En el año 2023, en sus postergaciones, nos proporcionó dos datos demográficos significativos. A comienzos de diciembre el Institut d’Estadística de Catalunya (Idescat) informaba de que la población de Catalunya había superado los ocho millones de habitantes. Una cifra que hace unos años se consideraba que sería alcanzada en 2030.
Como es sabido, el crecimiento migratorio es ya en estos momentos el único factor de incremento de la población catalana, ya que desde 2018 se registran anualmente en nuestro país más defunciones que nacimientos. A pesar de la distorsión del año 2020 con la pandemia, pues, la inmigración sigue un ritmo intenso que ha hecho que, en el periodo 2018-2023, 34 de los 36 municipios del Área Metropolitana de Barcelona (AMB) hayan ganado población, aunque lógicamente con ritmos e intensidades diferentes: del 0,02% de Cerdanyola del Vallès al 17,06% de Sant Just Desvern.
En este sentido, poco antes de acabar el año, el propio Idescat revelaba que Badalona había superado a Terrassa como tercera ciudad catalana más poblada, en una pugna que en los últimos años se venía resolviendo en favor de la ciudad vallesana, pero con diferencias ínfimas. De nuevo, la llegada de población del extranjero ha sido el elemento clave, dado que en Badalona ha crecido un 23,79% entre 2018 y 2021 (último dato disponible en el padrón continuo), mientras que en Terrassa lo ha hecho en un 15,65%.
Aun así, los porcentajes más elevados de crecimiento demográfico en el periodo considerado los encontramos en pequeños municipios de más allá del AMB, pero en territorio considerado todavía como metropolitano, como es el caso de Solivella (23,43%), Olivella, Montseny y Olesa de Rosanes (los tres en torno al 18%). Y lo mismo sucede con la población de origen extranjero que, por ejemplo, se ha doblado en solo tres años en Montclar o Villalba Sasserra.
Sea como fuere, hoy en día, entre las once ciudades de más de 100.000 habitantes existentes en Catalunya encontramos Barcelona, tres ciudades más de la AMB (L’Hospitalet, Badalona y Santa Coloma de Gramenet), tres ciudades del resto del territorio metropolitano (Vallès, Sabadell y Mataró), el resto de capitales provinciales (Lleida, Tarragona y Girona) y Reus.
Barcelona, lógicamente, con 1.660.122 habitantes, destaca ampliamente sobre el resto. De hecho, la suma de la población de las diez ciudades antes mencionadas sólo supera en poco más de 27.000 efectivos a los de la capital catalana.
La distribución de la población en el territorio es uno de los aspectos más importantes que ayudan a explicar dinámicas sociales y económicas y que, al mismo tiempo, las condicionan. Cabe recordar que en el año 1900 la segunda ciudad más poblada de la provincia de Barcelona era Manresa. Vilanova i la Geltrú, Vic, Igualada y Vilafranca del Penedès se encontraban también en el top 10. De la actual Área Metropolitana de Barcelona sólo aparecía precisamente Badalona (en quinto lugar), además de la ciudad condal.
En todo este tiempo, sin embargo, el peso de Barcelona ciudad ha variado significativamente: de concentrar el 27% del total de la población catalana en 1900 al actual 21%. Si tenemos en cuenta que en el año 1991 este porcentaje todavía rozaba el 27%, encontramos que la reducción más sustancial se ha producido en las últimas tres décadas.
La distribución de la población en el territorio es uno de los aspectos más importantes que ayudan a explicar dinámicas sociales y económicas y que, al mismo tiempo, las condicionan
¿Dónde se ha producido el mayor crecimiento relativo de población en este periodo? No en los municipios del AMB fuera de la ciudad de Barcelona, que concentraban el 23% de catalanas y catalanes en 1991 y actualmente suman el 21%, sino en los municipios de la región metropolitana, descontada toda la AMB, que no llegaban al 20% del total en 1991 y ahora representan más del 21%. Parece, pues, que el adelanto de Badalona a Terrassa no coincide con la tendencia general si cogemos el territorio con una mirada más amplia.
Este crecimiento de la población en territorios metropolitanos más alejados de Barcelona se nutre en parte, como hemos visto, de la inmigración, pero notablemente lo hace de las migraciones interiores entre municipios. Este factor lleva aparejada necesariamente una mayor interrelación entre el conjunto de municipios que conforman la metrópoli barcelonesa, dado que hay una mayor tendencia a la disociación entre lugares de residencia y lugares de trabajo (más de la mitad de las personas que trabajan en estos municipios lo hacen en otro municipio del entorno), sobre todo, aunque también respeto los puestos de atención a los cuidados (de familiares, por ejemplo) o de ocio. Las actividades y relaciones cotidianas, en definitiva, tienden a ser cada vez más frecuentes en este espacio metropolitano más amplio.
El peso de Barcelona ciudad ha variado significativamente: de concentrar el 27% del total de la población catalana en 1900 al actual 21%
Y es este el factor que hace que desde el Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona (PEMB) hablemos de “la ciudad de los 5 millones” como nuestro territorio de referencia para pensar el futuro de lo que llamamos Barcelona. Un continuo urbano que ocupa el frente litoral desde más allá del Garraf hasta el Alt Maresme así como las orillas de los ríos Besòs y Llobregat y los trazados de las principales vías de comunicación articulado con espacios naturales y no urbanizados que hay que preservar.
El reto fundamental en este caso es entender el conjunto más allá de los diversos límites administrativos que lo fragmentan y contar con unas metas conjuntas, unos instrumentos adecuados para actuar en esta escala y una fuerte voluntad de cooperación entre todos los actores (públicos, privados, ciudadanía…) para hacer frente a los retos compartidos. Este es el espíritu del Compromiso Metropolitano 2030 que fue aprobado por unanimidad del Consejo General del PEMB el pasado mes de diciembre en Santa Coloma de Gramenet.