[dropcap letter=”E”]
n el traspaso del siglo XV al siglo XVI el mundo vivió un periodo de cambio radical con lo que los historiadores han venido a llamar “era de los descubrimientos”. Pertrechados en pequeños caparazones y armados únicamente con su valor y ansias de gloria, un pequeño puñado de lo que hoy llamaríamos “venture capitalist”, se adentraron más allá de los límites del mundo conocido. ¿Por qué motivos? La crónica de Pedro Mártir (1530) señala la voluntad de ensanchar los horizontes de la religión cristina, las perlas, el oro en cantidades inimaginables y las especias. Esta es también una de las preguntas que intenta responder el historiador australiano Jack Turner en un libro maravilloso Las especias. Historia de una tentación (Acantilado, 2018).
En él, Turner desgrana los motivos por los cuales para los ciudadanos de la edad Media las especias constituían un bien de primera necesidad y que esta detrás de la formación de los primeros imperios de forma similar en la que el petróleo determina en gran medida la política internacional en la actualidad. El libro pone en perspectiva el mundo antes de la consolidación de los primeros imperios europeos, donde, a diferencia de hoy, muchos productos tenían un origen concreto y su obtención dependía exclusivamente del dominio de estos orígenes.
A principios del siglo XIV, el comerciante florentino Francesco Balduccio Pegolotti escribió una guía que incluía hasta 188 especias diferentes (entonces se incluía productos como las naranjas, las almendras o el azúcar) cultivadas desde Lisboa a Pekín. El mundo de antes del Renacimiento estaba dominado por las supersticiones y la religiosidad muchas veces ligado estrechamente a las especias por sus propiedades aromáticas (hoy el incienso sigue evocando necesariamente las iglesias cristianas) y sabores exóticos. A las especias se les asociaba virtudes relacionadas con la salud, la influencia sobre las emociones, e incluso la propiedad de despertar el deseo (por ello muchas veces fueron consideradas peligrosas), además de otras características de carácter más mundano como la capacidad de camuflar los malos olores de personas y alimentos. Turner señala como las especias, presentes en la literatura universal desde el “sois la sal de la tierra” bíblico, tuvieron en el mundo pre-moderno una aurea de misticismo y deseo que, unido a su oferta muy limitada y de difícil acceso, las hizo tremendamente demandadas y valiosas.
Fue precisamente el gran valor de estos pequeños productos, lo que galvanizó gran parte del esfuerzo y energías por buscar nuevas rutas comerciales hacía las Indias orientales, ricas en especias, y que dio lugar al descubrimiento de América y la formación de los primeros Imperios. Las Molucas, por ejemplo, uno de los pocos lugares donde se cultivaba el clavo, era un enclave cuyo dominio era tan codiciado como hoy lo pueda ser muchas regiones de Oriente medio. Hasta cierto punto, señala el autor, la era de los descubrimientos fue una consecuencia directa de la carrera por las especias. Cuando Colón intentaba convencer a sus inversores para que financiaran su ambiciosa empresa de llegar a las indias por el Oeste, no únicamente prometía un El Dorado, sobretodo prometía un excitante El Picante. Gran parte de las frustraciones iniciales de sus primeros viajes, vinieron de no dar con las especias que andaban buscando, propias únicamente en las indias orientales, desconocidas en el Nuevo Mundo.
Estos nuevos imperios serán la base a partir de la cuál avanzará la primera gran oleada globalizadora del mundo donde las especias serán uno de los bienes más codiciados; el jengibre o la pimienta se convertirán en los primeros productos en estar en todas partes como hoy sucede con la Coca-Cola o el iPhone.
El triunfo del comercio de las especias, controlado por Españoles y Portugueses, primero, por holandeses y británicos, después, morirá por su propio éxito. A medida que las potencias occidentales fueron consolidando sus dominios de ultramar y mejoraba la eficiencia en las operaciones de las compañías encargadas de su comercio, provocó que las antes exóticas especias, –cuanto más lejano era su origen, más valiosas eran–, pasaran a formar parte normal del paisaje económico de los Europeos lo que redujo su interés y precio. A esta caída en el interés, cabe sumar el efecto que tendrá la revolución científica y humanista del Renacimiento en la rebaja del misticismo que durante siglos presidió la vida de los europeos.
Turner ha escrito un libro delicioso que arroja luz sobre el importante periodo bisagra entre la alta edad media y el lanzamiento de la modernidad, ahondando en la primitiva historia de la globalización que inician los primeros descubridores españoles con la tentación de las especias.
Imágenes:
1. Canela. Lámina extraída del libro “Spices, Their Nature And Growth”. McCormin & Company, 1915.
2. Nuez moscada. Lámina extraída del libro “Spices, Their Nature And Growth”. McCormin & Company, 1915.
3. Jengibre. Lámina extraída del libro “Spices, Their Nature And Growth”. McCormin & Company, 1915.