“Encontré mi voz literaria una noche de 2003, en Chile. Me despertó un grito y, como activado por un resorte, me puse a escribir una crónica sobre Neruda. Aquel fue el primer texto en el que me reconocí. Lo titulé El grito, no sólo por el que me había despertado, sino porque era algo liberador. El aullido de cuando por fin das con tu propia voz”. Los acordes del Sophisticated lady de Duke Ellington llenan la atmósfera vespertina del Bar mientras el escritor, guionista y profesor Jorge Carrión reflexiona a pie de barra, Manhattan en mano, sobre un momento de epifanía en su trayectoria creativa.
— Y el grito que te había despertado, ¿de quién o de qué era?
Jorge Carrión sonríe. “Eso es lo más gracioso, nadie más lo oyó aparte de mí. Y, al cabo de los años, cuando volví a aquel lugar, alguien me dijo que pudo haber sido la cría de una raza autóctona de lobo, que chillan de la manera que describí”. Aquella crónica de Neruda iba a acabar en uno de los libros del autor, La brújula, “que no era mi primera obra publicada, pero sí acabó siendo la primera escrita con mi voz”.
Nacido en Tarragona y criado en Mataró, Jorge Carrión siempre quiso ser escritor —“la novela es el género que más he cultivado”— y a los 20 años tenía ya dos obras escritas. Cuando el giro de guion existencial llegó aquella noche en forma de grito, fue un paso más en una trayectoria vibrante que lo ha llevado a escribir ensayos como Barcelona, libro de los pasajes, “que escribí para que mis hijos, como barceloneses, conocieran su ciudad”; novelas como Membrana, “posiblemente, aquella de la que me siento más orgulloso”, y cómics como Samuel & Beckett (Salamandra), “con el que estoy muy contento, porque es otra forma de contar la vida del genial dramaturgo y novelista”.
Además de esta novela gráfica, que ya está entrando en las listas de mejores de lo que va de año, Jorge acaba de ver publicado en un solo volumen Las huellas (Galaxia Gutemberg), que recoge la ambiciosa tetralogía creada por sus novelas Los muertos, Los huérfanos, Los difuntos y Los turistas. En estas, el autor se interroga sobre aspectos trascendentes, como nuestra relación con la tecnología, con el poder, con las emociones y con el prójimo, componiendo una elocuente radiografía de la sociedad a caballo entre este siglo y el anterior.
Un gran proyecto cultural de vida
“Estudié Humanidades, tras lo cual me dediqué al periodismo y a la enseñanza”, explica el parroquiano, que tras la universidad empezó ejerciendo de colaborador para la revista cultural Lateral y enseñando en un instituto. Dos disciplinas que, junto a la escritura, ha cultivado con igual talento, y que forman parte de un gran proyecto cultural de vida que suma las diversas tonalidades del eco de aquel grito nocturno que le despertó, hace veinte años, que sigue sonando y tras el que no ha vuelto artísticamente a dormir.
Como docente, tras doctorarse en Literatura Comparada, ha acabado dirigiendo el Máster en Creación Literaria de la UPF
Ha llegado a ser “el único autor español en haber colaborado con la edición en castellano del New York Times y del Washington Post”, ha escrito para cabeceras como Avui, ABC, La Vanguardia, National Geographic o Revista de Occidente. Como docente, tras doctorarse en Literatura Comparada, ha acabado dirigiendo el Máster en Creación Literaria de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) junto con José María Micó.
“Al tratarse de un ámbito tan vocacional, sigue habiendo un enorme entusiasmo por parte de los alumnos por aprender, que es algo que soy consciente que es minoritario hoy en día en la universidad”, observa. En este ámbito académico es donde conoció a Marilena de Chiara, su mujer y compañera de vida, traductora, docente y periodista experta en la figura de Luigi Pirandello.
En paralelo, el autor también se involucra en la organización de exposiciones y cultiva el género del podcast. Tras las exitosas aventuras con Solaris y Ecos, ahora aguarda a que le renueven la segunda temporada de Gemelos digitales, que, tal y como se define, “explora la condición humana en el contexto de los metaversos, los clones virtuales y la inteligencia artificial”.
Ciudad de librerías y bibliotecas
Orgulloso de que ese proyecto cultural de vida suyo sea “eminentemente barcelonés, porque sin todo lo que me ha dado esta ciudad, posiblemente sería algo muy distinto”, el escritor vive una relación idílica con una Barcelona que dejó en 2003, “y a la que volví al cabo de unos años, sin saber muy bien si era mi sitio, hasta que con el tiempo me di cuenta de que no había lugar mejor para mí”.
De la ciudad le enamoran las librerías, “todas, las grandes y las de barrio: Finestres, La Central, No Llegiu, Fahrenheit 45…”, y las bibliotecas. “Tenemos unas bibliotecas alucinantes en esta ciudad, como la del Clot, donde llevamos a nuestros hijos. De hecho, ¡lo primero que hacen mis alumnos del máster que vienen de fuera es hacerse el carnet de bibliotecas!”, exclama. Y hace una pausa para sorber unas gotas de su cóctel, tras la cual añade, en tono algo sombrío, “si es que pueden seguir viniendo, eso sí”.
— ¿A qué te refieres?
“Me refiero a los alquileres, que no paran de subir. Eso va contra los ciudadanos y también contra el talento. Porque me preocupa que alguien no pueda permitirse venir a Barcelona a estudiar para ser escritor con mi máster, por ejemplo, o para prosperar en cualquier otra disciplina artística”, replica.
— Lo que no puede subir, porque es imposible, es la exquisitez de nuestra oferta gastronómica, por si quieres cenar algo después de tu Manhattan. ¡Tenemos de todo!
Jorge Carrión ladea su sonrisa. Ellington y orquesta arrancan con la fanfarria de Blue pepper y el carácter de la noche empieza a señorear en la calle y en el Bar.
— ¿Por qué no?
Y pide echar un vistazo a las tapas, mientras avisa a Marilena para que le alcance.