Carlos Ruiz Zafón
Carlos Ruiz Zafón. © Ferran Nadeu

Carlos Ruiz Zafón, el escritor de la niebla que llegó a la gloria

Un año después de la desaparición del escritor, Barcelona rinde un merecido homenaje al hombre detrás del nombre

Cuando nos despertamos el 19 de junio de hace un año, entre todas las noticias del avance de la pandemia, otro triste evento llamó nuestra atención: el escritor Carlos Ruiz Zafón había fallecido en la ciudad de Los Ángeles a causa del cáncer de colon que padecía desde hacía unos años. Y guardamos silencio. Ese silencio que se encierra en el punto final de una novela de la que hemos disfrutado pero que acabamos de terminar.

Zafón siempre dijo que no sabía muy bien de donde nació su vocación, aunque para su padre siempre fue importante la literatura y los libros. Escribió en La sombra del viento “creo que nada sucede por casualidad; las cosas tienen un plan secreto, aunque no lo sepamos”, una frase que, casi podríamos decir, fue premonitoria de lo que sería su futuro éxito en el mundo de la literatura.

Sus primeras novelas las dedicó a la narrativa juvenil, pero ya en ellas empezamos a vislumbrar ese manto fantasmal del vapor que le servía de trasfondo para hablarnos de una ciudad, un espacio o un estado de ánimo. La niebla, que tanto le gustaba —casi tanto como buscar y coleccionar dragones—, sería un elemento conductor en su literatura.

“Creo que nada sucede por casualidad; las cosas tienen un plan secreto, aunque no lo sepamos” (La sombra del viento)

El escritor barcelonés es de los más reconocidos de la literatura internacional de nuestros días y, además, ostenta el título de ser el más leído en todo el mundo después de Cervantes, ya que sus obras se han traducido a más de 50 idiomas. De hecho, la saga El cementerio de los libros olvidados ha resultado ser uno de los grandes fenómenos de las letras contemporáneas en los cinco continentes, pero nunca en vida consintió que se llevase a la gran pantalla, celoso por conservar intacta la magia de lo que había creado.

Admirador del compositor John Williams, autor de las bandas sonoras de Star Wars, Harry Potter o Indiana Jones, Zafón también se lanzó a componer música, incluso antes de empezar a escribir. Pero no fue hasta 2014 que pudo estrenar en la Palau de la Música la suite sinfónica que compuso para La sombra del viento y que arregló para la Simfònica del Vallès, Gregori Ferrer. “Escribo música sin pretensiones, como diversión y también como válvula de escape cuando estoy inmerso en la creación de una novela; y en ambas tareas busco los recursos más eficaces para crear la atmósfera que necesita la obra”, afirmaba. Le invitaron a tocar el piano, instrumento que dominaba, en la presentación, pero alegó ser un modesto pianista además de compromisos profesionales. Esa modestia verdadera, que no mutó ni un ápice cuando se convirtió en un gigante de la literatura.

“Con la música entro por la puerta de atrás de la historia que estoy contando, y es muy curioso, porque a veces me indica el camino a seguir”, comentaba acerca de su proceso creativo. Aunque sus composiciones musicales son un personaje más de sus novelas, éstas no están grabadas en disco, ya que las compartía con sus lectores a través de su web. Pero bien podría ser un bonito homenaje, que sus piezas fuesen grabadas por una orquesta y descubrirnos también ese perfil que desarrolló en paralelo a sus libros.

A pesar de que en cuanto pudo se marchó a vivir a Los Ángeles, nunca olvidó el lugar que le vio nacer. Barcelona es al universo zafoniano lo que la ciudad ficticia de Macondo a la literatura de Gabriel Garcia Márquez. No es únicamente una actriz más, sino que es el escenario perfecto, el telón de fondo que enmarca cualquier historia soñada en la que, incluso un rincón inventado, parezca real. Y sus personajes —como nos pasa a los muchos que hemos venido de fuera a vivir aquí— no pueden evitar mostrarse poéticamente fascinados por la ciudad. Aunque debemos reconocer que Zafón dibujó una ciudad llena de bruma y niebla, más cerca del Londres de Dickens que del enclave mediterráneo que es, consigue que el lector se la crea y la reconozca como tal.

“Con la música entro por la puerta de atrás de la historia que estoy contando, y es muy curioso, porque a veces me indica el camino a seguir”

Su nombre quedó unido al de otros grandes literatos como Mercè Rodoreda, Juan Marsé, Carmen Laforet, Eduardo Mendoza o Manuel Vázquez Montalban, quienes también retrataron la capital catalana y, de algún modo, contribuyeron a que en 2015 la Unesco la declarase Ciudad de la Literatura.

Desde 2001, empezaron a surgir en Barcelona rutas literaria inspiradas en los libros del escritor, que no han dejado de aumentar, hasta tal punto que la misma editorial Planeta, a la vista de que se estaban publicando guías de tipo amateur en diferentes países, encargó a Sergi Dòria —con la bendición del autor— la Guía de la Barcelona de Carlos Ruiz Zafón, para unificar bajo un trabajo oficial las rutas que siguen los libros del modo más fiel posible. Quizás es la excusa ideal para que, a través de la literatura, volvamos a redescubrir la ciudad con ojos nuevos, como los de Daniel Sempere, el niño de diez años protagonista de la saga.

Su nombre quedó unido al de otros grandes literatos como Mercè Rodoreda, Juan Marsé, Carmen Laforet, Eduardo Mendoza o Manuel Vázquez Montalban

Hace pocos días el Ayuntamiento de Barcelona rindió un homenaje al escritor con personalidades que estuvieron muy cerca del hombre que fue, amigos, y además, con la participación de su compañera vital, Mari Carmen Bellver. Muchos fueron los que apostaron por él en sus inicios, entre los que cabe destacar a Terenci Moix, y qué suerte la nuestra que así fuera, porque nos permitieron descubrir que en un Cementerio de Libros Olvidados habitan verdaderas joyas.

Hay algo que define al hombre tras el nombre y es la presentación que de él mismo hacia, que aún hoy podemos encontrar en su web. Así que dejemos que sea Carlos Ruiz Zafón quien nos cuente, de nuevo, una bonita historia, para que así, como los buenos libros, siempre queramos volver a ella:

“Mi afición a los dragones viene de largo. Barcelona es ciudad de dragones, que adornan o vigilan muchas de sus fachadas, y me temo que yo soy uno de ellos. Quizás por eso, por solidaridad con el pequeño monstruo, hace ya muchos años que los colecciono y les ofrezco refugio en mi casa, dragonera al uso. Al día de hoy ya son más de 400 criaturas dragonas las que hacen mi censo, que aumenta cada mes. Además de haber nacido en el año, por supuesto, del dragón, mis vínculos con estas bestias verdes que respiran fuego son numerosos. Somos criaturas nocturnas, aficionadas a las tinieblas, no particularmente sociables, poco amigas de hidalgos y caballeros andantes y difíciles de conocer”.

Carlos Ruiz Zafón Barcelona
Carlos Ruiz Zafón con Barcelona a sus pies. © Ferran Nadeu