Todo lo que no nos habían contado

Llucia Ramis (Palma 1977) acaba de ganar el Premi Anagrama de Novel·la por Les Possessions, un “relato de fantasmas” en el que, como en sus tres anteriores novelas, coquetea con la crónica generacional y autobiográfica a partir de sus obsesiones, su geografía (Mallorca-Barcelona) y determinadas circunstancias vitales como la pasada crisis (se supone que ya superada) que nos arrebató algo más que las certidumbres.

Escritora y periodista, Llucia se ha convertido en una cronista privilegiada del universo literario barcelonés, primero desde El Mundo y ahora desde La Vanguardia. Y aunque tiene una mirada crítica, y en ocasiones afila su teclado, también posee una risa contagiosa con la que parece haber conseguido caer bien a todo el mundo.

ES MÁS FÁCIL ENAMORARSE POR ESCRITO

Eres crítica con tu generación.
Mi generación cree que merece lo que tiene, pero no lucha por mantenerlo. Como si todo viniese dado y no nos tuviésemos que alzar nunca. Y por eso la situación es la que es. Nos estamos dando cuenta demasiado tarde de que tendríamos que haber reaccionado antes.

Has pasado de ser cronista a ser una de las protagonistas de la vida literaria barcelonesa…
Yo me hice escritora, si es que te “haces” escritora, porque soy tímida… Ahora me toca estar delante, cuando siempre me había gustado estar detrás. Parece contradictorio. Uno escribe porque cree que puede controlar aquello que está escribiendo. De pequeña era patológicamente tímida. Tenía problemas para relacionarme. Incluso alguna profesora habló con mis padres porque no era todo lo sociable que se suponía que tenía que ser a mi edad. Hablaba poco, muy poco, y tenía mucha vergüenza. Mis padres son psicólogos y, claro, tuvieron que educarme para que dejase de ser tímida. Escribir es mi manera de llegar a donde no podía llegar de manera verbal. Pero te haces trampas a ti mismo… Primero, porque cuando escribes te estás justificando de alguna manera, estás construyendo un relato. La realidad no es lineal y, en cambio, lo que escribes sí que es lineal. Por ejemplo, es más fácil enamorarse por escrito que hacerlo cara a cara, porque no tienes la misma responsabilidad. Aunque te impliques muchísimo, no deja de ser un texto escrito. El hecho de tener la sensación de que controlas, de que observas en un segundo plano y describes lo que tú quieres, te protege. En cambio, cuando eres protagonista te está exponiendo, ya no puedes hacer que los otros vean las cosas como tú las ves, sino que son ellos los que te miran y sacan sus propias conclusiones.

La vergüenza muchas veces se entiende como falta de interés o antipatía.
Yo creo que la vergüenza es un sistema para mantener el poder. Lo pongo en Les possessions. La vergüenza es natural, todo el mundo la siente, pero tú puedes manipularla para conseguir determinados objetivos. Esto se ve con la Iglesia, que crea el pudor, la vergüenza por el propio cuerpo y por determinas actitudes, y así preserva su poder. En cambio, en la economía no existe la vergüenza porque, si no, no se genera riqueza. No has de tener escrúpulos, que serían una forma de vergüenza. Y en la era de exhibicionismo en la que vivimos, de individualismo, de espectáculo, la timidez es claramente contraproducente, porque te estás escondiendo en un mundo donde nada se esconde. Se supone que los escritores escribimos para que no nos vean, para que vean el mundo como lo vemos nosotros, pero que no nos vean a nosotros, para eso ya está el libro… Pero el mercado está hecho de tal forma que tú has de hacer igualmente el show para vender tu producto. Es muy contradictorio.

En una entrevista para TheNBP, el poeta Pere Rovira nos decía que escribe para engañar a la muerte, para alejarla… ¿Por qué escribes?
Cuanto mayor te haces más intentas engañar a la muerte. En este libro hay una escena en la que explico que la gente mayor de noche tiene insomnio porque en aquel momento la muerte duerme pero el miedo no. Y el miedo te despierta porque se aburre y te va recordando que te estás acercando al final de tu vida. La muerte es un material literario muy interesante y, además, pensar en ella es muy necesario para entender lo que es la vida. La escritura, además, en mi caso, es un mecanismo para entender las cosas. Todo me resulta mucho más fácil de entender cuando lo veo escrito.

¡ODIO BARCELONA!

Mallorca y Barcelona son las dos grandes protagonistas de tus novelas. Háblame de ellas…
Mallorca es como la madre. A una madre la quieres igual por mucho que cambie. Y además siempre está ahí. Le pueden hacer las mil y una putadas, la pueden destruir, pero es tu madre y estará ahí siempre. En cambio, Barcelona es como mi amante. No sabes muy bien por qué estás todavía a su lado… (Risas) ¡Odio Barcelona! La odio muchísimo y, al mismo tiempo, la quiero mucho. Es una contradicción muy fuerte. Encuentro que es una ciudad aburridísima, no entiendo su falta de inquietud cultural, cuando ha tenido muchísima… No acabo de entender por qué no se protege más contra la especulación y el turismo… ¿Por qué se vende tan barata? ¿Por qué es tan acomplejada? Por un lado parece muy creída y por otro está completamente acomplejada. Es insoportable. Es como una señora mayor que ha envejecido mal y se ha operado cincuenta mil veces… Y cada vez se parece más a todas las señoras que se han operado cincuenta mil veces (carcacajadas)… Y al mismo tiempo es maravillosa. Tiene las dimensiones perfectas, el clima es muy agradable, tiene mar (y todos los que venimos de una isla necesitamos poder ver el mar, aunque no vayamos nunca). Es una ciudad que conocí mucho más divertida, no porque yo fuese más joven, sino porque realmente lo era. Yo la encuentro muy aburrida y es una ciudad que podría ser potentísima culturalmente, tiene todos los elementos… Pero no consigue ser realmente moderna y abierta. Tampoco entiendo la falta de cultura en los medios de comunicación y la falta de transversalidad… Cómo es posible que la gente de teatro no sepa qué pasa en el mundo del arte y los escritores no sepan lo que hacen los músicos… Hay una enorme desconexión entre los distintos ámbitos culturales cuando todos formamos parte de lo mismo.

¿Crees que en otras épocas ha habido una actividad cultural más potente, cosmopolita e interconectada?
Claro. Esto pasó en la Barcelona de los 70. A mí me lo han explicado así… No creo que la Barcelona de los 70 fuera mejor que la de ahora. Estaba mucho más sucia y en los 80 había yonquis. Es verdad que se ha idealizado esa época. Pero, en lo que a la cultura se refiere, se generó un movimiento tan potente que todavía ahora estamos hablando… ¿Dónde está la gauche divine de ahora? ¿Dónde está el punk? ¿Dónde está toda aquella gente? ¿Cómo y quién escribirá la etapa actual? (Risas. Muchas risas)