He tardado, pero, finalmente, he ido a Casa Seat. Hasta ahora —casi año y medio después de su inauguración— no me había decidido a poner los pies en este nuevo espacio. No me llamaba nada la atención. Daba por hecho que por mucho que nos la hubieran vendido a bombo y platillo se trataba, básicamente, de un concesionario de coches, eso sí, revestido de espacio polivalente o laboratorio de creación. Sí, uno de estos establecimientos de nuevo formato, sin mostrador ni estanterías, donde unos empleados molones te invitan a sentarte en sofás de formas caprichosas y te ofrecen cafés Nespresso y zumos detox, hayas entrado para comprar unos zapatos o negociar una hipoteca.
Reconozco que me equivoqué. Casa Seat es un gran acierto y en un tiempo récord y con un contexto manifiestamente adverso —las restricciones de aforo derivadas de la pandemia han limitado mucho su actividad durante los primeros meses de funcionamiento—, para los barceloneses se ha convertido en the place to be.
El reto era mayúsculo: llenar de contenido un espacio de 2.600 metros cuadrados en Avenida Diagonal-Paseo de Gràcia. Seat ha consagrado el espacio a la cultura, el diseño y la movilidad urbana. Casa Seat es, en cierto modo, un compendio de como la automovilística quiere ser percibida. O, dicho de otro modo, es la encarnación de sus valores de marca: diseño, cultura, movilidad, tecnología, sostenibilidad… Y, por supuesto, es 100% Barcelona.
Para los arquitectos encargados de la reforma del antiguo edificio del Deutsche Bank —también conocido como Torre Europa— el reto tampoco era menor. Había que adaptar el inmueble a los nuevos usos, pero respetando exactamente el volumen y la silueta existentes. O sea que sin modificar su apariencia debían convertir una sede de banco y además alemán en un espacio alegre, abierto a la ciudad, que invitara a entrar. Una especie de ágora. Poca cosa, ¿verdad? El proyecto estuvo a cargo de Carlos Ferrater y su estudio Office of Architecture in Barcelona (OAB), mientras que el interiorismo lleva el sello del estudio Lázaro Rosa-Violán y todo el mundo coincide en que han hecho un gran trabajo.
Casa Seat es, en cierto modo, un compendio de como la automovilística quiere ser percibida. O, dicho de otro modo, es la encarnación de sus valores de marca: diseño, cultura, movilidad, tecnología, sostenibilidad…
Realmente, Casa Seat ha conseguido convertirse en un punto de encuentro perfectamente conectado con la ciudad. Es un entrar y salir de gente constante. Un no parar de peatones que se detienen a hacer el bobo delante de sus paredes de cristal. De personas atraídas por las magníficas obras del artista urbano Tvboy que, estos días, potencian aún más la voluntad de Casa Seat de abrirse a la calle.
Salgo de Casa Seat convencido de que a pesar de que todos nos hemos vuelto muy digitales sigue teniendo todo el sentido del mundo que grandes empresas y, por supuesto, instituciones dispongan de sedes físicas en las que establecer contacto directo con la ciudadanía. Llámense hubs, flagships store, showrooms, brand experience centers o lo que sea. Lo es para sus intereses, pero también para los de la ciudad en su conjunto. Una ciudad rica en este tipo de espacios es una ciudad más viva, más dinámica, más creativa y alegre.