Juan Vico, escritor.
El escritor Juan Vico. © Susana Pozo
EL BAR DEL POST

Juan Vico: Partir siempre de cero

El arranque orquestal del Taking care of business se impone sobre el paisanaje del Bar que, durante unos segundos, guarda silencio y se deja arrastrar por la melodía, dejando que la voz de Nina Simone llene el espacio y les llene el alma. Acodado a la barra, el escritor Juan Vico cierra los ojos, afirma y sonríe, como quien se reencuentra con una amistad que le lleva acompañando toda la vida, convirtiéndola en algo mejor. “Un Negroni”, pide, siguiendo el compás del tema con los dedos repiqueteando sobre la barra.

“He escrito siempre lo que he querido, para bien o para mal, sin pensar mucho en modas o en demandas comerciales. Es una postura algo suicida, pero hay días en que me siento muy orgulloso de ella” explica quien, con 20 años, en 2005, debutaba con el poemario Víspera de ayer, con el que ganó el prestigioso premio Arcipreste de Hita. En estos casi 20 años desde aquel estreno, han pasado muchas cosas en las hojas en blanco que se le han ido cruzando por la vida: un total de tres poemarios, un ensayo, un libro de relatos y cinco novelas. Cada obra, además, diferente. “Como he publicado libros de varios géneros, cada primer título de cada uno de esos géneros supone, para mí, un punto de inflexión importante. Tienen algo de nuevo inicio, de volver a empezar”.

Una sensación de estar partiendo siempre de cero que se traduce en una frescura y en una libertad creativa que huye de cualquier tipo de fórmula acomodaticia. Así, por ejemplo, su primera novela, Hobo, planteaba la vida de un bluesman, trasunto de Jimmie Lunceford, vagabundeando en compañía de su guitarra de un pueblo a otro, de tugurio en tugurio, en unos Estados Unidos donde nacer con el color equivocado de piel era la peor condena.

La siguiente, El teatro de la luz, planteaba una trama criminal en la Barcelona de los años 20, entre el esplendor opulento, una incipiente industria del cine y la miseria arrabalera, con la que ganó el premio de la Fundación Monteleón. Con la tercera novela, Los bosques imantados, volvía a cambiar de registro y creaba una sátira sobre la superstición y la superchería ambientada en la Francia del siglo XIX. Con El animal más triste reflexionaba sobre el deseo y la infidelidad en un relato de reencuentros donde la memoria oscila entre la vida y el celuloide y pone las cosas en su doloroso sitio. Eso. Cada novela, un mundo distinto donde el único denominador común es el diálogo de las personas con el arte.

Ahora, vuelve a las librerías y a la vida de los lectores con Los regresos (Galaxia Gutenberg), una novela biográfica sobre el poeta italiano Dino Campana. “Es un personaje clave en la literatura europea de principios del siglo XX, pero bastante desconocido en España. Tuvo una vida alucinante que pedía a gritos una novela. Ojalá sirva al menos para que algunos lectores descubran su figura”. Diagnosticado con problemas mentales desde los 15 años, Campana condujo una existencia tormentosa legando una única, aunque influyente obra: los Canti orfici.

Sin mirar atrás

Hace 17 años, Juan tomó una decisión trascendental: dedicarse en exclusiva a la literatura. Un salto al vacío que dio sin mirar atrás. “Fue sin duda una buena decisión, vista con perspectiva”, sonríe al recordar.

El escritor Juan Vico
Juan Vico acaba de publicar Los regresos. © Susana Pozo

— Difícil lo de vivir de escribir libros en este país.

Juan Vico sorbe un trago de su Negroni. “Bueno, no sólo me refiero a la escritura de libros. Incluyo ahí otras actividades como la docencia literaria o diversos trabajos editoriales”, replica, a propósito de labores como haber sido redactor jefe de la revista literaria Quimera, o su trabajo como profesor de escritura creativa en el Ateneu Barcelonès, con el que se siente especialmente a gusto.

“Me gusta cada vez más la docencia, es un placer compartir mi experiencia con gente que se está iniciando en el mundo, fascinante y monstruoso, de la creación literaria”, matiza.

Donde el amor y el odio alternan

“Nací en Badalona y vivo en Barcelona desde 2006. Es una ciudad que me resulta muy cómoda, a veces, demasiado. Creo, de todas formas, que es imposible vivir mucho tiempo en un lugar y no desarrollar una relación en la que el amor y el odio se alternen o incluso se confundan, puede que varias veces en un mismo día”. Fuentes de ese odio, las habituales: “Los precios, la gentrificación, el turismo masivo, la oferta cultural menguante con respecto a unos años atrás”. Lo que enamora: muchas otras cosas, empezando por los recuerdos.

“Tengo uno de la infancia que me fascina: la tienda de taxidermia que había en la plaza Reial, un establecimiento centenario que desapareció con el lavado de cara de las Olimpiadas. El negocio, según he leído después, llevaba décadas en decadencia. Pero supongo que el efecto que un escaparate lleno de bichos disecados causaba sobre un niño de los años 80 es incomparable con el que produciría en un niño de hoy, por muy decadente que fuera su aspecto por entonces”. El escritor remata su Negroni con un último sorbo y pide el siguiente. “Todavía conservo el gusto por los museos extravagantes y las colecciones extrañas, aunque jamás he coleccionado nada”, añade.

El escritor Juan Vico.
Vico reside desde 2006 en Barcelona.© Susana Pozo

— El recuerdo que vas a conservar perennemente es el de la calidad de la comida de este Bar, por si quieres cenar algo después de la segunda ronda. Tenemos menú, carta, raciones, tapas…

Juan Vico esboza una sonrisa. La versión del Feeling good por Nina Simone suena con toda su categórica magnitud. El paisanaje del Bar se anima.

— Alguna ración caerá, pero primero nos acabamos la copa, ¿no?

— ¡La duda ofende!