos esto”

–Hemos entendido antes el verde que el azul.

–¡Porque somos seres terrestres, pero a nuestro planeta lo denominamos “planeta azul” por alguna razón! El océano Pacífico, que es donde he trabajado más años (especialmente en islas como Tahití o Nueva Caledonia), nos demuestra que todas las aguas del mundo están conectadas: allí es muy evidente que lo que sucede en un lugar también sucede en el otro y, por lo tanto, las diferencias culturales, sociales y territoriales del Mediterráneo tendrían que solucionarse a través del mar.

–Un puente de mar azul.

–El mar nos conecta, no nos separa. Efectivamente.

“El mar nos conecta, no nos separa”

–Pero las normas terrestres las conocemos mucho más que las marinas, incluso hablamos de “aguas territoriales”.

–Si protegemos los bosques con una normativa clara, el guardabosques sabe cuándo tiene que intervenir y tiene muy claro qué podemos hacer y lo que no. En el tema azul, quien tiene que responsabilizarse son las empresas porque es un sector muy baldío. Las empresas y la tecnología, que ya está instalando sensores, cámaras, sondas… Cada país controla su mar territorial, pero un 41% de las aguas son internacionales. El océano es todo uno, no está separado. Por lo tanto, tenemos que intentar ser proactivos en la creación de regulaciones universales y códigos de buenas prácticas. Me temo que son las empresas quienes tienen que coger las riendas de la responsabilidad social en este ámbito. Insisto: los inversores miran mucho todo esto antes de invertir en cualquier sitio. Y la ley, en efecto, siempre cambia de forma lenta. Especialmente en los países más subdesarrollados.

Paul Holthus
El océano Pacífico es donde Hothus ha trabajado más años, especialmente en islas como Tahití o Nueva Caledonia. ©Rafa Marín

–¿Las empresas empujan, pues?

–¿Conoces la Tragedy of the Commons?

–No.

–En Boston existía hace muchos años una zona natural en el centro, actualmente un parque, que entonces se usaba de lugar de pasto para los granjeros. Era para todo el mundo, cualquiera podía llevar las vacas a pastar, sin límite alguno ni regulación. Tampoco había incentivos para gestionarlo o racionalizarlo. Se acabó resolviendo por interés económico, por interés egoísta de las empresas, y este interés para aprovechar bien los recursos revirtió favorablemente en el medio ambiente.

“Tener mar os hace capital. No lo puede decir todo el mundo”

–¿Lo mismo para los océanos?

–Exacto, todos podemos ser perdedores si no nos ordenamos. Si los gobiernos y los reguladores son demasiado lentos, las empresas tienen que coger las riendas, incluso si esto les supone inicialmente un coste. Evidentemente que los gobiernos pueden hacer mucho y tienen que hacer mucho, pero los particulares tenemos que continuar avanzando mientras tanto. De hecho, el malo de la película no son los reguladores, sino los malos agentes dentro del propio sector. Aquellos que hacen lo mínimo que les dicta la ley, y entonces un día hay un derrame de petróleo y resulta que es mucho más dramático que si se hubiera hecho algo más que cumplir la ley vigente.

–¿El egoísmo puede salvar el mundo?

–Salvar el planeta es una tarea egoísta, sí. Pero es una actividad que hace la gente que se preocupa por las cosas.

–¿Era importante que Barcelona tuviera mar para ser sede de su congreso?

–Tener mar os hace capital. No lo puede decir todo el mundo.