Es curioso como se establecen los vínculos. Mientras escribía sobre la exposición Corpus Infinitum, me di cuenta que lo espiritual estaba muy presente en la obra de Denise Ferreira da Silva y Arjuna Neuman, como un leit motiv que puede pasar desapercibido pero que está presente a los ojos de quien quiere ver, o más bien, de quien se atreve a mirar. No puedo explicar ni cómo, a raíz de esta reflexión, llegué a Pilar Bonet Julve, profesora de Crítica de arte en la Universitat de Barcelona, comisaria, y gestora del grupo de investigación independiente Visionary Women Art-Research Group, quien, en una apuesta muy arriesgada, ha llevado al MNAC la exposición de la que hoy os quiero hablar.
Y es que La mano guiada es una muestra que nos habla de dos mujeres visionarias, Josefa Tolrà (1880-1959) y Madge Gill (1882-1961), que nunca llegaron a conocerse ni a tener ningún tipo de contacto o relación, pero que recorrieron caminos paralelos en sus vidas con un trazado muy similar y profundamente condicionado por eso que llamamos lo espiritual. La dos tuvieron vidas marcadas por situaciones límite, y vinculadas a los saberes esotéricos y a la metodología del acto creador guiado por el automatismo del trance psíquico: “la mano guiada”.
Pero vayamos por partes. Josefa Tolrà y Madge Gill, nacieron en el mes de enero, bajo la constelación de Capricornio. Siendo jóvenes, se iniciaron en el espiritismo. Josefa tuvo tres hijos, pero perdió dos, y fue su hija quien la cuidó hasta su muerte a los 79 años. Madge tuvo también tres hijos, también perdió a dos, y el hijo restante se encargó de sus cuidados hasta su muerte a los 79 años. Ambas, transitaron duelos por las pérdidas de sus vástagos que las llevaron al vacío de una crisis personal. Madge, recibió tratamiento psiquiátrico; Josefa, nunca recibió atención médica. Pero las dos, entorno a los cuarenta años de edad, encontraron a través de procesos creativos, el camino de la sanación, que plasmaron en dibujos, dietarios y bordados.
Las dos, encontraron el camino de la sanación a través de procesos creativos
Así pues, la muestra se articula partiendo de las obras más ínfimas y corporales, como son las postales y libretas, para dar paso a las grandes figuras de los seres de luz, que nos acompañan en un recorrido entre miradas profundas, arquitecturas fractales, caligramas poéticos, espirales cósmicas, tiempos cuánticos, bordados de energía etérea y aliento místico. Piezas de una y de otra, seleccionadas y colocadas exquisitamente lado a lado, que sorprende y asombra cuan conectadas están en lo que a forma y motivos se refiere.
Ni una ni la otra, se plantearon en ningún momento que aquello que producían a partir de su conexión con los espíritus, tuviese algún tipo de repercusión, renunciando así a toda noción de autoría. De hecho, Josefa firma obras como Dibujo fuerza fluídica junto a su rúbrica, y Madge lo hace como Myrninerest, nombre de quien guía su mano: ellas sólo son médiums.
Pero estas artistas, forman parte de una genealogía del arte de mujeres que, lejos de la vanguardia estética europea, forman una “retaguardia” mística que desde el espacio doméstico llenan el exilio interior con una intensa experiencia psíquica y una poderosa creatividad. No deja de sorprender, entonces, la modernidad de sus creaciones, y el paralelismo de formas y figuras que encontramos, no solo en las piezas de ambas, si no en obras de otras mujeres que también tuvieron algún tipo de conexión con lo espiritual, como la sueca Hilma af Klint. He aquí, de nuevo, un vínculo.
Pero aún os quiero mostrar, un curioso vínculo más. La primera vez que leí sobre la vida de Hildegarda de Bingen, me sorprendió mucho un dato concreto: hasta que no hubo cumplido 40 años, no rebeló nada acerca de sus visiones y su conexión con el mundo espiritual, y fue a partir de ese momento en que su obra escrita, ya fuesen textos o sus composiciones musicales, no empezaron a tomar forma. Ese dato, no tendría porqué tener más relevancia si no fuese por el hecho que, curiosamente, se repite casi como una especie de patrón mágico, o condicionado por esa conexión con lo espiritual, en la vida de muchas otras mujeres artista de la historia. Y, también, en las de las protagonistas de la exposición.
De hecho, cuando tuve la oportunidad de entrevistar a la pintora y escritora Paula Bonet para este medio, una parte de nuestra charla giró en torno a esta idea de revelación y liberación cerca de los cuarenta, y fue ella quien me habló de Hilma af Klint, quien también dio un giro creativo importante cerca de su cuarentena, después de un tránsito oscuro, que la acercó aún más a lo espiritual.
Sorprende la modernidad de sus creaciones, y el paralelismo de formas y figuras que encontramos, no solo en las piezas de ambas, si no en obras de otras mujeres que también tuvieron algún tipo de conexión con lo espiritual
Las heridas del alma las guían en su práctica artística, convertida en el territorio de la insubordinación y herramienta para la conquista de sí mismas. Josefa y Madge se revelan y liberan alrededor de sus 40 años de edad, como Hilma, como Hidelgarda, como tantas otras. Han transitado su oscuridad, han tocado el fondo del profundo pozo de sus almas, y se han elevado de nuevo para renacer, a través de una mano guiada. Algunos dirán que el espiritismo, la teosofía, o la antroposofía, son la clave para comprender su obra, y es cierto. Pero permitidme la licencia o la osadía de decir que, lo espiritual en el arte ya estaba presente en ellas y en sus obras, mucho tiempo antes de que Kandinsky escribiera su aclamado libro.
Acercaos pues al MNAC antes del 5 de noviembre, y dejaos llevar por las líneas mágicas de estas manos guiadas.